CAPÍTULO 17

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Los vientos fueron mejores de regreso que en su viaje a Rocadragón, aunque eso en sí mismo era extraño. Davos le dijo que, al ir al norte, las aguas frías eran más difíciles de pasar, sobre todo con los vientos del invierno bajando al sur. «Quizá los dioses por fin estén actuando a nuestro favor.»

Tardaron solo ocho días en llegar a Puerto Blanco, por lo que llegaron de sorpresa a la sede de la casa Manderly. Cuando las velas de su barco fueron vistas, pronto una hueste de soldados los recibió en el puerto. Todos ellos inclinaron su cabeza cuando bajó del barco seguido de ser Davos. Al frente de todos, justo en el centro, estaba lord Manderly resguardado por sus propios hombres y, detrás de él, su heredero y sus nietas.

—Majestad, espero que todo haya ido bien —le dijo lord Manderly, su voz jocosa, pero no lo engañó.

—Así es, fue un viaje fructífero, pero prefiero el frío del norte que el calor del sur, mi señor —le respondió, con una pequeña sonrisa en su rostro que estuvo ensayando más durante toda su estancia en Rocadragón.

—Eso es bueno oírlo, majestad —se rió lord Manderly, y sus hombres lo acompañaron, aunque todavía podía notar la tensión en el aire—. Debe estar cansado. He ordenado que se arreglen sus habitaciones. Debe disculparnos por no haberlas tenido antes, pero no esperábamos que llegara tan pronto. Cuando vimos las velas fue una grata sorpresa para todos nosotros.

—No se preocupe, mi señor, nosotros tampoco esperamos llegar tan temprano al norte. Los vientos fueron generosos con nosotros esta vez.

Fueron a la Nueva Fortaleza a caballo, aunque lord Manderly tuvo que ir en un pequeño carruaje debido a su gordura. Fue invitado, pero prefería montar que volver estar en el zangoloteo de algún carro. Ya en la fortaleza fue atendido por las mozas del castillo que le llevaron sus cosas a su habitación. Como celebración de su regreso con vida, palabras de lord Manderly, se organizó un apresurado banquete. Quiso negarse, no necesitaban desperdiciar la comida, pero también no quiso ofender a su señor.

En su habitación se le preparó un baño bien merecido después de haber estado días en el barco solo limpiándose el sudor con trapos. «Extrañaba el frío —pensó, recostado en la tina con el agua llegándole al pecho—. Mi hogar es el norte. Ahora no sé qué voy a hacer con todas esas cosas del sur.»

Se vistió con su traje de cuero, pero dejó su peto de acero. No necesitaba crear tensiones si pensaban que estaba preparado para la batalla. Se debían aclarar muchas cosas esa noche y luego preparar su guardia para partir a Invernalia. Imaginó a Bran y a Arya como cuando eran niños, pero ya no debían serlo. Pasaron siete años desde que se vieron por última vez y ahora debían ser ya un hombre y una mujer respectivamente. De nuevo su familia se reunía. «Aunque ahora Dany también es mi familia.»

Pensar en su esposa —qué raro se sentía eso— lo dejó sin aliento y duro bajo el agua. Desde su boda no se separó ni una noche de ella. La tomó de todas las formas que conocía, aunque cuando la tomó por detrás ella estuvo por un tiempo rígida. Se detuvo, pero ella lo alentó a continuar hasta el final. Quiso preguntar, pero, como sus heridas, fue un secreto.

Llegó al gran salón de la Nueva Fortaleza, donde la comida ya estaba en la mesa. Pescados en salsas de diferentes colores, algunos asados y otros en sopa. Grandes recipientes llenos de puré de papas, panes recién horneados y más cosas extravagantes. Parecía que volvía a estar en el sur, donde la comida siempre era tan extravagante y colorida, igual a Rocadragón. Lo más llamativo fue la carne del ciervo.

—Una caza muy afortunada y oportuna de esta mañana —comentó lord Manderly—. Pareciera que los dioses ya lo esperaban de este lado, mi rey.

Había algunos bardos en las esquinas tocando canciones alegres que varios hombres del fondo cantaban a todo pulmón. No se sabía la mayoría y solo por el ritmo podía ubicarlas. Casi no se adentraban los bardos al norte, no donde las festividades eran escasas y mucho menos durante la guerra de los cinco reyes. Ahora que la casa Frey estaba extinta, el paso de los Gemelos era libre y el comercio podía crecer entre las tierras de los ríos y el gélido Norte.

Los sueños de la Reina | GOT fanfic Donde viven las historias. Descúbrelo ahora