45. ÉL NO SABE QUE ÉL ES LA RAZÓN POR LA QUE ESTÁS LLORANDO

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NARRA VICTORIA

— Darío, por favor, mírame, abre los ojos...—, tomo su rostro entre mis manos y veo cómo la sangre brota de varias heridas, y la más horrible va desde el ojo derecho hacia la mandíbula— por favor cariño, abre los ojos...

Tiro de él hasta el borde de la piscina y un montón de voces empiezan a confundirse en mi cabeza, causando alboroto e irritándome.

— Vamos Victoria... despierta...

Oigo la voz de María, pero me cuesta abrir los ojos. Es como si los tuviera pegados y los párpados me pesasen.

— Victoria, estamos aquí.

Achino los ojos y veo a Giuseppe bastante borroso.

— ¿Dónde está Darío? ¿Dónde estoy yo? — Miro la habitación blanca con dos sillas azules y algunas máquinas que me hacen darme cuenta de que estoy en cuidados intensivos.

— Tranquilízate... ¡Me alegro de que estés bien, Santo Dios! Ha pasado una semana...— María me toma de la mano y me planta un beso en la frente.

— ¿Una semana? ¿Ya llevo aquí una semana? ¿Dónde está Darío? Necesito verlo—. Intento levantarme, pero las intravenosas en ambos brazos me lo impiden.

— Victoria, nos alegramos de que estés despierta, mantén la calma y no hagas movimientos bruscos—. Giuseppe me ayuda a colocarme de culo y no entiendo por qué nadie me dice dónde está él.

Me fijo en sus rostros y me doy cuenta de que ellos también han pasado una mala racha. Las ojeras se les han acentuado, el cansancio se les nota en los ojos y Giuseppe tiene un aspecto bastante intranquilo.

Constato que ya no estamos en Dubái porque los carteles en las paredes que indican que estamos en cuidados intensivos están redactados en italiano y las enfermeras que entran llevan ahora sus uniformes de color entre rojo y grana.

— Señorita Victoria—, contemplo a la señora mayor y leo en su placa de identificación que se trata de una doctora— me alegro de que por fin haya despertado.

— Yo también... creo.

Siento un dolor inusual en la pierna y aparto la sábana que me cubre. Tengo hematomas en ambas, y en la derecha tengo un vendaje en la parte inferior.

— Tenías una herida bastante profunda—, la doctora me palpa la pierna derecha y me sonríe— probablemente por tirarte a la piscina. No sé cómo te tiraste, pero cuando caíste te lastimaste las dos piernas, y la derecha sufrió un esguince y probablemente te la rascaste con un tubo porque el corte estaba bastante mal.

Es muy simpática y por lo que parece, le gustaría hacerme un montón de preguntas que no estoy de humor para contestar.

— ¿Dónde está Darío? ¿Ya le han dado el alta?

— Ahora que estás despierta, te dejaré unos momentos con tu familia para que te pongan al día—, les sonríe a los dos y veo algo en su expresión que parece querer evitar decirme — y te examinaré una vez más, antes de llevarte a la planta donde tendrás que permanecer ingresada, por si tus golpes o heridas vuelven a sangrar, o tu cuerpo vuelve a presentar otra crisis convulsiva como ha ocurrido en los últimos seis días.

 El estómago me ruge con fuerza y vuelvo a echar un vistazo a los goteros, los monitores, las bombas de fusión y un montón de cosas más que no tienen sentido para mí.

— No voy a quedarme porque me encuentro bien, probablemente mi cuerpo se haya quedado en estado de shock, pero no hay nada que no pueda superar porque aparte de sentirme débil y un poco adolorida en algunas partes, estoy bien—, me levanto de la cama, pero cuando piso las baldosas frías, mil aguijones se instalan en mis plantas— ahora, díganme dónde diablos está Darío porque si no me lo van a decir como hicieron los de Dubai, buscaré puerta por puerta en el hospital y lo encontraré yo misma.

No puedo dejarla ir +21  #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora