CAPÍTULO IV EL ÚLTIMO ALIENTO DE 1968

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Y mi alma permanece dolida por aquella roca,
de la que mi rasguño derrama sangre de poca cosa;
y sin embargo, el aire vasto y frío de mi boca,
en ciernes mata la valentía que tanto evoca.
Y mi Guinea lamenta y grita y llora;
y aun embebida en una voz muy ronca,
permanece inquieta ante lo que le toca.
¡Ay mi Guinea! estrechísima como una mota.
¿Desahogarás con sonidos unos cánticos de tu boca?
¿No pasarán en ti las aguas del olvido,
porque tu futuro has convertido
de un mar de celebridad, en estigio lago desconocido…?
(“¡Ay mi Guinea!”. Inma Kathy)

Lágrimas de Sangre. 1968 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora