CAPÍTULO 12

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Los tentáculos salían del mar como flechas hacia el dragón blanco. Bueno, algunos de los tentáculos en realidad, ya que algunos hacían cosas sin sentido.

El dragón escupió fuego dorado y brillante a la piel babosa del kraken, el cual chilló o rugió, no lo supo bien ya que el agua amortiguó el sonido, y las burbujas de aire salieron a la superficie. El fuego se extendió por sus tentáculos y su cuerpo de poco en poco, como si le hubiera echado un poco de alcohol a su piel. Pero siguió atacándola con las extremidades en llamas.

El dragón peleaba y peleaba, aleteaba intentando crear distancia para soltar más fuego, pero el kraken lo había tomado por las alas, estirándola tanto que parecía que se las arrancaría. Otro rugido se escuchó más a lo lejos, donde un tentáculo sostenía a una leona que se hundía, pero la agarraba del cuello, la sacudía y le pegaba de igual forma, sin embargo, la mantenía viva.

Más fuego llovió, más rugidos y zarpazos del león intentaron cobrarse al kraken, y más golpes y apretujones del kraken volvían al mar en una cosa violenta, sacudiendo el agua y formando grandes olas. El mar parecía temblar y el cielo comenzó a ennegrecer por las nubes de una enorme tormenta que se avecinaba. Los rayos cayeron alrededor de ellos y los truenos amortiguaban los sonidos de pelea.

Luego algo increíble sucedió, pues el propio kraken comenzó a atacarse a sí mismo. Sus extremidades se envolvieron alrededor de su torso y uno de sus tentáculos fue a uno de sus ojos y lo sacó como si nada. la sangre negra manchó el mar. El dragón fue liberado, pero una de sus alas fue arrancada, haciendo que cayera al mar sin posibilidades de volar de nuevo. El león intentó soltarse, pero el agarre se hizo más fuerte. Luego solo se escucharon aullidos de lobos a lo lejos, tantos aullidos que harían que cualquier hombre se detuviera en seco y tuviera los pelos de la nuca en punta.

El dragón, con sus últimas fuerzas, exhaló tanto fuego que iluminó el mar. Tan luminoso que el sol sintió envidia. Tan caliente como los volcanes de las ruinas de Valyria.



Despertó con el pelo y su camisón pegados a su piel. Tenía demasiado calor y las sábanas de su cama estaban regadas en el suelo. El sol apenas iba saliendo por el mar angosto iluminando su habitación de poco en poco.

Dany gimió un poco cuando movió tantito el cuello y le dolió. Durmió mal, fue la conclusión a la que llegó. Sí, había dormido mal y ese sueño seguía repitiéndose en su mente. Ya no eran susurros o frases sin sentido con imágenes negras y rojas, sino animales de las casas de Westeros. ¿Por qué? Si fuera la presión de la guerra, no entendía porque debía vivirla también en la cama.

Se levantó y suspiró, yendo a la pequeña palangana de agua fría que siempre había en su habitación. Tomó un poco entre sus manos y se la echó en la cara y la nuca para despertar y quitarse el sudor de la frente. Había llegado a Dragonstone anoche y todavía olía a dragón, sudor y hollín. Su viaje a Tarth había sido, en el mejor de los casos, productivo. Consiguió un nuevo aliado, aunque costó un poco convencerlo. Drogon hizo un buen trabajo intimidando a todos en el castillo rugiendo cuando se lo pedía. Lord Tarth la recibió y hablaron por un buen tiempo.

Yara y Theon, junto a los dos barcos de veintidós que enviaron con ellos, estaban allí más como rehenes que como invitados. Yara estaba furiosa con ella, pero más con lord Tarth. Eso complicó las negociaciones un poco, pero al final salió bien. Yara y su hermano volverían en esos dos barcos durante el anochecer a Dragonstone poniendo orden en su gente y movilizando su flota a la bahía. Tuvo que contarle sus planes a Selwyn Tarth para que confiara más en ella y supiera que estaba eligiendo el bando ganador. Eso no fue suficiente y acordaron reducirle los impuestos cuando tomara la corona.

Los sueños de la Reina | GOT fanfic Donde viven las historias. Descúbrelo ahora