4. NI TAN ÁNGEL, NI TAN DEMONIO

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NARRA VICTORIA

— ¿Y de dónde eres? Por tu acento no eres de aquí ¿verdad? — Se recuesta en la barandilla mirando alrededor y puedo ver como sus músculos han duplicado su tamaño.

— Soy de España, Barcelona.

— ¿Qué te trajo a Roma?

Parece una pregunta fácil de responder, pero realmente tengo que buscar una respuesta plausible.

— Necesitaba un cambio de aire.

— ¿Y llevas mucho tiempo aquí? — Ahora se vuelve hacia mí y termina su bebida.

— Casi un año y medio.

— ¿Y viniste tú sola o tienes a alguien?— Su mirada de color se clava en mí mientras se frota el mentón.

— No tengo novio... si a eso te refieres... y sí, vine sola, mi madre se quedó allí.

Realmente no me gusta detallar mi vida frente a un gánster.

"¿Cómo sabes que es uno?"

"Giuseppe dijo que estaría a dos metros bajo tierra, María sabe cosas que yo no sé, encima su apariencia petulante, hace que se te congele la sangre en las venas... ¿sigo?"

— Ajá—. Su sonrisa torcida me hace estremecer.

— ¿Porque me preguntas? ¿Estás pensando en hacerme algo malo?

— Al contrario, pero la noche aún es larga y disponemos de tiempo. Hasta entonces, quiero que bailes para mí como solías hacer ahí abajo.

Rodea mi torso con sus fuertes brazos y me pega a él. Siento las yemas de sus dedos acariciando mi columna y muchas chispas se esparcen por todo mi cuerpo, como un cielo lleno de fuegos artificiales el día de Año Nuevo. Luego me deja un suave beso en el cuello que siento que me derrite como un glaciar en medio del ardiente sol de verano.

Su mirada pervertida me estremece, su sonrisa diabólica, pero a la vez divina, me seduce y lo brillante en su lengua me impresiona.

— Bueno, ya que has sido tan considerado y has dejado de ser un cabrón egocéntrico, ¿por qué no?

Sus hoyuelos le hacen parecer un tipo simpático, pero bajo su ropa negra oculta docenas o quizá cientos de tatuajes que dan a entender lo contrario. Echo un vistazo a María y Giuseppe y ambos parecen perdidos en su propio mundo; hablando, besándose, riendo y divirtiéndose.

Me toma la mano y subimos unos escalones más hasta llegar a la segunda planta, que ofrece un ambiente totalmente distinto al de la planta baja.  El entorno es de un rosa intenso. Hay dos mesas con un largo sofá colocado de extremo a extremo a lo largo de la pared, y mi vista queda atrapada por los brillantes cristales que cuelgan del techo hasta tocar el suelo, permitiéndote poder colarte entre ellos.

— Qué hermoso es aquí—. Oteo hacia abajo y empiezo a marearme, pero las manos de Darío hacen presencia, agarrándome por detrás.

Miro sus tatuadas manos que me mantienen firme, y me agrada sentirlas en torno a mí.

— Es agradable, pero peligroso si te has tomado cinco margaritas y dos piñas coladas.

Su susurro en mi oído altera todos mis sentidos y mil hormigueos comienzan en mi pelvis hasta detenerse en mi zona más sensible.

— Tú también has estado bebiendo, no sólo yo.

— Sí, pero yo soy un idiota que sabe controlar el alcohol.

No puedo dejarla ir +21  #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora