CAPÍTULO 15

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Caminaba desnuda sobre calles angostas y empinadas. A cualquier lado las paredes eran altas, de piedra y madera. Olía a mierda, pero el olor provenía de detrás de ella. ¿Por qué estaba caminando? Solo sabía que había algo al llegar a la cima de la colina, algo la esperaba.

Chilló cuando pisó una piedra, enterrándosela hasta que la hizo sangrar de su pie derecho. A pesar de eso, siguió avanzando entre las calles vacías cojeando un poco. Miró al cielo azul con el sol justo encima de ella, tan luminoso y caliente en esa ciudad. El calor nunca la molestó, no hasta ese momento. Tenía una fina película de sudor en todo su cuerpo, más en su frente y en sus axilas. Sus labios agrietados y su boca seca le suplicaban por agua, pero no había nada de eso.

El calor siguió aumentando con cada paso que daba. Pronto las gotas de sudor comenzaron a bajar por su frente y se estancaron en sus cejas. Se detuvo y volvió a mirar al cielo; seguía igual. Su pecho subió y bajó con su respiración lenta. El aire le irritaba los pulmones, su corazón latía con fuerza y sus ojos le comenzaron a arder.

El olor a mierda se fue atenuando de poco en poco, así pudiendo respirar mejor. Volvió a avanzar y mirar al frente donde se levantaba una enorme fortaleza de color rojo con las puntas de oro y agua cristalina corriendo por el suelo como un río. Estaba a unos cientos de metros y aun así la veía como la cosa más grande y maravillosa que nunca nadie pudo haber construido. Su familia lo había hecho. El rey Maegor el cruel lo construyó para su linaje inexistente, una belleza digna de un monarca Targaryen. Pero ya no era así, pues en cada torre estaba el estandarte rojo con el león dorado de la usurpadora.

Con renovadas fuerzas siguió su camino para encontrar el hogar que tanto había anhelado desde niña. Ya estaba cerca, ya estaba en King's Landing y no al otro lado del mundo. Ya no era esa niña vendida a su Sol y sus Estrellas. Tampoco la asustadiza princesa que no podía mirar a su hermano a los ojos.

El olor ácido le llegó a su nariz, lo que la hizo hacer una mueca. Fue un olor repugnante que le quemó la nariz con cada respiro. Luego le llegó el sonido de las llamas. Miró hacia atrás donde una enorme ola de fuego verde se alzaba sobre las paredes casi llegando al cielo. Era hermoso, un color tan brillante como las esmeraldas y tan poderoso como un dragón. Los gritos estallaron, sacándola de su ensueño.

Su aliento quedó atascado en su garganta cuando las suplicas y gritos de dolor llenaron su mente. Eran demasiados, tan altos y agudos que sus oídos comenzaron a sangrarle. El fuego siguió avanzando hacia ella, sin intención de reducir su velocidad, todo lo contrario, en realidad. Volvió su vista al frente donde estaba la fortaleza de su familia. Corrió sin importarle el dolor de su pie derecho.

A tan solo unos metros de la puerta unas manos la tomaron de los brazos. Gritó al sentir el ardor en su piel quemada, algo que nunca le había sucedido. Más manos se le aferraron al abdomen, las piernas, los pechos y el cuello. La arrastraron y luego la tiraron. Sus gritos fueron ahogados por las llamas que la consumieron hasta que no fue más que cenizas negras que se esparcieron por el viento hasta llegar al mar.



No durmió por dos días desde que tuvo ese maldito sueño. Aún podía sentir las manos aferrándose a cualquier parte de su cuerpo. A pesar de los baños todavía sintió el calor abrazador de las llamas verdes. No habló de eso con nadie, no cuando ya tenía demasiados ojos puestos en ella. No sería como su padre, no sería una reina loca.

Salió de su baño, las gotas cayendo en la alfombra, y se dejó caer en su cama con la vista fija en el techo. No tenía ganas de hacer nada ese día, solo tumbarse en su cama y dejar que el sol se ocultara en el poniente. Pero no se lo podía permitir, ese día tenía otra reunión con su pequeño concejo en la sala de la mesa tallada para discutir cómo iba el asedio de la bahía. Así que se vistió con su traje para montar y se puso el collar con la estrella pentagonal como único adorno.

Los sueños de la Reina | GOT fanfic Donde viven las historias. Descúbrelo ahora