NARRA VICTORIA
Sólo con mirarle mis hormonas se alborotan y se desbocan disparadas hacia el cielo raso, porque sólo él sabe cómo producir eso en mí, así que, sin pensarlo más, me abalanzo sobre él y lo beso con avidez y codicia. Sus labios carnosos acarician los míos, y su lengua se enreda con la mía a un ritmo endiablado.
Con una mano me ahueca la nuca con un afán posesivo que me derrite, y con la otra me aprieta una nalga cuya agresividad me enciende.
Los gemidos que salen de mi garganta mientras me estampa contra la pared y continúa tocándome por todo el cuerpo parecen excitarle, porque su miembro erecto se clava en mi vientre y me llena de pura lujuria y ganas de sentirlo.
Tengo la sensación de que me falta el aire y lo alejo un segundo para que pueda tomar una pequeña bocanada, y en su rostro se dibuja la sonrisa con hoyuelos que tanto me moría de ganas por ver.
Me roza el cuello y sigue con el índice hacia mis pechos, excitándome mientras continúa su descenso, sin dejar de mirarme a los ojos. Me coge la mano y la coloca sobre su polla y se la aprieto, y él cierra los ojos mientras yo la percibo palpitando en mi mano.
— Me muero de ganas por sentirte—. Presiona sus labios contra los míos y me levanta en brazos.
Rodeo su torso con las piernas y él me arrima a la pared.
— Pues métemela... ya tendremos tiempo a partir de hoy para hacer el amor...— Le muerdo el labio y me muestra una sonrisa pícara.
— ¿Ya estás mojada para mí?
Percibo sus dedos en mi entrada y no puedo evitar gemir cuando empieza a acariciar mi clítoris con movimientos circulares.
— Sí.
Me inserta un dedo que hace que se me ablanden las rodillas, y luego otro que me provoca una serie de estremecimientos por todo el cuerpo y me hace desear mucho más. Entra y sale de mí mientras nuestro beso se vuelve feroz, y le estrujo el miembro con fuerza, arrancándole un gemido varonil que me pone los pelos de punta.
— Joder, nena... no sólo estás mojada, sino que estás que ardes...
Siento su glande en mi entrada, y a medida que entra y profundiza, los gemidos de ambos resuenan por el largo pasillo. Me llena de un solo empujón, y siento cómo sus venas se tensan dentro de mí, causándome un placer inefable.
Me embiste poco a poco y me besa con más lascivia que la primera vez. Enseguida sus embestidas se vuelven violentas, lo que me hace perder todo pudor y suelto gemido tras gemido sin poder contenerme más.
Me penetra duro y salvaje, y cierro los ojos porque no puedo más debido al placer que me proporciona.
— Mírame o pon los ojos en blanco, pero no los mantengas cerrados, quiero ver reflejado en ellos lo mucho que te gusta.
Me besa y sus manos en mis muslos envían corrientes eléctricas por todo mi cuerpo. Sus embestidas se vuelven más rudas y la sensación de llegar al punto límite se intensifica en mi interior con cada uno de sus empujones.
Lo miro a los ojos y no puedo evitar que los míos se humedezcan por el gran placer que me infunde y la espesura que siento en mi interior.
— No pares...
Mis palabras parecen impulsarle a follarme con más ganas, y siento que pierdo el control. Con una mano me sujeta contra la pared, y con la otra acelera mi clímax tocándome el clítoris.
— Dámelo...quiero volver a sentir como me inundas, cariño..
La forma en que me habla y la erotización de su voz me llevan a las cotas más altas y placenteras.
ESTÁS LEYENDO
No puedo dejarla ir +21 #1
RomanceCuanto más lo observo, más siento su aura peligrosa y sombría que me atrae como un imán. Tiene una forma particular de imponerse y de presentarse. Es inquietante y desafiante, aterrador y letal. Parece ser el tipo de hombre que te enamora con una si...