Primer beso

20 4 1
                                    

— ¿Cómo se supone que tú gestionas tus relaciones? — Preguntaba Rojo sirviendo dos copas de jugo dulce embriagante. 

Púrpura no sabía dónde poner su trasero, dirigiéndose a estar detrás del carmín, observando el líquido vaciarse. Rojo volteó al no escuchar respuesta, topándose con la intensa mirada sobre él, sonrojándose.

— ¿Es otra forma de seducción tuya? — Cuestiona fastidiado.

— No, es sólo que estoy nervioso. — Toma una de las dos copas, tragando todo el contenido de golpe, le arrebata la botella a Rojo y se la lleva junto a la copa, sólo para no verse tan salvaje bebiendo de la botella directo.

Rojo se confunde, ¿le acaba de decir que está nervioso con esa facilidad?

Púrpura finalmente se sienta en el sillón frente a la cama, el bermejo se sienta en la cama, no quiere estar junto a él. Se ven a los ojos, con el ceño fruncido, desviando miradas

— ¿Cómo se supone que manejo mis relaciones? — Repite, después de unos segundos de silencio. — No lo hago, las relaciones no se manejan, ni que fueran un puto juego. — Toma jugo, sirviendo más.

— Las relaciones se manejan, porque depende de ti hasta dónde quieres que lleguen.

— No se necesita una administración para acabar una relación. O... Iniciar una. — Se levanta, dispuesto a aproximarse hacía él, pero pronto Rojo lo señala y expresa...

— Ni se te ocurra acercarte. — Ordena, Púrpura sonríe perdedor y se sienta. Rojo toma jugo. — Por que sabes que no te aceptaré como mi esposo así como si nada, ¿verdad?

— Di tus cláusulas y te escucho. — Extiende los brazos relajado, Rojo por otra parte, se extraña.

— Sí sabes que una relación se trata más que acuerdos, ¿verdad? — Pregunta, confundiendo a Púrpura, ¿a qué se refería?

— Al menos lo que ellos quieren es que seamos compatibles, lo cual, sí, hasta ahora parece difícil, pero es porque no nos hemos cooperado. — Explica con esa aura ligera, una vibra que incómoda a Rojo. 

— ... ¿Qué buscas con todo esto? — Pregunta harto de la confusión, como si no lo supiera.

— Quiero ser Alto — Expresa observando el interior de la botella, le encantaba las burbujas de ese líquido rosado. Rojo se decae un poco.

— ¿No te intereso para nada en ese caso? — Pregunta bebiendo, prefería que su visión se viera comprometida por la copa.

— ¿Uh? Si tú quieres que me interese en ti, lo haré. Tú eres, para mi pesar, el que pone las reglas aquí, si quieres que me interese en ti, lo haré, si quieres que cada quien ande por su lado, también lo haré. Sólo te pido que finjas ser mi novio, lo que pase después de la boda, pues, ya ahí decidimos.

— ¿Sí entiendes que nos piden ser compatibles? Si sólo fingimos no convenceremos a nadie.

— ¡Entonces conozcámonos! Bien, cambio de planes: si te agrado, nos casamos, sino, decidimos tu maldita prueba de aptitudes y acabamos con todo esto. 

— ¿Si me agradas? Y si... ¿y si sí me agradas? Podrías ser sólo mi amigo, no quiero casarme contigo. — Pregunta con un tanto de pánico, desviando continuamente la mirada.

— Si estamos aquí, si me buscaste, amor, es porque te intereso de alguna forma. — Burla, riendo con esos tenebrosos dientes.

— Es porque mi amigo me convenció. ¡Y no me digas amor! 

— Bien, querido. Si te convenció fue por algo. ¿Qué te interesa de mí? Anda, dilo, sé que soy irresistible pero... — La cabeza de Rojo dolía, sólo lo escuchaba parlotear y lo hacía confundirse con su forma de ser y de expresarse.

— ¡Porque nunca nadie me ha querido! — Explota, sosteniendo con mano temblorosa la copa, Púrpura para con su broma. — No... Es decir, nunca he tenido pareja, ¿está bien? No sé si quisiera que tú fueras el primero y el único en mi grandiosa vida. — Eleva el ego, tratando de corregir lo lastimero que acaba de decir. 

— ¿Nunca nadie te ha amado? — Pregunta, centrándose únicamente en esa acusatoria frase. 

Rojo se tensa, tratando de redireccionar su atención a algo menos triste y miserable.

— No es necesario, yo puedo... 

Púrpura deja la copa en el piso y se aproxima, prontamente Rojo vuelve a señalarlo y a gritarle que no se acerque, pero eso al morado no le importa, se avecina con una mirada difícil de descifrar, parece empática, parece juguetona, parece burlona. 

— Si nadie te ha amado nunca... — Toma su muñeca con su mano y con la otra alza su barbilla, lo obliga a verlo, Rojo está estupefacto, lo está tocando, qué bien se siente, un calor tan ajeno en su rostro. — Yo puedo darte ese placer.

Susurra en un hilo de aliento, lo empuja un poco para que él pueda poner su rodilla entre sus piernas y hundirse en un beso. Rojo alza los hombros, como un completo virginal. Se aferra a la ropa de Púrpura, debatiéndose sobre si debería permitirlo o no, dejando ir un quejido profundo, abriendo sus ojos, Púrpura lo hace igual, pero él le sonríe y profundiza, abre leve su boca y lame el labio contrario, pidiendo permiso para pasar su lengua, Rojo no se lo permite, se separa, pero no lo rechaza, no lo lanza lejos ofendido, o algo por el estilo, sólo se le queda viendo, con un brillo potente en sus carmines ojos, respirando fuerte. Púrpura limpia la saliva de la comisura de Rojo, sin dejar de ver sus labios.

Rojo no sabe cómo actuar, están tan juntos, siente su respiración, pero está tan confundido, no quiere echarlo a perder, así que lo toma de sus ropajes y lo jala de nuevo, abriendo su boca y recorriendo la contraria con una de esas largas lenguas. Púrpura ríe y se deja caer en la cama, atrayendo a Rojo nuevamente a sus labios, él se posiciona encima, sin poder darse el lujo de tocar, Púrpura resiente esta posición en que sus brazos estaban en el colchón y no alrededor suyo, separándose, sabía que algo faltaba.

— Paso uno, amor: Debes tener confianza para que esto funcione. 

Tomó su mano y la puso en su cintura. Con este simple gesto, Rojo tomó toda la libertad que necesitaba, alargó el otro brazo hasta su cabeza y acarició sus antenas, tocaba su cintura y seguían besándose.

— ¿Será lo que yo quiera? — Susurra Rojo, con unos ojos de súplica.

— Sólo si me aseguras un lugar en la monarquía. — Corresponde, sujetando su cuello.

— ... Hagamos el esfuerzo.

Púrpura sonríe, volviendo a besarlo, pero Rojo finalmente se separa, como si se hubiera dado cuenta de algo importante, se aparta rápidamente, limpiando su boca revisa toda la habitación, viendo finalmente a su opuesto, le sonríe un poco, incómodo.

— Creo que... iré a buscar a Jez. Quédate si gustas. 

Sale de inmediato, dejando a Púrpura confundido, ¿que no estaban a punto de tener sexo? Se levantó y miró un poco la habitación, con más calma que cuando entró, asustándose al notar un UCI en un estante, no sabía si estaba encendido o no, pero prefirió irse que quedarse con esa cosa.

Nuestro buen matrimonio improvisadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora