Color Gainsboro: Alcohol.

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Color Gainsboro: Alcohol.

"Hoy es viernes, te he visto llorar desde el lunes. ¿Puedes dejarlo salir ahora? ¿Puedes dejar salir toda tu angustia? Míralo, con sus lágrimas, sigue sufriendo desde las lágrimas, pero soy el único que te ve llorar" – Are you out yet? De Anatomy Rabbit.

● Levi Ackerman.

No es necesario llegar hasta la puerta para saber que Mikasa está dentro de la casa esperando mi llegada; miro la hora en el reloj del celular, son más de las tres de la mañana, posiblemente va a reñirme más que como si fuera mi esposa o mi propia madre, y a esta última en realidad no le importa cómo es que llegue mientras avise mi paradero y no vomite en la sala, ni ensucie nada. Por lo que simplemente puedo empezar a quejarme de su estancia en mi casa.

Las manos me tiemblan demasiado, es como si la piel hubiese sido sustituida por gelatina, así que de alguna forma me cuestan dos minutos tratar de abrir la puerta principal y en realidad no termino abriéndola yo, si no ella, que tiene un semblante molesto y agresivo, como si fuera a lanzarse sobre mí en cualquier instante, lo cual siempre es una opción. Pero no lo hace, en su lugar pone una mirada triste y entra de nuevo, haciendo ademan de que debo seguirla.

Hay un leve aroma a azúcar quemada que inunda todo el lugar, no hace más que darme náuseas y un mareo incesante.

— Estás ebrio. —dice ella luego de tomar asiento de nuevo.

No es una pregunta, una afirmación agresiva, pero con semblante tratando de ser calmado y en orden, como esperando a que yo niegue todo.

—No sé porque te sorprende. —contesto dejándome caer de forma pesada en el sillón.

—Tenías mucho trabajo, tanto que los papeles te cubrían la coronilla, esa fue la razón por la que no quisiste acompañarnos a la presentación del examen de Eren. —Ahora si suena molesta... no, suena ofendida.

—Solo fue un examen. Aun no se titula ni es nada.

Su cara de pasividad se larga de vacaciones en cuanto yo digo eso, su mandíbula se aprieta y tensa los hombros, igual a como si fuera luchadora de box.

—No lo puedo creer, realmente eres un... —aprieta los labios y no dice nada más, las palabras se mueren allí.

—Adelante dilo, te mueres por hacerlo. —trato de retarla con la voz y las palabras. Hacerle decir lo que deseo escuchar, lo que he deseado escuchar todos estos años, pero que nadie ha dicho por miedo a conocer la verdad escondida detrás de esas frases.

—Estaba esperándote, realmente pensó que irías a verlo luego de todos estos años. —ahora suena triste. Arruga el ceño, como si fuera a ponerse a llorar en cualquier momento.

—Por Dios, ¿Qué es? ¿Un mocoso de tres años esperando por mamá? No me jodas. Él y yo legalmente no tenemos ningún tipo de lazo que nos una, eso se acabó en cuanto cumplo los dieciocho, no tengo ninguna obligación de ir a ver...

La frase se queda inconclusa, la palma de su mano queda roja gracias al impacto que ha dado en mi cara, golpeando tan fuerte que casi he escuchado como se ha fracturado mi mandíbula.

«No es suficiente.»

—No lo puedo creer...

Sigue sin decirlo, sigue sin hablar.

Sus palabras se quedan trabadas en la garganta, aguanta con todas sus fuerzas no ponerse a llorar del coraje o de la tristeza, no lo sé con exactitud.

—Espero, no, deseo que llegue el día en el que Eren vuelva solo para ver quién eres ahora, tal vez así deje de pensar en ti como lo ha hecho hasta ahora, de ser su ídolo, su héroe, seas simplemente el tutor que lo cuido por unos cuantos años.

«Dilo.»

— ¿Crees que eso es importante para mí? Tengo otras cosas en las que pensar.

«Grítalo.»

Nuevamente la expresión de su rostro cambia drásticamente, como si ahora hubiera sido yo quien la ha abofeteado.

«Escúpelo.»

Pasa un rato antes de que vuelva a reaccionar, se queda quieta, pensando en que decir, que hacer, si gritarme hasta quedase afónica, golpearme hasta que ya no tenga fuerza o simplemente ponerse a llorar e irse a dormir.

—¿No lo es? ¿Qué pasa? No lo entiendo.

—No es algo del otro mundo. Si me permites iré a dormir. —Con algo de movimientos restringidos me levanto del sillón y me encamino hacia mi habitación.

—Sé que no es verdad, me ha molestado lo que has dicho, si, lo acepto, ha sido cruel y malvado, pero sé que no es cierto, porque...

Dejo que termine de decir todo lo que tiene que decir, parece cansada, luce agotada, perdida y algo dolida, sonríe de esa forma y palmea mi hombro, pide disculpas por perder los estribos, dice que solo me he portado mal últimamente y que desea devolverme el favor de lo que yo le hacía cuando tenía mal comportamiento en la escuela o trabajo, incluso en la casa.

Sube a pasos lentos las escaleras, luego se detiene y se gira de nuevo.

—Annie será internada de nuevo, su corazón tiene fallas, no sé qué más hacer. En realidad, yo también soy mala persona, no he ido exclusivamente a Francia por el examen, la he llevado con un amigo para que trate de salvarla, pero ha dicho lo mismo que todos. Aunque me consuela que tú seas peor persona que yo. Al menos Eren tendrá más vida por delante, deberías sentirte afortunado.

—Lo estoy. —susurro, aunque ella no me ha escuchado.

—Siento haberte golpeado, pero...

—Lo entiendo, lárgate a dormir, molestas. —digo y ella sonríe.

—No vomites en la sala y toma un baño, hay café en la alacena, por si lo necesitas.

Segundos más tarde simplemente desaparece.

«No lo ha dicho, ¿Por qué?»

Necesito que lo diga, necesito escucharlo, de ella, de alguien, de quien sea, tal vez así me sienta menos aplastado debajo de una roca llena de cosas inservibles, tal vez si lo escucho pueda creérmelo y entonces ahora si pueda seguir el camino sin necesidad de mirar atrás. Si lo dice, posiblemente todo habrá terminado y yo no me sentiré de esta forma.

No lo sé.

Nadie lo hace.

Si seguir lo que dice la mente.

O lo que dicen los sentimientos.

A fin de cuentas, todo termina hecho una mierda.

Gracias por leer.

Parlev.

Tinta de AcuarelasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora