Little Dragon (➾George Weasley & O/C)

Capítulo 31

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—Están ustedes locos—bramó Weasley

—¡Absurdo! —dijo Granger con voz débil.

—¡Peter Pettigrew está muerto! ¡Lo mató él hace doce años!—señaló Potter.

—Esa fue mi intención —explicó, enseñando los dientes amarillos—, pero el pequeño Peter me venció. ¡Pero esta vez me vengaré!

Y dejó en el suelo a Crookshanks antes de abalanzarse sobre Scabbers; Weasley gritó de dolor cuando Black cayó sobre su pierna rota.

—¡Sirius, NO! —gritó Remus, corriendo hacia ellos y separando a mi padre de Weasley—. ¡ESPERA! ¡No puedes hacerlo así! ¡Tienen que comprender! ¡Tenemos que explicárselo!

—Podemos explicarlo después —gruñó Sirius, intentando desprenderse de su amigo y dando un zarpazo al aire para atrapar a Scabbers, que chillaba y arañaba a su dueño intentando escapar.

—¡Tienen derecho... a saberlo... todo! —jadeó Remus, sujetando a mi padre—. ¡Es la mascota de Ron! ¡Hay cosas que ni siquiera yo comprendo! ¡Tienes que explicarle la verdad a Harry, Sirius! ¡Y Denébola... es tu hija!

Sirius Black dejó de forcejear, aunque mantuvo los hundidos ojos fijos en Scabbers, a la que Weasley protegía.

De acuerdo, pues —dijo Sirius, sin apartar la mirada de la rata—. Explícales lo que quieras, pero date prisa, Remus. Quiero cometer el asesinato por el que fui encarcelado...

—Están locos los dos. Ya he tenido bastante. Me marcho.

Weasley intentó incorporarse sobre su pierna sana, pero Remus volvió a levantar la varita apuntando a Scabbers.

—Me vas a escuchar hasta el final, Ron —dijo en voz baja—. Pero sujeta bien a Peter mientras lo escuchas.

—¡NO ES PETER, ES SCABBERS! —gritó Weasley con terquedad, obligando a la rata a meterse en su bolsillo delantero, aunque se resistía demasiado. Ron perdió el equilibrio. Harry lo cogió y lo tendió en la cama. Sin hacer caso de Black,

Harry se volvió hacia Remus.

—Hubo testigos que vieron morir a Pettigrew —dijo—. Toda una calle llena de testigos.

—¡No vieron, creyeron ver! —respondió Sirius con furia, vigilando a la rata/animago.

—Todo el mundo creyó que Sirius mató a Peter —confirmó el profesor—. Yo mismo lo creía hasta que lo vi en el mapa esta noche. Porque el mapa del merodeador nunca miente... Peter está vivo. Ron lo tiene entre las manos, Harry.

—Pero profesor Lupin: Scabbers no puede ser Pettigrew... Sencillamente es imposible, usted lo sabe.

—¿Por qué no puede serlo? —preguntó Remus tranquilamente, como si estuvieran en clase.

—Porque si Peter Pettigrew hubiera sido un animago, la gente lo habría sabido. Estudiamos los animagos con la profesora McGonagall. Y yo los estudié en la enciclopedia cuando preparaba el trabajo. El Ministerio vigila a los magos que pueden convertirse en animales. Hay un registro que indica en qué animal se convierten y las señales que tienen. Yo busqué «Profesora McGonagall» en el registro, y vi que en este siglo sólo ha habido siete animagos. El nombre de Peter Pettigrew no figuraba en la lista.

—Ignoras que hay personas que no se registran Granger, no todo el mundo es legal— hablé obvia porque para ser la declarada chica más lista, a veces se le escapaban cosas obvias.

—Denébola tiene razón —dijo Remus—. El Ministerio ignora la existencia de otros tres animagos en Hogwarts.

—Si se lo vas a contar, date prisa, Remus —gruñó Sirius, que seguía vigilando cada uno de los frenéticos movimientos de Scabbers—. He esperado doce años. No voy a esperar más.

—De acuerdo, pero tendrás que ayudarme, Sirius —dijo Lupin—. Yo sólo sé cómo comenzó...

Meditó un instante y añadió—: Con eso empezó todo... cuando me convertí en hombre lobo. Nada de esto habría sucedido si no me hubieran mordido... y si no hubiera sido tan temerario.

Remus comenzó a contar su historia, desde que fue mordido y cómo la había pasado mal siendo un niño-lobo que no podía obtener cura para su condición, así que cuando vino a Hogwarts, se hizo amigo de tres chicos que lo apoyaron y gracias a ellos pudo superar muchas cosas.

—¿Mi padre también? —preguntó Harry atónito.

—Sí, claro —respondió Remus—. Les costó tres años averiguar cómo hacerlo. Tu padre y Sirius eran los alumnos más inteligentes del colegio y tuvieron suerte porque la transformación en animago puede salir fatal. Es la razón por la que el Ministerio vigila estrechamente a los que lo intentan. Peter necesitaba toda la ayuda que pudiera obtener de James y Sirius. Finalmente, en quinto, lo lograron. Cada cual tuvo la posibilidad de convertirse a voluntad en un animal diferente.

—Pero ¿en qué le benefició a usted eso? —preguntó Granger perpleja.

—Porque los hombres lobo no lastiman a los animales—respondí automáticamente. Había estudiado a la especie de mi padrino desde que era una niña.

Remus asintió—No podían hacerme compañía como seres humanos, así que me la hacían como animales. Un licántropo sólo es peligroso para las personas. Cada mes abandonaban a hurtadillas el castillo, bajo la capa invisible de James. Peter, como era el más pequeño, podía deslizarse bajo las ramas del sauce y tocar el nudo que las dejaba inmóviles. Entonces pasaban por el túnel y se reunían conmigo. Bajo su influencia yo me volvía menos peligroso. Mi cuerpo seguía siendo de lobo, pero mi mente parecía más humana mientras estaba con ellos.

—Date prisa, Remus —gritó mi padre, que seguía mirando a Scabbers con una expresión de avidez.

—Ya llego, Sirius, ya llego... Al transformarnos se nos abrían posibilidades emocionantes. Abandonábamos la Casa de los Gritos y vagábamos de noche por los terrenos del colegio y por el pueblo. Sirius y James se transformaban en animales tan grandes que eran capaces de tener a raya a un licántropo. Dudo que ningún alumno de Hogwarts haya descubierto nunca tantas cosas sobre el colegio como nosotros. Y de esa manera llegamos a trazar el mapa del merodeador y lo firmamos con nuestros apodos: Sirius era Canuto, Peter Colagusano y James Cornamenta.

—¿Qué animal...? —comenzó Harry, pero Granger lo interrumpió:

—¡Aun así, era peligroso! ¡Andar por ahí, en la oscuridad, con un licántropo! ¿Qué habría ocurrido si les hubiera dado esquinazo a los otros y mordido a alguien?

—Ése es un pensamiento que aún me carcome—respondió Remus en tono de lamentación—. Estuve a punto de hacerlo muchas veces. Luego nos reíamos con niños insensatos e inmaduros, no medíamos consecuencias.

Continuó su relato hablando de cómo Snape los había descubierto gracias a una broma que James y Sirius le habían puesto a Snape, pero Dumbledore le había prohibido que comentara algo acerca de la condición de Remus. Por eso mismo había estado intentando durante todo el año, decirle a Dumbledore que él no era de fiar y que había sido amigo de Sirius.

—Entonces, por eso lo odia Snape —dijo Potter—. ¿Pensó que estaba usted metido en la broma?

—Exactamente —admitió una voz fría y burlona que provenía de la pared, a espaldas de Remus y mía.

Severus Snape se desprendió de la capa invisible y apuntó a mi padrino con la varita.