Los recuerdos de esa noche me dolían demasiado, como una espina clavada en mi mente que no podía arrancar. Cada vez que cerraba los ojos, revivía los momentos en la playa, el frío de la arena contra mi piel, el dolor en mi cuerpo, y esa aplastante sensación de no ser pura, de estar rota por dentro. Intenté enterrar esos sentimientos, alejarlos de mí, pero no podía escapar de ellos.
Lionay me había llamado varias veces, su voz siempre cargada de preocupación, pero yo no tenía el valor de enfrentar a mi hermano. Me sentía tan avergonzada de lo que era, de cómo me sentía, que dejé de responderle. Solo contestaba un par de mensajes aquí y allá, lo suficiente para que no se preocupara demasiado, pero no más. No podía enfrentar la realidad de lo que me había convertido.
Sabía que Ivette estaba en pareja y que también estaba en España. Lo poco que nos vimos, nunca me terminó de gustar esa pareja que ella había elegido, pero si mi hermana era feliz, yo la acompañaba. Sin embargo, desde esa noche, no sabía cómo mirarlos a los ojos. Sentía que les había fallado, que era una sombra de la hermana que solía ser.
Me volví a alejar, otra vez. Era como si mi mecánica de defensa siempre fuera huir, escapar de todo lo que me hacía daño. Me despedí de Manuel, de Ivette, y le dejé un mensaje de voz a Lionay, que seguía con la banda en Los Santos. No podía decirle adiós en persona, era demasiado doloroso. Así que hice lo único que sabía hacer bien: me fui de España, dejando atrás lo poco que había construido.
Regresé a Argentina, al barrio donde todo había empezado. El lugar tenía una oscuridad propia, una que reflejaba la que sentía en mi interior. Hice nuevamente un borrón y cuenta nueva, como si al cambiar de escenario pudiera dejar atrás lo que me perseguía. Pero en el fondo, sabía que no sería tan fácil. La herida que llevaba dentro no desaparecería con un simple cambio de ciudad.
Las primeras semanas me dediqué a buscar trabajo, algo que me mantuviera ocupada y me alejara de mis pensamientos. Por suerte, encontré uno. Conocí a Gabriela, una psicóloga que se convirtió en mi gran amiga. Era alguien con quien podía hablar, aunque nunca le conté lo peor de mí. Su pareja, Martín, también fue muy bueno conmigo. Ellos me dieron trabajo, limpiando su casa tres veces a la semana. Era un trabajo sencillo, pero me mantenía ocupada, me daba un propósito, aunque solo fuera temporal.
Sin embargo, los días libres me dedicaba a lo de siempre, a lo que nunca había dejado de hacer: robar. Era lo único que conocía, lo único que me hacía sentir algo, aunque fuera una sombra de lo que alguna vez fui. Robar me daba una sensación de control, de poder en un mundo donde todo lo demás estaba fuera de mi alcance. No podía dejarlo, era parte de mí, como una cicatriz que no desaparece.
Así que ahí estaba, en Argentina, en un lugar que conocía demasiado bien, haciendo lo mismo de siempre, pero sabiendo en el fondo que no todo terminaba acá. Que lo peor aún estaba por venir, y que esta etapa de mi vida no sería más que el comienzo de un descenso que ya no sabía si podría detener.
<<<<<<<<<<❤️<<<<<<<<<<❤️<<<<<<<<<<❤️<<<<<<<<<<

ESTÁS LEYENDO
LoveTheLife
Ficção AdolescenteY todo Comenzo atraves de un "Donde la llevo Bebe" Historia de amor, con giros, dramas y accion.