NARRA DARIO
Intento girarme para mirarle a la cara al desgraciado que me apunta, pero me presiona la pistola con más fuerza en la nuca, advirtiéndome de que no haga nada imprudente.
— No te muevas, o esparciré tus sesos de un solo disparo y llenaré el bosque con restos de tu cadáver.
Siento la punta de la pistola helada sobre mi piel y ya he pasado por esto antes, pero ahora un pensamiento que siento que me da fuerzas para querer hacer frente al problema es más persistente que otras veces, y ese pensamiento se llama Victoria.
La espesa niebla en el bosque es realmente un estorbo, porque es casi imposible ver nada, y junto con la penumbra que se cierne sobre nosotros resulta del todo desfavorable.
Me esfuerzo al máximo por ver a Giuseppe y lo veo tirado en el suelo, y sé que, si no actúo con rapidez, podría llegar a perderlo porque está perdiendo una gran cantidad de sangre. Su camiseta amarilla se ha vuelto de color marrón oscuro y me doy cuenta de que le han disparado en el hombro, muy cerca del tórax.
Dos horas antes.
Cariño, tengo algo que hacer antes de irme, ve con María y cuando termine te aviso—. La beso y me pongo de pie.
— ¿Qué tienes que hacer?
Victoria me mira algo dudosa y me divierte que se haya vuelto excesivamente curiosa sobre todo lo que tengo que hacer.
— Te lo diré en otro momento, tal vez—. Le abro la puerta y antes de que salga del despacho me vuelve a besar.
La veo alejarse por el pasillo y cierro la puerta tras de sí para luego pasar al cuarto secreto, que está detrás de la pared donde se encuentra la fotografía de ella.
Vuelvo a cerrar la puerta tras de mí con el código de seguridad y, ya en la sala a oscuras, enciendo las luces blancas que parpadean una tras otra, revelando cada espécimen de animal venenoso que habita el lugar, desde serpientes hasta escorpiones, ranas y sepias.
Los guardo todos en cajas de vidrio con cristal antipenetrante y, aparte de mí, sólo Giuseppe conoce este lugar.
Miro a la víbora de cascabel y paso de ella, porque necesito un veneno para paralizar los tejidos, no para matar a mi oponente y continúo hasta situarme frente a la víbora de cascabel de Mahove.
— Hoy necesito tu ayuda.
Miro su cabeza triangular a través de la vitrina de cristal y ella me mira a mí; tiene una cola robusta y corta con una raya blanca y negra que termina en un cascabel.
Cojo un guante de goma del armario metálico y me lo coloco en la mano derecha, y con la otra cojo un vaso de cristal y me dirijo de nuevo hacia ella.
— No necesito mucho, pero tampoco poco, intenta darme lo justo para llenar un cuarto de vaso, porque necesito un tranquilizante que surta su efecto de forma inmediata. ¿De acuerdo? — Vuelvo a mirar a la víbora, que parece percibir el peligro y empieza a sisearme.
Con una mano levanto la tapa de la vitrina y la dejo a mis pies, y con un movimiento rápido la sujeto por el cuello y le meto la cabeza en el vaso, estrujándola y forzándola a proporcionarme lo que preciso.
Tras unos minutos en los que se retuerce y yo la estrangulo con fuerza, veo que intenta morder el fondo del vaso, que se va llenando con veneno.
— Bravissimo, Jojo.
Vuelvo a colocar la víbora en su sitio e inmediatamente tapo su vidrio, y extraigo el contenido del vaso en una jeringuilla que me indica que tengo aproximadamente unos veinte mililitros de veneno.
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No puedo dejarla ir +21 #1
RomanceCuanto más lo observo, más siento su aura peligrosa y sombría que me atrae como un imán. Tiene una forma particular de imponerse y de presentarse. Es inquietante y desafiante, aterrador y letal. Parece ser el tipo de hombre que te enamora con una si...