Problemas | 3

29 5 13
                                    

2×1 pte 2


Caminé por la avenida principal, en dirección a la residencia Nuñez. Pensando.

Pensando en Zoe, en Douxie, en Jim, en Clara. Pero por sobre todo, en el tal Brendan...

¡Eran demasiadas coincidencias! Pelo negro, ojos azules, la estatura, su forma de hablar, ¡Su maldito apellido!

Por mi distracción, me choqué con alguien. Levanté la cabeza instintivamente y fruncí el ceño al ver a Douxie, con expresión preocupada.

Mi mirada se suavizó.

—¿Pasa algo?

Él, cayó en cuenta de con quien se había topado y frunció el ceño.

—¿Que haces afuera?

—Genial, otro más que ignora mis preguntas. ¿Está todo bien?

Una señora pasó por nuestro lado y nos miró raro, a lo que mi hermano se pellizcó el puente de la nariz.

—Sí, Elizabeth. Está todo bien —dijo con un tono que daba a entender que nada estaba bien.

—A mí no me andes mintiendo, ¿Que pasa? —me crucé de brazos.

Él negó con la cabeza.

—Nada que sea de tu incumbencia —aseguró—. ¿A dónde vas?

Ahora fue mi turno de negar con la cabeza. Tenía un aspecto horrible, como si le hubiera pasado un camión por encima. Sus mechones azulados estabas todos crispados, como si no se hubiera arreglado en siglos y su rostro estaba pálido y con una ojeras notables más allá de su delineador.

—A lo de una amiga —dije simplemente e ignorando todo instinto de investigación—. Prometí que cuidaría a su hermano, y no puedo llegar tarde.

Comencé a caminar, pero me dí vuelta después de dar solo dos pasos.

—Tu y yo vamos a tener una larga conversación cuando vuelva. Tengo mucho que decirte —lo señalé acusatoriamente, a lo que me miró raro y luego asintió.

Solté un suspiro y seguí mi camino hasta la casa de Clara. Me planté en el porche y jugué un momento con un mechón de mi cabello. Luego, toqué el timbre.

Los pasos aproximándose me indicaron que estaban por abrir la puerta. Lo que me sorpendió, fue ver a la señora Nuñez abriendo.

Fruncí el ceño y luego sonreí, para aparentar. ¡Eran más de las siete! Había tardado bastante en mi pequeño encuentro con Douxie, y era imposible haber llegado antes a la casa.

Los nervios se apoderaron de mí.

—Hola, señora —dije y puse una mueca—. Disculpe, eh, hola —sonreí nerviosa.

—No te preocupes, te entendí —su cara mostraba los sorprendida y complacida que estaba con el hecho de que hablara su idioma—. ¿Necesitas algo?

Asentí fervientemente.

—Sí... ¿Está Clara en casa?

La mujer ladeó la cabeza y asintió, dándome lugar para pasar.

Clara está arriba. Pasa, por favor, ponte cómoda —asintió, haciéndolo más evidente.

Agradecí y subí rápidamente las escaleras. Ni siquiera llamé a la puerta. Estaba muy confundida. Entré y cerré detrás mío. La chica estaba sentada en la cama, con aspecto confundido de igual forma.

Yo En Relatos De Arcadia | Libro 1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora