Dualidad

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Jez y Rojo estaban en la habitación, con Jez sentado procesando lo que acababan de hablar, y Rojo mirando por la ventana, estaban pensativos.

— Perdón, no pensé que él... 

Jez se sentía culpable de haberle hecho la propuesta desde un inicio de que se diera una oportunidad con Púrpura, era como si fuera su culpa, como si no fuera solamente un malentendido.

Pero Rojo parecía muy escandalizado cuando se lo contó, porque verdaderamente lo estaba, se sentía muy fúrico, se movía de un lado al otro con ademanes, se percibía como un completo imbécil, ocultaba su rostro con frustración, podía apostar porque lloraría. 

Jez podía apostar, porque su amigo estaba lastimado.

Verdaderamente lo estaba, confundido además.

Recordaba las palabras de Púrpura, su pasión al defender a su amiga, "si alguien la lastimara, si alguien la estuviera usando", dándose la dualidad de sus pensamientos, las dos semanas que pasó con Púrpura le decían que sólo había sido un enorme malentendido, pero su creencia más arraigada le decía lo contrario, su inseguridad resurgía y se convencía de que sólo se había tratado del cúlmine del perverso plan de seducción de Púrpura, que buscaba asegurar su lugar en la monarquía dándole sexo, como si él fuera un irken crédulo que se enamoraba fácil. 

Realmente, se había enamorado fácil. No podía decir estarlo totalmente, pero se había hecho a la idea, la dulce ilusión, se dejaba besar tan bien, le permitía tocarlo, no le importaba. Se estaba empezando a dejar llevar. 

Se culpaba por esto, le parecía lo más ridículo, rodaba los ojos con soberbia de tan sólo pensar que eso había sido una posibilidad, el ocio lo había hecho suave, él había ido decidido a ganar, no a dejarse seducir por sus instintos más primitivos, ¿que si nadie lo había querido jamás? Qué más daba, él no estaba allí para hacer amigos, se estaba jugando el mejor puesto del mundo, del universo, se había desenfocado por una persona que seguramente no daría nada por él. 

Pero volvía a cambiar de opinión, no sólo lo sedujeron, las pláticas, las risas, las burlas, había sido genuino, ¿no? No podía saberlo, no conocía a Púrpura como sus amigos lo hacían, e inclusive si hablara con ellos, no les creería. Todo en torno a él parecía una enorme farsa.

O tal vez sólo se había emocionado de más y su relación estaba yendo bien. 

Sabía que él ganaría, era prácticamente el Más Alto, estaba en la palma de su mano. 

¿Cómo dejó que fuera al revés?

— No sé qué pensar, Jez. — Admite después de un rato, aún dando el beneficio de la duda, no quería verse dominado por su desconfianza. 

— Dina no me cuenta mucho de él, más allá de lo que pude ver en la fiesta, alguien divertido y aventado. ¿Y si simplemente pensó que ya era momento?

— No lo era.

— Pero no lo era — Da la razón. — Pero se ve que él es más así, ¿sabes? Dices que ya llevaban un rato coincidiendo...

— ¡Dos mugres semanas! — Exclama, decepcionado de sí mismo, Jez actúa pasivo ante su furia.

— Es más de lo que habían hablado en toda sus vidas, más de lo que has hablado con alguien en toda tu vida. — Compara

— Estaba tan seguro de querer matarme en un inicio, si tan mal le caía...

— Pero ya se conocieron, han hablado, Rojo, entiende eso, tú también estabas convencido de quererlo destruir, y ahora te piensas sus reales sentimientos. Estaban construyendo algo.

— ¿Algo falso?

— Pues... — Extiende la palabra. — Puede que sí, puede que no. ¿Por qué no hablas con él? A menos que sea un perfecto actor, dudo que pueda fingir algo tan bueno como para que tú, rey del drama literario, no lo distinga.

Rojo le sonríe, él siempre sabe cómo animarlo, es su cordura entre la locura de sus pensamientos.

— Gracias. ¿Tú crees... que yo pueda llegar a casarme?

— Siempre lo he dudado... y esta vez no es la excepción. — Dice honesto, Rojo sonríe con pesadumbre. — No te preocupes, todo dependerá de esa plática, si no te convence, lo olvidas.

— Fue la primera vez que me dejé llevar...

— Tal vez sólo estás destinado a la soltería, amigo. Quizás no. Ya veremos.

Se levanta del sofá y se acerca a tomarlo del hombro, Rojo no puede más y lo abraza, sollozando levemente.

— Sí me gustaba...

Algo se activa en el cerebro de Jez, esas palabras nunca habían sido dichas por su amigo, siempre eran un "Ah, quizá era una buena opción", poniendo en duda, sin jamás afirmar, sin nunca confirmar sus sentimientos, era tan triste que ya lo diera por perdido.

De pronto vibra el celular de Rojo, distrayéndolo de sus penas. Se mueve hacia el artefacto, tomándolo, viendo el mensaje.

"Necesitamos verlos." Era de su abogado, donde los citaba ese mismo día en la tarde, antes de la fecha pactada.

— Seguramente es por vernos juntos. Deben pensar que ya tenemos la deliberación.

— Entonces debes hablar con él lo más pronto posible. — Lo agarra de sus hombros, viéndolo a los ojos, unos ojos tristes. — Vamos, anda, yo te llevo.

Salieron y Rojo parecía nervioso, confundido, no sabía cómo se llevaría a cabo esa conversación, en menos de doce horas debía tener la decisión de su vida, ¿se casaría o no con ese irken?

Pero todo se complicaría más, al no encontrarlo en su cuarto, ni en la torre, ni a sus amigos, escuchando por voz de la recepcionista que los había visto salir, sin conocer su destino, sin que respondiera a sus llamadas. 

Es como si hubiera querido desaparecer, poniendo aún más ansioso a Rojo.

— Púrpura, soy yo, llámame, ¿que no has visto los mensajes que nos enviaron? Bueno, quiero pensar que también te dijeron a ti. Debemos vernos. — Da clic, deja el mensaje y sale de la torre.

— No lo vas a buscar, ¿o sí?

— No, no servirá de nada, sólo nos perderemos doble. Ah... — Gruñe fastidiado, le dolía el cerebro. — Debo planear qué les diré si no llega para las doce. ¿Qué les diré? ¿Que salí con él, que nos vieron tomados de la mano y abrazados y... ¡y qué!?

Jez lo intentó calmar, pero él volvió a entrar con la espalda recta, había convertido su nerviosismo en energía y furia, se empezaba a estresar.

Sólo quería tener a alguien en quien apoyarse, y Jez no era opción. 

Nuestro buen matrimonio improvisadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora