Color Albaricoque: Pregunta.

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Color Albaricoque: Pregunta.

●Eren Jaeger.

El médico ha dicho que lo del día anterior ha sido producto del estrés, las largas horas sin dormir, los ayunos interminables, etc. La falta de cuidado en sí. Era un milagro que no hubiera caído desde antes o tuviera algún tipo de coma por no cuidarse correctamente. Al final lo único que tiene que hacer es comer correctamente a las horas que le corresponden, dormir las ocho horas programadas y no atragantarse de trabajo hasta no poder más.

Al volver a casa, la abuela Kushel le ha alargado las vacaciones para que pueda cuidarse y reponerse de todo el trabajo de casi dos años, por supuesto esto a Levi no le hizo pizca de gracia, pero al ser su madre no replico más de lo necesario, solo dijo que no era un niño y que bien podría regresar al trabajo en poco tiempo. Pero tanto ella como yo nos hemos propuesto a encerrarle en la casa con tal de que se cuide.

De que yo lo cuide.

Aunque a él la idea le parece muy absurda (Porque a su imagen, yo soy el que debe ser cuidado) para mí es como un bello regalo. Luego de todas las cosas que pasaron en la playa, creo que es como un golpe de suerte.

—Deberías hacerme una lista con lo que más te guste de comer. A partir de ahora me haré cargo de la cocina yo. —digo, pero él me mira con cara de pocos amigos. —Ya sé que no te gusta como cocino, pero prometo mejorar.

—Me gusta mi cocina tal y como esta. —dice suspirando. —No estoy invalido, aun puedo hacer...

—Nada. —le interrumpo. —Quiero cuidarte, apapacharte un rato. —le sonrió y él desvía la mirada hacia la ventana con un suspiro.

—Si nada se puede hacer. —me sonrisa se expande, de no querer ya habría hecho pelea.

Me acerco hasta donde esta y lo abrazo por detrás, al principio se tensa, pero luego de dejar salir una buena bocada de aire se relaja.

—¿No te gusta que te abrace? —pregunto.

—No es eso, no estoy acostumbrado al contacto físico. —hojea el libro que tiene en las manos y luego alza la vista, estamos tan cerca, que casi nuestras narices chocan.

—Yo haré que te acostumbres. —y lo besó en la mejilla.

Chasquea la lengua como si dijera que no hay más opción que resignarse, pero luego simplemente se deja querer por mí.

—Veamos una película. —propongo.

—¿En serio? No llevamos ni dos días de nuestro regreso y ya quieres ver...

—Ay, no hay nada que hacer, ni limpieza ni nada. Además, hay tantas películas por ver.

—No soy fan de eso. —replica.

—No eres fan de nada, tal vez del trabajo y mira cómo te ha dejado. —luego rio.

—Haz lo que quieras. —eso significa que sí.

Me quito de la cama y salgo hacia la cocina a preparar bocadillos, botanas y chucherías para pasar el rato.

Nunca pensé que pudiera estar tan feliz, de recibir una pequeña oportunidad de atravesar más allá del afecto paternal, crear un nuevo tipo de amor, con la esperanza de ser correspondido. Hace que quiera sonreír todo el tiempo, quisiera que este bello momento nunca se fuera, que duráramos así toda la vida, congelados para siempre en este instante.

Por primera vez siento las mariposas del amor en el estómago, revoloteando y haciendo un desastre dentro de mi organismo, van por mis venas, mordiendo todo a su paso, es una sensación agradable a su manera.

Me pregunto qué siente él.

Si siente las mismas mariposas en el cuerpo.

Me gustaría que así fuera.

Al regresar a la habitación con la bandeja llena de tazones, veo que está sentado en el piso con las puertas del mueble abiertas, al parecer buscando algo que ver.

—¿Qué te parece? —pregunta alzando una película.

—No la he visto. —me encojo de hombros y dejo la bandeja en el buró. —Aunque se ve interesante.

Él hace lo mismo de antes, ponerla en el DVD y luego ir a tirarse a la cama, roba un pedazo de queso de uno de los tazones, mastica lentamente.

—¿Te puedo hacer una pregunta? —digo sentándome a su lado.

—Ya lo estás haciendo. —responde maniobrando el control de la TV.

—¿Qué piensas de mí?

Se gira a verme, entre sorprendido y un tanto curioso por el hecho de haber formulado la pregunta.

—¿A qué te refieres?

—A eso, ¿Qué piensas de mí?

—Eres molesto. —pongo los ojos en blanco.

—No, bueno...—me lo pienso un momento, pero al final desecho la idea. —Olvídalo, nada.

Me mira y hasta que la película inicia correctamente no despega la vista de mí, como si estuviera analizándome.

—¿Te gusta besarme? —dejo salir de repente.

La pregunta le toma por sorpresa, aunque apenas y lo deja ver.

No me contesta de inmediato, en su lugar mastica lentamente del queso y del jamón de los tazones, parece que piensa que decir o la forma en que va a decirlo sin parecer burdo o avergonzado.

—No me disgusta. —responde.

—¿Qué? Eso no es una respuesta. Es decir, a mí me encanta.

—Eso lo sé.

—¿Entonces?

—¿Entonces?

—Oh, Dios, que fastidioso eres.

Con molestia le lanzo una almohada a la cara, como no la espera cae como costal sobre el colchón, se queja y cuando se intenta levantar para atacarme de vuelta, se lo impido poniéndome a horcadas, sin pensarlo demasiado le beso, se resiste un instante, como si no comprendiera del todo que estoy haciendo, aunque después parece que se deja llevar, separa más los labios e imita lo que hago, sin llegar a robarme protagonismo.

Cuando creo que he ganado, hace algo que no conozco pero que sin embargo me deja sin aliento en poco tiempo y tengo que separarme para respirar porque siento que puedo ahogarme.

Me separo bruscamente, me toco la garganta y jadeo como no pensé que podría hacerlo, cierro los ojos y trato de tranquilizarme, rehabilitar mis pulmones y volver a la normalidad.

— ¿Qué fue eso? —pregunto apenas en un susurro.

—Aun eres un niño si no logras saberlo. No me molestes de nuevo, para la próxima podrías salir llorando.

Dicho eso simplemente se pone de nuevo a ver la película, mordisqueando el queso como un ratoncillo ansioso.

—Se sintió bien. —susurro.

Gracias por leer.

Parlev.

Tinta de AcuarelasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora