Ebrio depresivo | 2

21 3 17
                                    

—Ya, escúpanlo —supliqué—. Parecen dos padres que están por decirle a su hija que van a divorciarse. Me pone de los nervios.

Me eché un poco hacia atrás con una mueca y ellos intercambiaron una mirada. Luego, Douxie soltó un suspiro.

—Discutimos con Zoe y...

—Esa parte ya la sé —dije, y luego solté un suspiro—. ¿Que pasa, chicos? Digo, siempre tuvieron sus diferencias pero... estas semanas estuvieron un tanto... distantes —hice una pausa y miré a ambos—. Y tú, Douxie, pareces un maldito ebrio depresivo que no sabe que hacer con su vida —levanté ambas cejas con una mirada severa.

El mago se rascó la nuca y luego suspiró otra vez.

—Decidimos que ya no puedes quedarte aquí...

Me paralicé un momento. Respiré hondo y asentí, intentando no comenzar a gritar.

—Y... ¿Por qué discutieron? —pregunté en un tono más apagado—. Digo, creo que al menos debería saberlo... Antes de irme.

Me apoyé en la mesa y los miré a ambos.

—Lo intenté, Liz. En serio que lo hice. Pero... Zoe opina que es un riesgo que estés aquí. Podrías ser una... anomalía y...

Negué con la cabeza.

—Está bien. Lo entiendo.

—¿No estás triste?

Volví a negar.

—Tenía que pasar en algún momento. Y, además, no me gustaría estropear su... eh... amistad —sonreí ladeando un poco la cabeza—. Pero... ¿Por qué tu faceta de ebrio depresivo?

Sí, así lo estuve llamando y así lo seguiré llamando.

—Son temas... más personales. Cuando tenga el valor, te lo diré, Lizzie, en serio. Pero por ahora, ve a buscar tus cosas. Creo que te quedarás en mi departamento por un tiempo —se puso de pie y me sonrió, para luego agregar—: hermanita —y guiñó un ojo, a lo que yo puse los ojos en blanco.

Me puse de pie y me encaminé hacia el cuarto. Brendan estaba acostado, de igual manera que cuando lo dejé.

—¿Pasó algo? —me miró de reojo.

Oh, Dios, era muy raro. Daba hasta miedo. Era demasiado parecido a Jim.

—Nada importante... Solo tengo que recoger mis cosas. Tengo que irme. Pasaré un tiempo con Douxie —le sonreí algo desanimada.

No podía ser... Ese era el primer lugar dónde me había sentido cómoda. Arcadia era un lugar maravilloso, pero solo si era de por ahí.

Para alguien que había aparecido de la nada, no era un lugar demasiado acogedor.

—¿Quieres que te ayude? —preguntó con una mueca al ver que comenzaba a recoger mis pocas cosas.

—N-no es necesario —dije casi en un hilo de voz.

No sé en qué momento se había puesto de pie, pero ahora estaba a mi lado con una mano en mi hombro.

—Déjame —me empujó suavemente y con su magia comenzó a recoger unas cuantas cosas—. No te preocupes, Liz. No llores por ya no verme —bromeó.

Puse los ojos en blanco y me sequé una lágrima que caía por mi mejilla.

—Este es cómo mi hogar... —dije, y luego solté un suspiro.

—¿No eres de otro país? —preguntó mientras —aún con su magia— continuaba acomodando mis cosas en la mochila.

—Uh... sí, pero... es diferente —sonreí y recogí mi pelo en una cola alta. Hacía eso siempre que salía a algún lugar.

Yo En Relatos De Arcadia | Libro 1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora