12 de Octubre

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Eran las diez de la mañana del 12 de octubre, el día con el que todos los guineanos habían durante tanto tiempo soñado. El sol brillaba como nunca, si bien parecía que en Río Benito se hubiera decretado el toque de queda, pues no había ningún alma deambulando por las calles del pueblo. El único sonido que se escuchaba aquel día en el interior de las casas era el de la radio, a la que todos permanecían atentos, pues nadie quería perderse lo que estaba sucediendo en Santa Isabel, ciudad en la que se encontraba la capital de la Guinea Española y la sede del Gobierno de la colonia.
Por fin, el gran momento había llegado: el de la “firma y entrega del acta de la Guinea Independiente”. Tanto aquellos que se encontraban en sus casas, como los que se habían reunido en bares, lugares de ocio, en sus trabajos cotidianos o en las plantaciones de café y cacao, hicieron un alto en sus quehaceres cotidianos para escuchar en sepulcral silencio las noticias que se estaban difundiendo por la radio. La retransmisión del acontecimiento sucedía en directo y el locutor estaba contando, con todo tipo de detalles, lo que en la reunión que entonces estaba teniendo lugar, estaba ocurriendo.
Para tan trascendental acontecimiento (el de la independencia de Guinea Ecuatorial y las implicaciones de toda índole que conllevaba para su hasta entonces metrópoli) España envío una nutrida delegación institucional, la cual estaba encabezada por Manuel Fraga Iribarne, ministro de Información y Turismo y ministro encargado de Asuntos Exteriores, al que Franco, jefe del Estado español, había designado como representante suyo en los actos de la independencia de Guinea Ecuatorial. Y junto a Manuel Fraga, también se encontraban las siguientes personalidades: Gabriel Mañueco de Lecea, como director general para  África y Próximo Oriente; el secretario general técnico del Ministerio de Justicia, el secretario general técnico de la Secretaría General del Movimiento, los directores generales de Comercio Interior, el magistrado del Tribunal Supremo, el subdirector de Información, el gerente del Plan de Desarrollo de Guinea Ecuatorial y, para cubrir la información, un numeroso grupo de periodistas de diversos medios de prensa escrita, del NODO y de RTVE.
Y en cuanto a la representación de la naciente Guinea Ecuatorial, figuraban: Francisco Macías, candidato de IPGE, Bonifacio Ondo Edu, candidato de MUNGE, Atanasio Ndong Miyone, candidato de MONALIGE, Edmundo Bosio, candidato de UB, Enrique Gori, Saturnino Ibongo, Armando Balboa y un grupo de funcionarios guineanos, con el cometido de levantar acta y administrar la documentación generada en aquel acto, para transferirla posteriormente a los diferentes ministerios de la nueva nación africana que en aquel momento nacía.
Manuel Fraga firmó el documento de transmisión de poderes al presidente de la República de Guinea Ecuatorial (en las ceremonias que habían precedido a las celebradas el día de la independencia, Francisco Macías –vencedor de las elecciones que habían tenido lugar en el mes de septiembre– había asumido la jefatura del Estado de Guinea Ecuatorial) y a su pueblo, imponiendo al nuevo y flamante presidente el “Gran Collar de la Orden del Mérito Civil”.
Por su parte, el presidente electo, Francisco Macías, tuvo que firmar, junto al acta de independencia, dos convenios provisionales de cooperación:
En el primero de ellos, el Gobierno español se comprometía a mantener para el año 1969 la misma ayuda presupuestaria que para la Guinea Española había destinado en 1968, Así mismo, España se comprometía a subvencionar generosamente las nuevas líneas marítimas y aéreas ecuatoguineanas, a seguir invirtiendo en el sector agropecuario (principalmente en las plantaciones de cacao y de café) y a asumir el coste  para el mantenimiento de la Comisaría General, el de las Fuerzas Armadas, y el del Ministerio de Justicia.
En el segundo convenio de cooperación, se contemplaba que España ayudaría a Guinea Ecuatorial a establecer un banco emisor de moneda propia, al tiempo que se comprometía a continuar con las compras de cacao, café y madera, a precios por encima de la media de los internacionalmente establecidos. A cambio, Guinea Ecuatorial aseguraba a España que respetaría las concesiones públicas que hasta entonces había otorgado para el país el Estado español y que garantizaría la continuidad de los funcionarios españoles (técnicos, maestros, sanitarios) que deseasen permanecer en Guinea, los cuales pasarían a depender, estatutariamente, de la embajada española.
Por lo demás, solo se otorgaba a Guinea la plena propiedad del palacio de la Comisaría General, el cual se hallaba en la capital, Santa Isabel y la de los puertos y aeropuertos, si bien su gestión continuaba en manos españolas.
En cuanto a la televisión de Guinea Ecuatorial, se establecía que seguiría siendo gestionada por RTVE (Radio Televisión Española).
Las Fuerzas Armadas Españolas (FAE) que continuaran en el país, no se comprometerían ni en la defensa exterior ni en el orden público, ni se subordinarían al Gobierno guineano. Así mismo, los oficiales españoles al mando de la Guardia Territorial (ya Nacional) del Gobierno ecuatoguineano, solo podrían ejercer funciones “instructoras y de asesoramiento” y seguirían sometidos a la “Jurisdicción Militar española”.
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Jota y sus compañeros de trabajo guineanos también habían hecho una pausa en sus trabajos para escuchar la información en la pequeña radio que tenía su patrono en la oficina. Eran las doce del mediodía cuando por fin se oyeron retransmitidas radiofónicamente las tan ansiadas palabras de los nativos: “Se hace entrega del acta de firma de la independencia total a don Francisco Macías, primer presidente de la República de Guinea Ecuatorial”.
Aquel histórico acontecimiento había tenido lugar en una fecha clave para España y, a partir de entonces, también para la naciente Guinea Ecuatorial: el día 12 de octubre, en el que todos los países de habla española celebran el día de la Hispanidad, y en el que España celebra la fiesta de su patrona, la Virgen del Pilar, cuya imagen se venera en la Basílica del Pilar, en la ciudad aragonesa de Zaragoza.
Pero, ¿cómo habían acaecido los hechos hasta desembocar en aquel trascendental momento? Por parte española, Fernando María Castiella, al frente del Ministerio de Asuntos Exteriores, había llevado la iniciativa en el proceso de descolonización, frente a las reticencias a la independencia de Guinea que siempre había manifestado el vicepresidente del Gobierno de España, el almirante Luis Carrero Blanco. Éste último, tenía un proyecto neocolonial: una Guinea independiente pero controlada en lo político, económico y cultural por el Estado español, que (junto al Sáhara más tarde) se sumara al grupo iberoamericano y árabe favorable a la entrada de España en la ONU, aunque para tal fin hubiera de mantener España una costosa cooperación con estos territorios de África. Y para tal fin, consideraba que el método idóneo era el neocolonialismo francés, que supo mantener un estrecho control de la mayoría de sus excolonias, muy especialmente las de Camerún y Gabón, vecinas de Guinea Ecuatorial.
(Problemas militares, s. f., AGMAV, 37643/10. ABAGA, 1997: 64-65, subraya cómo el Gobierno español utilizó la ayuda económica como arma de presión, antes y después del día de la independencia) .

Lágrimas de Sangre. 1968 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora