¡Una cálida bienvenida! | 1

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El despertador de la habitación me sobresaltó. Seguía con los ojos cerrados, y en lo único que pude pensar es en el examen.

Mierda —murmuré para mí misma.

Cuando abrí los ojos me sorprendió ver que no había sido un sueño. Ví el mismo techo que la noche anterior.

Sonreí.

Me apuré a vestirme y salí de mi habitación, desbordando de felicidad.

Zoe esperaba afuera, con su habitual cara de amargada.

—Ten —dijo mientras me alcanzaba un plato de panqueques.

Los comí con prisa y salí del lugar luego de despedirme de Zoe. Me miró con mala cara, pero viniendo de ella, era normal.

Me encontré con el mago en la entrada de la preparatoria, me guío a un callejón y dejó caer dos cubos azulados en el suelo, los cuales se transformaron en un hombre y una mujer, los mismos que me había mostrado el día anterior.

—Por hoy, soy tu hermano mayor, ¿Oíste? —dijo en un tono autoritario.

Puse los ojos en blanco y comenzamos a caminar hacia adentro. Admiré cada pequeño detalle del camino. Las paredes, los cuadros ¡Todo! En mi país las cosas no son así, y sumándole que era la preparatoria de mi show favorito, era imposible no apreciar cada mínimo detalle del lugar.

Al ver la oficina del director, por poco salto de emoción. Obviamente me contuve, no podía ponerme a saltar delante del hombre.

—Hola —saludó el director— ¿Puedo ayudarles en algo?

Douxie asintió.

—Quiero inscribir a mi hermanita — dijo, a la vez que desacomodaba mi pelo con su mano.

Lo fulminé con la mirada, a lo que el hombre sonrió, supongo que fué porque es normal pelear entre hermanos.

—Papeles, por favor —sonrió con amabilidad.

Douxie sacó un par de hojas de un bolso que había llevado, y se las dió todas al director.

El hombre las ojeó, y al ver que todo estaba en orden, miró a mi supuesto hermano.

—¿Dónde están sus padres? —preguntó el hombre.

Pude ver el brazalete de Douxie brillando detrás de su espalda, y a los pocos segundos, mis padres entraron por la puerta.

—Disculpe, caballero —dijo mi madre—. Necesitaba ir al baño y mi esposo se perdió.

El hombre ladeó un poco la cabeza.

—Díle, mamá —exclamó Douxie—. Necesitamos inscribir a la pequeña Elizabeth —agregó, volviendo a desacomodar mi cabello. Lo codeé de manera sutil y él sonrió nervioso.

—Oh, sí —concedió mi padre—. Necesitamos inscribirla.

El hombre asintió, complacido al ver a mis figuras paternas. Luego de eso, los dos firmaron algunos papeles y me guiaron por un pasillo para sacar mi foto para la credencial.

Pasados unos quince minutos, un hombre me entregó la tarjeta. Tenía cara de odiar su trabajo. Eso no me desmotivó, por el contrario, sonreí al ver mi foto ahí.

Salimos de la oficina y susurré al mago:

—¿Elizabeth?

—Sí, bueno... —se rascó la nuca— fué lo primero que se me ocurrió.

Lo miré con mala cara pero luego sonreí.

—Bien... —dije luego, respirando hondo— ¿Cuál se supone que es mi nombre?

Yo En Relatos De Arcadia | Libro 1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora