Capítulo III - De la Bruja: Lisa Laveau

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Lisa Laveau se presenta como una mujer de aspecto joven, vestida con un ajustado brial color gris plomizo que va desde su pecho hasta su cintura; por debajo, se asoma un vestido mangas cortas de color celeste que cae hasta sus rodillas. Su cabello rubio dorado está recogido en una coleta, sobre la cual descansa un sombrero azul de ala ancha, cuya copa curvada hacia atrás termina en punta. Sus ojos, amplios y almendrados, son de un azul refulgente, tanto en sus iris como en sus escleróticas, contrastando con sus acentuadas pupilas negras.

—Veamos qué tan fuerte eres en realidad, Emperador —dice la bruja, sonriente y con un tono sereno. Al instante, se abalanza a una velocidad tremenda contra Azra.

El Emperador reacciona justo a tiempo, sacando a flote su Modo Coloso: un aura negra violácea que emite un silbido agudo lo circunda por completo, y logra cubrirse del embate físico de la bruja; un retumbe resonante sacude al entorno cuando el antebrazo derecho de ella choca con el antebrazo izquierdo de él, quedando enfrentados en un férreo forcejeo.

Azra gruñe a causa del esfuerzo físico que está haciendo para soportar la presión del ataque de su oponente.

«¿Qué carajos es este qí tan oscuro? —se sorprende la bruja; su ceño fruncido y los dientes apretados—. Nunca había percibido uno así».

—Pareces bastante competente —jadea—, pero espero que tengas mucha más fuerza que esta. —Realiza una rauda voltereta hacia atrás y, mientras gira en el aire, lanza una doble patada ascendente, una con cada pierna, despidiendo al Emperador hacia atrás por la dureza de los impactos.

Antes de que Azra pueda incorporarse, la bruja crea de manera instantánea una espiral de fuego que aviva con su elemento viento, haciendo que las llamaradas ardan con intensidad, y la arroja a una velocidad vertiginosa, impulsada por fuertes corrientes de aire.

Azra apenas tiene tiempo de cruzar los brazos antes de ser alcanzado por la espiral, que estalla en una formidable explosión ígnea.

—¡Ugh! —gimotea por el ardor. Las mangas de su ropa, ahora rotas e incineradas, dejan a la vista sus brazos, levemente irritados por la combustión.

El ardor le causa una distracción momentánea que la bruja aprovecha en un pestañeo.

«¡Es rápida!», se asombra Azra, en tanto le lanza un puñetazo a su adversaria, pero la bruja atrapa su puño derecho con ambas manos y lo empuja hacia abajo, haciendo que se incline y, con un movimiento ágil, ella coloca y cierra sus muslos alrededor del cuello de Azra, ejerciendo presión y estrujándoselo, enroscando sus piernas para inmovilizarlo.

Azra siente la presión asfixiante en su cuello, notando cómo sus músculos luchan contra la fuerza de las piernas de la bruja. Con determinación, tira de los muslos de Lisa hacia afuera, activando el segundo nivel de su Modo Coloso: la fuerza, potencia, resistencia y velocidad del que gozaba en su nivel anterior, se duplican en un instante.

—¡Au! —suelta ella en seco al tiempo que cierra un ojo por el dolor ocasionado por la implacable presión del Emperador.

Es en este momento que, los nudillos de Azra impactan con fiereza sobre la cadera de la bruja, obligándola a soltar su agarre y, aprovechando la ventaja, le propina dos duros golpes en el estómago para, acto seguido, arrojarla lejos con una doble patada en su torso, proyectándola a varios metros de distancia hacia el este; y antes de que pueda detenerse, es sorprendida por una frenética Ígneablam: la vigorosa bola de fuego ocasiona una explosión seguida de una cortinada de humo.

Azra se acerca en tanto la humareda se va disipando; comienza a percibir con estupefacción, cómo el qí de la bruja... se acrecienta.

—¡Ey, idiota! —grita furiosa mientras se encuentra rodeada por un campo de energía celeste hecho de qí mágico—. ¿¡Nunca te enseñaron que debes ser amable con una bella dama!? —«¡Esos golpes me dolieron, maldita sea!».

El Poder de Oikesia 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora