Seal my fate

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La mañana del primero de agosto, encontró a Merlina sentada junto a la ventana de su habitación con sus ojos clavados en la línea de árboles que indicaba el linde del bosque y por el cual Tyler había salido muchas horas atrás. Lo miró cruzar el jardín e internarse en las calles de Jericó sin ver hacia atrás, sin buscarla... Tal y como le había dicho.

El sueño le había rehuido esa noche y el familiar alivio que traía agosto con la certeza de que el verano se terminaba, se convertía lentamente en una abrumadora desesperanza a medida que sentía que Tyler se alejaba de ella también.

Debía ser un alivio, pensaba, porque ella seguía odiando el verano con toda su calurosa pasión, con su pastos radiantemente verdes y con aquel deslumbrante sol dorado. Pero la melancolía que alguna vez la hacía sentir esa época, ahora se traducía en incertidumbre y sabía muy bien cual de las dos odiaba más.

Los primeros días del mes se había escurrido entre sus dedos sin hacer nada para apaciguar el sentimiento de vacío que crecía en su pecho. Se había concentrado en sus lecturas, en practicar con su chelo o en escribir para ignorar el sentimiento; pero en las noches permanecía acostada en su cama, con sus manos entrelazadas en el regazo sin poder sacar de su mente la discusión y las palabras de él, ahogándose en un sentimiento que nunca había experimentado.

¿Culpa, talvez? 

¿O era arrepentimiento?

Finalmente, había decidido que era suficiente.

Merlina se levantó de la cama, tomó una de las hojas que usaba para escribir su novela y comenzó a relatar una pequeña lista.

La mañana siguiente caminó hacia el Veleta, decidida en apegarse al plan que había ideado. Sabía exactamente lo que diría y creía tener una idea de como reaccionaria Tyler. Todo saldría bien, todo saldría como ella esperaba.

La campana sonó sobre su cabeza y su estómago se retorció.

Tyler estaba sentado en la butaca que solían compartir con una taza de café frente a él y el teléfono en sus manos. Merlina se formó en la fila, con sus ojos pegados a la espalda de Tyler. El ni siquiera levantó su mirada.

Tocó la lista que llevaba en su bolsa y se repitió mentalmente el plan que tenía. Se sentaría, establecería sus reglas y Tyler accedería. La ansiedad finalmente se desvanecería y ella podría seguir con las actividades que se había propuesto hacer ése verano.

Fácil y rápido.

Alargó su mano para tomar su café del mostrador y se giró, encontrándose con los ojos de Tyler clavados en ella. De repente, la sangre pareció detenerse en sus venas y Merlina tuvo que tragar con fuerza para conseguir el impulso que necesitaba.

Se deslizó frente a Tyler y él chico alzó una ceja.

— Miren quien decidió salir de su pequeño agujero —dijo Tyler, cruzándose de brazos.

Bien, aquello no estaba en sus planes pero era previsible.

— He estado pensando y creo que es necesario que establezcamos reglas.

— ¿Reglas?

— Si es que aun quieres que nuestro acuerdo siga en pie, por supuesto.

— Ah, sí. Nuestro acuerdo de enemigos con beneficio, ¿no? —respondió juntando sus cejas en un gesto completamente irritante.

Merlina no consideró necesario responder, pero soltó un sonoro suspiro para hacer evidente su frustración y luego, sacó la lista que llevaba en su bolsillo.

— Vaya, hasta hiciste un lista.

Merlina le lanzó una mirada fulminante.

— Te recuerdo que aun soy menor de edad y mi padre tendrá que firmar cualquier trato que desees hacer conmigo. 

Cruel Summer #WylerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora