Era sábado y tocaba la inspección del sembrado de patatas. Jota, junto a su padre y su hermano Carlos y otros señores de la administración visitaron los almacenes que se encontraban cerca del puerto. Como de costumbre, los jefes se reunieron para llevar la contabilidad y el inventario de los productos recolectados. Mientras los señores estaban ocupados hablando de sus cosas de la administración, Jota se distrajo cuando vio a Kaque acercarse para servir el agua a los trabajadores. No podía apartar la mirada de ella, celosamente atento a que alguno de ellos pudiera propasarse con su amada. Y ella, aunque con un magistral disimulo, también miraba a Jota y se distraía de sus quehaceres. Los trabajadores, que veían su falta de atención, le recriminaban su distracción y le reclamaban con chanza que les sirviera el agua que habría de aliviarles de su sed.
Carlos se acercó a su hermano solicitándole su atención, y para que se incorporara a la conversación con los otros administradores. Carlos se había dado cuenta de que Jota estaba totalmente distraído.
–¡Eh! ¡Me parece que estás en las nubes! –le dijo Carlos a Jota tocándolo en el hombro como para despertarlo.
–¿Eh? –dijo Jota inclinando el cuello para mirar a su hermano.
–Andas distraído ¿Qué tanto miras? –Ambos dirigieron sus miradas en Kaque–. No, no –negaba Carlos con la cabeza, mientras rodeaba con su brazo el cuello de Jota–. Olvídate de ella. Es un puro problema –insistió, fijándose en que Jota le guiñaba el ojo a Kaque.
–¿La conoces? –preguntó Jota, desconcertado del comentario que acababa de hacer su hermano.
–Conozco a sus hermanos. No son muy agradables precisamente. Últimamente manifiestan mucho rencor hacia nosotros –susurró Carlos–. Antes trabajaban en la plataforma de madera junto a su padre. Al pobre lo encontraron muerto, tirado en el suelo en medio de un charco de sangre con un golpe en la cabeza y con el brazo cortado. Había bebido mucho durante el trabajo y tuvo un accidente con la maquinaria.
–¡Qué tragedia! –Exclamó Jota –¿Y qué paso? –preguntó intrigado.
–Sus hermanos pensaron que fue un homicidio. A falta de pruebas, el tribunal desestimó el caso. No quisieron aceptar la indemnización que les ofreció papá y están enfurecidos desde entonces. Por lo que…ni la mires. Ella está prohibida para ti.
–¿Tú crees? –preguntó irónicamente Jota, arqueando una ceja.
Carlos sonrió reconociendo lo que significaba aquel gesto en el rostro de su hermano.
–No tienes remedio Jota. En cuanto se sepa de lo vuestro, se desatará un infierno. No seas tonto –dijo Carlos mirándole de frente.
–Entonces, prefiero perecer en ese infierno que vivir respirando sin aquello que amo –dijo Jota al tiempo que se daba cuenta de que Kaque se marchaba de ahí–. En seguida vuelvo –dijo tocando el hombro de su hermano.
–¿A dónde vas? –decía Carlos viendo marcharse Jota–. No tardes. Tenemos reunión.
Jota se fue del almacén sin hacer mucho caso a lo que le decía su hermano; mantenía la vista en una dirección y un objetivo, que era encontrar a Kaque. Caminó diez metros hasta el depósito de reserva de patatas. Una vez dentro, empezó a dar unos pasos ligeros y a llamar a Kaque por lo bajito asomando su cabeza por los pasillos, como un niño travieso. Ella apareció frente a él dándole un susto.
–Vamos por aquí –le dijo Kaque cogiendo de la mano a Jota y llevándole rápidamente hasta un escondite de entre los sacos de patatas–. Nadie nos verá aquí –dijo sonriendo.
–¿Estás segura? –le decía Jota al tiempo que besaba apasionadamente su cuello–. Te echaba de menos.
–Y yo –afirmó Kaque sin dejar de sonreír.
–Por cierto. Mi hermano me ha contado lo que ocurrió con tu padre. Lo siento mucho –dijo Jota susurrando–. ¿Por qué no me dijiste que fue un accidente tan atroz? –Se dirigió a ella, inquietante.
–No me gusta hablar de ello. Me genera mucha tristeza –respondió Kaque un pelín cabizbaja. Jota le dio un abrazo que duró unos largos segundos. Tomó sus manos y las besó dispuesto a animarla.
–La próxima semana es tu cumpleaños y me gustaría pasar el día contigo, si me lo permites –decía Jota mientras se colocaba detrás de ella rodeando con las manos su cintura–. De hecho, me he estado preguntando, ¿Qué le gustaría que le regalen a la mujer más hermosa del mundo? –le susurró al oído.
–¿Otro libro? –dijo Kaque, provocando risas entre los dos–. Y en cuanto al lugar, envía al mensajero el domingo por la tarde, exactamente a las seis. Él te dirá cuál es la dirección.
–Esperaré impaciente. Mi corazón te pertenece –dijo Jota besando la mejilla de Kaque.
A medida que pasaban los días en el territorio español del Golfo de Guinea: Santa Isabel, Annobón, islas Elobeyes, Corisco y todo el territorio que marca la región de los ríos Kie y Wele; los acontecimientos se precipitaban como si de un desfase de onda se tratara. No se escuchaban otras noticias en la radio, que no sea las de las diferentes asambleas para tratar asuntos de la Administración territorial. Y era el interés de la gente enterarse de todo cuanto sucedía en las altas esferas, de tal modo, que los periódicos se vendían como panes. El tema de la libertad era tertulia recurrente en abaha; los hombres se pasaban horas y horas discutiendo sobre el asunto, llegando incluso al enfrentamiento físico por sus diferencias de opinión. E igualmente, las mujeres, cuando se juntaban en el río para realizar sus quehaceres, compartían sus impresiones al respecto. La diferencia respecto a sus maridos estribaba en que ellas no tardaban en volver a sus cuestiones de trabajo en el hogar y en tratar de llevar lo mejor posible sus problemas matrimoniales. Preferían no entrometerse en “asuntos de hombres”.Un soplo de tranquilidad
y un mensaje esperanzador;
en abundancia como las aguas del río,
necesito para saciar esta sed de mi alma;
protejo mis ojos del sucio polvo que levanta,
porque quiero mantener claro mi horizonte;
son años los que ha dormido y descansado mi mente;
noches perturbadoras de emociones;
horas eternas de incertidumbre;
que parece no haber un mañana.¿Dónde se hallan las respuestas que necesito?
Cuestiones que se convierten en enigmas desentrañables;
y los susurros de los vecinos
ya no se difieren de los ladridos de los perros;
y me aturullan la cabeza;
y espero la llegada de un milagro,
milagro que, a juzgar, esperamos todos,
para despertar de esta pesadilla de sueño.
(“Motivos sin fin”. Inma Kathy)
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Lágrimas de Sangre. 1968
RandomEs una historia de amor expuesta ante los infortunios y adversidades de la Guinea Ecuatorial durante la independencia del país (1968). La lucha hacia el camino de la libertad pone en peligro el amor interracial de dos jóvenes que tendrán que tomar d...