Capitulo 11: Komedī no Mahō

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Gregz se despertó temprano, no porque lo quisiera, sino porque el sonido de los niños jugando a las afueras de su pequeña vivienda lo arrancó de su sueño. Abrió un ojo con pesadez, escuchando las risas y los gritos infantiles que resonaban en el aire fresco de la mañana. Se frotó el rostro con una mano, maldiciendo en voz baja su decisión de establecerse cerca de una escuela.

—¿Qué estaba pensando?

Murmuró para sí, volviendo a tumbarse en la cama por un momento, aunque sabía que volver a dormir era inútil. Finalmente, resignado, se sentó y estiró los brazos por encima de la cabeza, sintiendo cómo su cuerpo se desperezaba.

Mientras se incorporaba, su mirada cayó sobre la mesa donde había dejado la carta de Reimu la noche anterior. Un asunto que lo esperaba. Suspirando, decidió que no tenía sentido postergarlo más. Se levantó de la cama y comenzó a prepararse.

Gregz tomó el mismo traje que había usado la noche anterior, sacudiendo las arrugas con un par de sacudidas rápidas. No era del todo lo que un hombre común elegiría para una visita al Santuario Hakurei, pero Gregz nunca había sido del tipo de seguir las normas convencionales. Se abotonó la chaqueta y se aseguró de que todo estuviera en su lugar. Luego, se miró en un pequeño espejo colgado en la pared, acomodando su largo cabello negro a ambos lados de su rostro.

El aroma fuerte de su perfume llenó el aire tan pronto como lo aplicó. Era algo que lo caracterizaba, una especie de firma personal que dejaba a su paso. Con un último vistazo al espejo, Gregz se declaró listo.

Salió de su pequeña casa, cerrando la puerta tras de sí, y comenzó a caminar por las calles de la aldea humana. Era temprano, y aunque algunos comerciantes ya habían abierto sus puestos, la mayoría de la aldea aún estaba despertando. Saludó a un par de personas que lo reconocieron, inclinando la cabeza con una sonrisa, antes de seguir su camino.

Conforme se alejaba del centro de la aldea, los caminos se hacían menos concurridos. Sin embargo, no estaba solo. Algunos youkais que vagaban por la periferia de la aldea lo saludaron al pasar, sin mostrar ninguna intención hostil. Un gesto que reflejaba la extraña pero efectiva de respeto que Gregz había conseguido cultivar en Gensokyo. No todos los días un humano se movía entre youkais sin preocupación alguna.

Gregz respondió a los saludos con un asentimiento casual, continuando su caminata en dirección al Santuario Hakurei. Su mente, aunque alerta, también se permitía vagar un poco.

Mientras el camino serpenteante lo guiaba hacia el santuario, Gregz no podía evitar pensar en lo que lo esperaba allí. Reimu siempre tenía una forma de involucrarlo en situaciones extrañas, pero, por alguna razón, él siempre terminaba aceptando. Quizá era la monotonía que lo empujaba a aceptar cualquier distracción, o tal vez solo era el hecho de que, a pesar de sus quejas, le gustaba ser parte de algo en este mundo.

Finalmente, el santuario apareció a lo lejos, un punto solitario en el horizonte, y Gregz aceleró el paso.

Gregz caminaba hacia el Santuario Hakurei, disfrutando de la tranquilidad del bosque que lo rodeaba. El camino era familiar, y aunque no era el más rápido, siempre lo había encontrado relajante. El suave crujido de las hojas bajo sus pies y el canto ocasional de un pájaro le proporcionaban una calma que, en el fondo, sabía que necesitaba. Sin embargo, no dejaba de pensar en la carta de Reimu y lo que podría significar.

Al llegar al santuario, Gregz vio a Reimu Hakurei justo cuando ella salía de su habitación, claramente recién levantada. Su cabello estaba desordenado y su expresión reflejaba una de cansancio y mal humor, como si hubiera sido arrastrada fuera de la cama contra su voluntad.

Touhou x Dead Space (Más Allá del Vacío)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora