El Comienzo...

22 1 0
                                    

Nos mandaron a Argentina, un lugar del que apenas sabía nada. El viaje fue un borrón. Recuerdo que Ivy lloraba en el avión, mientras yo la abrazaba y le decía que todo estaría bien, aunque no estaba segura de que lo fuera. Al llegar a Buenos Aires, nos encontramos en un país extraño, en una ciudad gigantesca que me hacía sentir más pequeña que nunca.

El departamento que encontramos era diminuto, con paredes delgadas y una vista a una calle ruidosa. No era el viñedo, y no era nuestro hogar, pero al menos estábamos juntos. Ivette comenzó a ir a una escuela de doble escolaridad, lo que significaba que pasaba casi todo el día fuera. A veces la envidiaba, porque estar en casa sin hacer nada me hacía sentir aún más sola. Lionay salió a buscar trabajo, y cada día volvía agotado, con las manos sucias y los ojos cansados. Yo quería ayudar, pero tenía solo trece años y no sabía cómo.

Las cosas fueron difíciles al principio. Había días en los que apenas teníamos suficiente para comer, y la soledad era abrumadora. Intentamos contactar a nuestros tíos, pero nunca respondieron. En mi corazón, sabía que nunca lo harían. Habían cerrado la puerta, no solo a nosotros, sino a cualquier posibilidad de volver al pasado.

Pero luego Lionay consiguió un trabajo mejor. Recuerdo el día que nos lo contó. Tenía una sonrisa tímida, como si no quisiera ilusionarnos demasiado, pero yo vi la esperanza en sus ojos. Ese fue un punto de inflexión. No nos hizo ricos, ni solucionó todos nuestros problemas, pero nos dio una razón para seguir adelante. Empezamos a adaptarnos a nuestra nueva vida. Yo encontré maneras de ayudar en casa, aprendí a cocinar y a cuidar de Ivette, quien, a pesar de todo, seguía sonriendo de vez en cuando.

Ya han pasado cinco años desde que dejamos el viñedo. A veces pienso en nuestros tíos, pero la verdad es que no los extraño. Lo que perdimos nunca volverá, y aprendí a aceptar eso. Hoy, mi familia son Lionay e Ivette, y aunque el futuro sigue siendo incierto, sé que mientras estemos juntos, podremos enfrentarlo. Ahora, con dieciocho años, veo el mundo con otros ojos. No soy la misma niña que solía ser, y aunque el camino fue duro, también me enseñó que la fuerza no viene de lo que tienes, sino de quiénes están a tu lado. 

Con el tiempo, logramos encontrar una rutina que funcionaba para nosotros. Aunque la vida no era fácil, al menos estábamos juntos y podíamos afrontar cualquier cosa.

Pero todo cambió cuando el mejor amigo de Lionay, Miguel, cayó gravemente enfermo. Miguel había sido una de las pocas personas en Buenos Aires que nos había acogido sin reservas. Era como un hermano para Lionay, y su enfermedad nos golpeó a todos como un balde de agua fría. Lo que empezó como una simple gripe se convirtió en algo mucho más serio, y pronto Miguel necesitó un tratamiento costoso que ninguno de nosotros podía pagar.

El dinero empezó a escasear, y lo que habíamos conseguido ahorrar se esfumó rápidamente en intentos desesperados por ayudar a Miguel. Recuerdo las noches en las que Lionay se sentaba en la mesa de la cocina, con la cabeza entre las manos, murmurando que debía haber alguna manera de conseguir el dinero. Yo intentaba consolarlo, pero en mi interior también estaba aterrada. Ivette, aunque joven, percibía el cambio en el ambiente y sus ojos reflejaban el miedo que todos sentíamos.

Una noche, Lionay me llevó aparte y, con voz baja y apremiante, me habló de algo que nunca habría imaginado de él. "Naira, no tenemos otra opción", dijo. Me miraba con una mezcla de desesperación y determinación que me hizo temblar. Me propuso robar una casa. Al principio, pensé que estaba bromeando, pero su expresión era seria. "Solo una vez," me dijo, "solo lo suficiente para cubrir el tratamiento de Miguel."

Las dudas me invadieron. Sabía que estaba mal, que cruzar esa línea cambiaría todo para nosotros. Pero también veía la desesperación en los ojos de mi hermano. Lionay siempre había sido mi protector, el que había hecho lo imposible por mantenernos a flote. ¿Cómo podía decirle que no, cuando sabía que esto era por una causa tan urgente?

Finalmente, cedí. Esa primera noche, mientras nos deslizábamos por las sombras hasta la casa que Lionay había señalado, sentí un nudo en el estómago. Todo en mí gritaba que no lo hiciera, pero mis pies siguieron avanzando. El robo salió bien; conseguimos dinero, joyas y algunos objetos de valor que pudimos vender rápidamente. Pero no fue suficiente para cubrir todo el tratamiento de Miguel. Lo peor es que, una vez que cruzas esa línea, no hay vuelta atrás.

Lionay, viendo que aún necesitábamos más dinero, decidió que no podíamos detenernos allí. Los robos se volvieron más frecuentes, más arriesgados. Ya no se trataba solo de casas; empezamos a apuntar a pequeños negocios y almacenes. Cada vez que salíamos, mi corazón latía con fuerza, no solo por el miedo a ser atrapados, sino por la creciente culpa que me corroía por dentro. Pero el dinero era necesario, y con cada golpe, logramos acumular lo suficiente para ayudar a Miguel y mantenernos a flote.

Sin embargo, la vida que llevábamos dejó de ser la misma. Cada vez que salíamos a robar, sentía que una parte de mí se perdía para siempre. Lionay también cambió; se volvió más duro, más distante, como si el peso de lo que estábamos haciendo lo estuviera aplastando lentamente. Ivette, por otro lado, notaba que algo estaba mal, pero nunca decía nada. A veces me miraba con esos ojos grandes, llenos de preguntas que yo no sabía cómo responder.

Un día, después de uno de nuestros golpes, mientras contábamos el dinero en nuestra pequeña cocina, me di cuenta de lo lejos que habíamos llegado desde esos primeros días en Buenos Aires. Ya no éramos los mismos hermanos que habían llegado con miedo y esperanza. Nos habíamos convertido en algo que nunca imaginé. Y aunque teníamos el dinero, el precio que habíamos pagado era demasiado alto.

La vida nos había dado un giro de 180 grados. Nos habíamos alejado de quienes éramos, y aunque habíamos conseguido lo necesario para salvar a Miguel y sobrevivir, también habíamos perdido algo esencial en el camino. Yo sabía que no podríamos seguir así para siempre, y me preguntaba si algún día encontraríamos una manera de volver a ser quienes éramos antes de que todo esto comenzara... 

<<<<<<<<<<❤️<<<<<<<<<<❤️<<<<<<<<<<❤️<<<<<<<<<<❤️<<<<<<<<<<❤️<<<<<<<<<<

Los Comienzos de los que Pronto sera Black Diamonds. Mañana escribo mas Capitulos 

Los Tecueme ❤️
💕

 Mañana escribo mas Capitulos Los Tecueme ❤️💕

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
LoveTheLifeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora