—Vamos —ordenó Jim, comenzando a bajar las escaleras de cristal.
Cuando se iluminaron, me paralicé un momento y mi respiración igual. Me pellizqué la muñeca para asegurarme de que todo era real.
Cada paso que daba aumentaba mi emoción, al igual que mis latidos.
Cada rincón estaba plagado de magia. No sabía hacia donde mirar.
Los troles nos miraban de reojo y murmuraban entre ellos. No le dí importancia y seguí andando.
—Esto es fascinante, Blinkie —exclamé dirigiéndome al troll azul, que caminaba muy digno con sus cuatro brazos en la espalda.
—Si, supongo que está bien —dijo sin prestarme mucha atención.
Caminamos un rato y atravesamos un puente de roca, pasando por encima de un gran vacío.
Miré al frente y sonreí.
—La forja del héroe... —murmuré mientras observaba cada una de las estatuas que me rodeaba. Mi mirada recayó en un punto en concreto: una pila de armas.
Me acerqué con cautela y rebusqué entre todo, ganandome una pequeña tajada en la muñeca. Nada grave, solo un rasguño.
Me volví a acercar al resto con algo entre las manos.
—¿Que es eso? —preguntó Jim mientras señalaba el arma que traía entre mis manos.
—Tranquilo, no es para tí —puse los ojos en blanco—. Ten —le entregué el martillo a Toby, el cual lo tomó con dificultad.
—¿Que...?
—Esta es tu arma. La vas a necesitar —afirmé con una sonrisa.
Miró el arma, confundido.
De la nada, dí un respingo.
—¡¿Que hora es?! —pregunté alarmada, agarrando por los hombros a Jim, el cual me miró con los ojos abiertos y sacó su teléfono del bolsillo.
—Las... siete treinta.
Lo solté, y suspiré aliviada.
—Debo irme —dije, acercándome a la salida de la forja y tomando mi mochila, la cual había dejado provisoriamente en un rincón.
—¿Que? No, no no, no, no. No puedes irte. No de nuevo —sentenció tomando mi brazo.
Pegué un tirón para soltarme.
—Lo siento... Do... mi hermano, va a matarme —expliqué—. En serio debo irme —sentencié colgando mi mochila en los hombros.
Jim puso una mueca de desaprobación.
—Bien —murmuró de mala gana, y extendió a Blinkie una mano, sin siquiera mirarlo.
El troll le alcanzó un Horn Gazle.
—Vamos... —dijo en voz baja mientras salía del lugar con el seño fruncido.
Puse los ojos en blanco, y lo seguí fuera.
—Necesito hablar contigo luego —me susurró cuando ya estuvimos casi afuera.
—Bien —dije en un tono seco y la voz más alta—, pero procura que no sea conmigo atada a una silla, amigo —sonreí dándole un golpecito amistoso en el hombro.
Sonrió con los labios cerrados.
—Adiós, poderoso Cazatroles —saludé en un tono irónico y sonriendo, mientras salía sindarle la espalda.
—Adiós, rarita —sonrió a su vez.
Ni bien dí unos pasos, la puerta se selló detrás de mí.
Supongo que podría calificar ese encuentro con un mayor puntaje.
Al menos, no estaba amarrada a una silla. Es una avance, ¿no?
Caminé hasta el bar, pensativa. Una extraña sensación me invadía el cuerpo. Cuando llegué, me puse el uniforme lo más rápido que pude. Me quedaba solo un poco grande, no era necesario cambiarlo.
Al ver que quedaba un rato para iniciar el turno, fuí a hablar con Zoe acerca del trabajo.
Me explicó que no debía hacer demasiado: consistía en sentarme en una silla, en un cubículo que había dentro del establecimiento, y atender a los clientes que llamaran.
Dijo que a veces no llamaba mucha gente, por lo que podía hacer otras cosas. Estudiar, por ejemplo.
Cuando se hizo la hora, entré en mi cubículo, el cual, antes de eso había sido ocupado por alguien más.
No hubo muchas llamadas, como mucho unas diez. Y la mayoría era de gente mayor con problemas con el internet, o su computadora.
Al terminar mi turno, estaba exhausta.
Entré a mi cuarto y me acosté en mi cama. No bien toqué la almohada, logré quedarme dormida.
***
Un estruendo me sobresaltó. Me senté en la cama y miré todo el lugar.
Estaba apenas iluminado por la tenue luz de luna que se filtraba por una pequeña y oculta ventana.
¿El detalle? Estaba abierta.
Un conejo de color gris me miraba con unos ojos marrones que son raros de ver en aquella especie.
Me puse de pie, sobresaltando al animal y haciéndolo correr.
Miré la escena del crimen por un segundo, incrédula.
A su vez, comencé a escuchar gritos provenientes del comedor.
—¡No, Douxie! ¡Tu escúchame a mí!
—Zoe, por favor. Sólo es una niña.
—Una niña que causará demasiados problemas si se queda.
Pegué mi oreja a la puerta.
¿Hablaban de mí?
—Zoe...
—Estoy harta —espetó ella—. ¡Harta! ¿Me oíste? Harta de que cada vez que te aparezcas en mi vida sea solo para pedir un favor y es solo porque sabes que no puedo decirte que no —sonaba destrozada—. Harta de que sepas que estuvo mal lo que hiciste hace siglos y aún así sigues intentando justificarlo solo con tu lealtad. ¡Harta, Douxie!
Los pasos se acercaron por el pasillo y se pararon cuando Zoe entró a su habitación.
El mago soltó un suspiro penoso y lastimero y pude escuchar que se dirigía a su habitación, haciendo pausa frente a la de Zoe, pero sin tener el valor para tocar. Simplemente, siguió su camino hasta la puerta del final del pasillo.
Muy bien, está claro que hay muchos secretos entre ellos. También está claro que los voy a averiguar, ¿Cierto?
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Yo En Relatos De Arcadia | Libro 1
Random-Ya fué mucho estudio -me dije a mi misma mientras soltaba un bostezo. Me puse de pie y me recosté. ~•~ Yo era una chica aparentemente normal. Aplicada y decidida. Tenía un fanatismo enorme por la saga de «Relatos de...