Los meses pasaron rápido, como si el tiempo fuera una corriente que me arrastraba sin darme respiro. Trataba de mantenerme ocupada, de no pensar demasiado en el pasado, pero no podía escapar de mí misma. A los dos meses de haber vuelto a Argentina, mi mundo se vino abajo de una manera que no había previsto: descubrí que estaba embarazada.
La noticia me golpeó como una tormenta inesperada. No había planeado esto, ni siquiera lo había considerado posible. Estaba embarazada, y lo peor de todo era que sabía perfectamente cómo había sucedido. Aquella noche del infierno, aquella noche en la que me arrancaron todo, ahora me dejaba una marca aún más profunda: un bebé que no deseaba, un bebé que me recordaba cada segundo de horror que había vivido.
Mi mente se llenó de oscuridad, de una desesperación que no podía controlar. No quería tener ese bebé, no podía. Solo pensaba en una salida rápida, en abortar, en borrar cualquier rastro de esa noche de mi vida. Pero, por suerte o por desgracia, no estaba sola en ese momento. Gabriela y Martín, quienes se habían convertido en mis únicos pilares, fueron quienes me ayudaron a enfrentar esa decisión.
Gabriela, con su voz suave pero firme, me habló durante horas, me escuchó, me consoló. Le conté lo que había pasado en España, lo que había callado por tanto tiempo. Fue la primera persona con la que me sinceré completamente. Y aunque hablar de ello me hizo sentir vulnerable, también fue un paso hacia la sanación. Pero este embarazo... este embarazo llegó para recordarme lo que me habían hecho, para abrir las heridas que aún no habían cicatrizado.
Gabriela y Martín me hicieron una propuesta que no esperaba. Me pidieron que tuviera al bebé y se los diera en adopción. Me dijeron que llevaban tiempo queriendo ser padres, pero Gabriela no podía quedar embarazada. Me explicaron que este bebé podría ser una bendición para ellos, una oportunidad para formar la familia que tanto deseaban.
Sus palabras resonaban en mi mente, pero no podía procesarlas del todo. No sabía qué hacer. Por un lado, estaba la opción de terminar con el embarazo, de no enfrentar el dolor que eso implicaba. Por otro lado, estaba la posibilidad de darles a Gabriela y Martín el hijo que siempre habían querido. Pero eso también significaba llevar en mi cuerpo el recuerdo de esa noche, sentir cada día que algo en mí estaba creciendo, algo que no sentía mío.
No tenía a mis hermanos, no podía contarles lo que estaba pasando. Había cortado lazos con ellos, me había alejado de mi familia, y ahora me encontraba llena de dudas, de miedo, y con un bebé que no sabía cómo enfrentar. ¿Cómo podía traer al mundo a alguien que no deseaba, que no sentía mío?
Me sentía perdida, atrapada entre lo que sabía que debía hacer y lo que mi corazón me decía. Estaba sola en una encrucijada, con un futuro incierto y un pasado que me perseguía a cada paso. No podía ver una salida clara, solo un abismo que parecía crecer a cada momento, amenazando con engullirme...
Aunque Gabriela y Martín nunca me presionaron para que tomara una decisión rápida, podía ver el miedo en sus ojos, el temor de que hiciera algo en contra del bebé. Ese miedo silencioso me perseguía, y aunque no lo decían, lo sentía en cada mirada, en cada gesto. Las semanas pasaron y, al final, decidí seguir con el embarazo. Sabía que no podía escapar de esa realidad, por mucho que lo deseara.Una vez que tomé la decisión, Gabriela insistió en que me mudara a vivir con ellos. No me dejó opción, y terminé aceptando. Me cuidaba como si fuera de cristal, vigilando cada movimiento, cada cambio en mi estado de ánimo. No me faltaba nada material, pero yo me sentía extraña, fuera de lugar. Ver cómo mi vientre crecía mes a mes me llenaba de una sensación de alienación, como si mi cuerpo ya no me perteneciera.
No poder hacer lo que estaba acostumbrada a hacer me volvía loca. No podía robar, no podía desahogarme como solía hacerlo, y eso me ponía de mal humor. Seguro que parte de ese mal humor venía también del embarazo, de las hormonas que se agitaban dentro de mí. Me sentía atrapada, sofocada por una vida que no había elegido.
Cuando llegué al sexto mes, Gabriela y Martín organizaron una revelación de sexo para el bebé. Era lo último que quería hacer. No me importaba si era niño o niña, no sentía ninguna conexión con esa criatura que crecía dentro de mí. Para mí, solo era algo que tenía que soportar hasta que finalmente pudiera deshacerme de ello, entregársela a Gabriela y Martín, y largarme. Volver a ser la Naira que sabía ser, la que no se ataba a nada ni a nadie.
La fiesta fue sencilla, rodeada de algunas personas cercanas a Gabriela y Martín. Cuando se supo que era una niña, apenas reaccioné. Dentro de mí, solo pensé en lo que le esperaba por tener una vagina. "Pobrecita," me dije, pensando en todo lo que sufriría por el simple hecho de ser mujer. Esa idea me acompañó durante toda la fiesta, llenándome de un vacío profundo, de una tristeza que no podía sacudirme.
Mientras todos celebraban, yo estaba ahí, pero no realmente. Sentía que no pertenecía a ese lugar, que no tenía nada que ver con esa celebración. Solo quería huir, pero ya no podía. Mi cuerpo se había convertido en una prisión, pesado, lento, y yo me sentía más fea que nunca. Había ganado peso y, aunque Gabriela me decía que estaba hermosa, yo solo veía una versión distorsionada de mí misma en el espejo.
Me miraba y no me reconocía. Quería escapar, correr lejos de todo, pero ya no podía hacerlo. Estaba atada a esa situación, atrapada en una vida que no era la mía. Quería volver a ser una bandida, a ser la Naira que no tenía miedo, que no se dejaba dominar por el dolor. Pero ahora, todo eso parecía un sueño lejano, una fantasía que se desvanecía con cada movimiento de la niña dentro de mí.
<<<<<<<<<<<<<<<❤️<<<<<<<<<<<<<<<❤️<<<<<<<<<<<<<<<<❤️<<<<<<<<<<<<<<
![](https://img.wattpad.com/cover/375175029-288-k891337.jpg)
ESTÁS LEYENDO
LoveTheLife
Teen FictionY todo Comenzo atraves de un "Donde la llevo Bebe" Historia de amor, con giros, dramas y accion.