Capítulo XV - Del Agasajo de los Elthoi

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Tras haber recibido incontables muestras de gratitud y afecto por parte de los seres del Principado Élfico, Azra y Lisa ascienden a la cima del castillo de los Príncipes, en la imponente altura de una de las montañas.

Allí, se reúnen con Galodoen, Arfuxia, Nífgolin y Sáralyn, acomodados en torno a una larga mesa de cuarzo azul resplandeciente, sobre la cual se despliega un magnífico banquete: ostras frescas, langostas doradas y crujientes, mariscos, calamares rellenos, pescados asados, ensaladas marinas y frutos silvestres; el aroma de los manjares entrelazándose con el ambiente cargado de jovialidad.

Distribuidas entre los platos, botellas de vino enriquecido con bayas del bosque llenan los cálices de los presentes; y alrededor de la mesa, transportadas desde el continente de Erne Gred, se extienden elegantes floreros de piedra blanca en donde destacan por su elevada belleza un conjunto de flores de tallo largo y pétalos dorados y radiantes: las azra.

—No me digas que ya te llenaste —le dice Azra a Lisa en tono desafiante.

—Claro que no, ¡es que este vino está tan delicioso que me obliga a detenerme para beberlo! —replica ella con júbilo.

Los cuatro elfos observan con asombro la cantidad de comida que consumen la bruja y el Emperador: Azra ha terminado ya ocho platos, habiendo bebido solo un cáliz de vino; mientras que Lisa, con siete platos vacíos ante ella, está a punto de servirse en su cáliz por cuarta vez.

Para el postre, traen una pasta cremosa y espesa de tonalidad marrón claro, servida en dos enormes cuencos que destacan una textura densa y rugosa. A un lado, jarras de té de ortiga y de brezo, irradiando un verde profundo y un ámbar oscuro, acompañan la mesa; el vapor ascendiendo en delicadas espirales desde las tazas.

—No sé si conoce la pasta lactosa, Lisa Laveau —le dice el Príncipe—, un dulce hecho por los hadas; puede untarlo sobre el pan y sobre el pastel de avellanas.

—Ay, por favor, pueden solo decirme Lisa; no me gusta que me traten de una manera tan formal —contesta ella con un tono afable—. Y respecto lo otro... ¡Hmp! Eso dicen ellos, pero la pasta lactosa se inventó dentro del reino de Gersant, el de los brujos, mi reino... —Suspira y esboza una mueca apesadumbrada, pero se recupera de inmediato—. Lo que sucede es que los hadas nos lo copiaban todo.

—Al igual que estos hadas y los que habitan en el Imperio, eres una superviviente del ataque de esas malditas bestias —inquiere Arfuxia—, ¿no es así, Lisa?

La bruja asiente en dos tiempos bosquejando una mueca apenada.

«Si incluso alguien tan poderosa como Lisa no pudo con los dragones —reflexiona Azra—, de verdad deben ser unos monstruos tan fuertes como Gor... o peores. Espero que nunca lleguen a Kilinn Landen».

—Madre —interviene Nífgolin—: Lisa es nuestra invitada de honor, quizás no deberías sacar a colación algo así ahora.

—Descuiden —dice Lisa, forzando una sonrisa—. Eso es parte de mi pasado y no puedo cambiarlo, pero el presente que tengo ahora... Me gusta —admite, mientras un leve rubor le sube a las mejillas.

Culminado el banquete y luego de un intercambio de palabras distendidas, los Príncipes se levantan para retirarse, dejando a los Duques en una conversación más cercana con sus invitados. Arfuxia se despide primera, abrazando a Azra y a Lisa con una sonrisa amena; mientras que, Galodoen, se dispone a rodear las manos de ambos con un cálido apretón.

Con la salida de los Príncipes, la cabecera de la mesa queda vacía. Azra y Lisa están sentados del costado derecho, uno al lado del otro; mientras que, a la izquierda de la cabecera, los Duques permanecen sentados frente a ellos.

El Poder de Oikesia 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora