9. SILBO OBSCENO, DETRAS DE TUS DEMONIOS

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NARRA DARIO

— Darío! hace mucho que no me llamas y si no vendrás a Palermo el próximo finde, iré a Roma y te arrancaré las orejas—. Empezamos los dos a reírnos y me envuelve un sentimiento de nostalgia.

Verrò se mi prepari una Panna Cotta al limone—. Escucho como se enciende un cigarro porque siempre la abruman las emociones cuando la llamo.

— Cualquier cosa para mi sobrino y dime, ¿cómo van las cosas en Roma? — Expulsa el humo y deja escapar una risa suave.

— Todo es como debe ser, hasta ahora no he tenido problemas y dentro de poco tengo una reunión importante en Montecarlo.

— Ojo querido, ahí siempre se reúnen todos los viejos de la mafia, no te dejes pisotear y hazte respetar.

— Saben con quién están tratando, soy el más joven de ellos, pero hasta ahora no he oído a nadie difamar mi nombre porque saben el precio que tendrán que pagar.

— Qué rápido han pasado los años, ayer estabas corriendo por el patio y hoy tienes una ciudad entera bajo tu control.

— El niño de antaño se ha convertido ahora en un hombre.

— Así es, querido.

— Bueno nonna, te llamaré la semana que viene y no fumes tanto, solo tienes ochenta años, no te mates antes de la fecha límite— Gruñe por lo bajo y sé que la he cabreado.

— No seas grosero Di Marco, porque le voy a decir a Lucrecia que te cocine ella la Panna Cotta y vas a morir antes que yo.

— Esa loca podría envenenarme y entonces me tendrás en tu conciencia—. Ambos nos echamos a reír.

— ¡Te quiero Darío, espero verte lo más pronto posible!

— Adiós nonna, cuídate.

— Adiós Di Marco, cuídate mi niño y no lo olvides, pase lo que pase saca el arma y pon a cada uno en su lugar.

****

— ¿Cómo te va con Santiago? ¿Te escucha o es rebelde? — Trago la carne y tomo un trago de vino.

— Desde ayer me sigue como si fuera su padre—. Giuseppe frunce el ceño.

Me empiezo a reír porque lo imagino como Jerry con el patito que lo sigue pensando que es su madre.

— Bien.

— Esta noche me encuentro con María, no estaré en casa hasta el domingo.

— ¿Ella te gusta?

Veo a Anna entrar a la cocina y le hago una seña para que se detenga.

— Sí, señor—. Su acento mexicano cuando habla en italiano es un verdadero deleite para los oídos.

— Desde la mañana no has parado, siéntate con nosotros y come algo—. Me levanto y acerco la silla para que se siente.

Se empieza a servir con carne y verduras, luego se añade también ensalada y se llena un vaso con agua mineral.

— Gracias Darío, necesitaba recuperar algo de energía.

— No quiero que te agotes, haz todo con calma porque la casa no está sucia.

Observo la cocina blanca inmaculada, las paredes que casi brillan y parece que aquí no se cocina, cuando en realidad se cocina todos los días.

Le sonrío y miro a Giuseppe de nuevo.

No puedo dejarla ir +21  #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora