Capítulo X - Del Choque Final

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Los tres poderes se enfrentan en un choque colosal; la energía escarlata empieza a ganar terreno mientras sus voraces destellos engullen gradualmente a los fulgores blanco y celeste, haciéndolos retroceder bajo su abrumadora intensidad.

En el centro de la colisión, las ráfagas de ambos bandos chisporrotean lanzando un cúmulo de esquirlas eléctricas que iluminan al oscuro entorno con una amalgama de colores, resonando con un fuerte sonido constante y vibrante. El suelo comienza a reverberar; el bosque Umbrío entero parece estar estremeciéndose ante tan tremebundo encontronazo.

Nífgolin y Lisa luchan por mantenerse firmes... pero comienzan a agotarse, llevando sus esfuerzos al límite para evitar que la devastadora ráfaga del elfo corrompido termine por consumir las suyas y así aniquilarlos.

El Duque, por medio de gruñidos y con sus músculos tensionados, trata de resistir con cada fibra de su ser; la bruja, con su respiración entrecortada, emitiendo gimoteos sofocados, presiona con todo lo que tiene.

Gor, por su parte y consciente de su supremacía, suelta una ruidosa carcajada cargada de satisfacción y socarronería.

Pero su risotada se detiene en seco; su ráfaga es forzada a retroceder.

—¿Hmm? —expresa con sus ojos entrecerrados.

Una ráfaga relampagueante color amarillo brillante se une a la blanca y a la celeste, disparándose con vehemencia y pasando por entre medio de ambas.

Nífgolin y Lisa sienten el alivio de inmediato: el descomunal empuje de la ráfaga de Gor cede, y las suyas, reforzadas por la amarilla, comienzan a avanzar. Los dos abren los ojos en grande, sorprendidos por la repentina ayuda, pero reconfortados al sentir cómo la presión de la ráfaga escarlata que hasta recién los abrumaba, afloja.

—Perdónenmelo..., ustedes dos —dice con un hilo de voz mientras se acerca a sus aliados; sus brazos ligeramente temblorosos tratando de mantener el Enerblam.

El elfo lo observa boquiabierto y la bruja con una tenue sonrisa, en tanto él se sitúa entre medio de ambos.

—... por no haber... —continúa el Emperador, sonriente y con un matiz de voz que refleja su extenuación— estado ayudándoles...

—¡Azra! ¿¡Puedes seguir combatiendo!? —se sorprende el Duque.

—Eso debería preguntártelo yo, Nífgolin... —le responde el Emperador—. Escucha: la bruja y yo iremos al frente; tú cúbrenos, por favor.

—¡Hmp! —interviene ella, petulante—. Tal vez tú también deberías quedarte atrás.

—¡Lisa! —le contesta Azra con un tono reprendedor.

«¿Me llamó por mi nombre?», piensa la bruja.

—Tenemos que trabajar los tres en equipo —continúa Azra—, de lo contrario: ¡ese sujeto nos derrotará a los tres!

—¡Emperador Azra Mirodi...! —irrumpe Gor; un timbre de irritación aflorando en su gruesa voz—. ¿Te atreves a alzarte una vez más contra mí? ¡Grrrrr! —brama, haciendo acopio de todas sus fuerzas, precipitando su ofensiva hacia sus tres enemigos.

El elfo, la bruja y el Emperador emiten un quejido gutural, tratando de resistir la arremetida del Señor del bosque Umbrío.

—Este tipo posee una fuerza extraordinaria... —dice Azra con una sonrisa nerviosa—. Es tan poderoso que existe la probabilidad de que no podamos ganarle ni en grupo.

—¿Vas a cumplir tu promesa? —inquiere la bruja.

—¿Eh? —dice Azra.

—¡Te hice una pregunta!

El Poder de Oikesia 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora