Hogar | 1

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Me removí en la cama cuando oí sonar el despertador. No quería abrir los ojos. No podía. Estaba demasiado agotada y la vagancia me ganaba.

Me arrastré un poco más cerca de la mesita auxiliar y apagué la alarma con un movimiento perezoso.

Me dí la vuelta y miré el techo. Tardé un momento en reaccionar dónde estaba. Solté un bostezo y me incorporé. Un aroma particularmente... extraño venía de la cocina.

Me levanté y me calcé con unas pantuflas que Douxie me prestó.

Caminé hacia el baño con unas pintas para nada agradables. Todo mi cabello estaba despeinado, las lagañas inundaban mis ojos e iba con un pijama que le robé a mi hermano ebrio depresivo.

Abrí la puerta sin siquiera llamar, puesto que Douxie estaba en la cocina. Podía oír su silbido.

—¡Pero que modales! —exclamó Archie desde el interior.

Cerré la puerta a toda prisa y sonreí de lado, algo apenada.

Apenas el familiar salió, me adentré al baño con una sonrisa de disculpa hacia el gato, que salía muy digno del cuarto.

Me lavé la cara y cepillé mis dientes y pelo. La humedad no lo favorecía en lo absoluto, ni bien dí la última cepillada se infló.

Puse una mueca mientras me miraba en el espejo y luego salí. El aroma particularmente extraño se hizo más intenso a medida que me acercaba hacia la cocina.

—Buenos días —saludé con la nariz tapada.

El mago se giró con una mueca hacia a mí.

—Buenos días, Liz —me sonrío con algo de vergüenza.

Me senté en la pequeña mesa sin dejar de mirarlo.

—¿Que haces? —enarqué una ceja.

—El... desayuno. O eso se suponía que era —miró la sartén un momento y luego negó con la cabeza.

Solté una risita y me acerqué a él. Lo moví suavemente y me posicioné delante de la estufa.

—Yo me encargo —le sonreí por encima del hombro, a lo que el asintió, algo confundido.

—¿Cocinas? —preguntó cuando ya estuvo sentado.

—Por supuesto que lo hago.

Revolví la mezcla en un bowl. Tuve que hacer todo desde cero.

—No lo sabía...

—No preguntaste.

Después de un rato, saqué varios panqueques del sartén y serví cereales.

En un plato aparte, serví leche para Archie.

Apoyé todo sobre la mesa y me senté. Hice un gesto al gato para que subiera y obedeció con una sonrisa.

—Vaya, pero que buen servicio —dijo mientras señalaba un panqueque para que se lo diera. Lo hice gustosa y él comenzó a comer—. Ay, Hisirdoux, ¿por qué tardaste tanto en encontrar alguien que cocinara? Uno no puede vivir solo de comida rápida —refunfuñó.

Comencé a reírme en voz baja y mi hermano frunció el ceño.

—No es chistoso —gruñó—. Las clases de Merlín no incluían cocina moderna.

—Ya, ya. Admite que hice algo bien —repliqué con una sonrisa burlona.

Él puso los ojos en blanco y sonrió.

—Lo hiciste bien —le dediqué una mirada severa, a lo que agregó—: Liz.

Asentí, conforme con lo que había dicho.

Yo En Relatos De Arcadia | Libro 1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora