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Mía

La casa de Duki era impresionante. Situada en las afueras de la ciudad, tenía un jardín amplio, una pileta de ensueño y un ambiente que exudaba la mezcla perfecta de lujo y confort. Llegamos al lugar con Mateo, y al instante noté la diferencia en el aire. Era una de esas fiestas que prometían ser memorables, con una combinación de estrellas del rap y el reggaetón y un grupo de amigos cercanos que siempre aportaban su energía única.

—¡Che, Mía, mirá la pileta! —dijo Mateo, señalando el gran estanque azul que brillaba con el sol de la tarde. Su entusiasmo era contagioso.

—Es impresionante —le respondí, intentando mantener mi entusiasmo a pesar de los nervios que sentía.

Mientras caminábamos hacia la entrada, nos encontramos con algunos de los amigos de Mateo y otros conocidos del ambiente. Camilo estaba en la entrada, charlando animadamente con Emilia, que estaba acompañada por Duki. El grupo también incluía a Lit, Tuli, Rusher, María con su novio Rei, Tiago, Belén, Coscu, Big, Tatool, y Bizarrap (Gonza). Era un elenco de personajes destacados en la escena argentina, y eso añadía una capa de intriga a nuestra visita.

—¡Eh, Mateo! ¡Mía! —gritó Camilo, dándonos la bienvenida con una sonrisa amplia. Se notaba que estaba de buen humor—. ¡Qué bueno verlos! ¡Pasen, pasen!

Mientras nos dirigíamos a la pileta, empecé a notar las miradas. Aunque el ambiente era festivo, la gente de la casa y los amigos parecían estar en modo de observación, como si estuvieran tratando de descifrar una historia no contada. Me esforzaba por no dejarme llevar por la sensación de estar bajo un microscopio, pero la tensión era palpable.

—¿Qué tal, Mía? —me saludó Emilia, mientras Duki le pasaba una bebida. Ella estaba radiante, con una energía que contrastaba con la mía. La mirada de Duki también denotaba curiosidad, como si se preguntara qué estaba pasando entre Mateo y yo.

—Hola, Emilia. Todo bien —le respondí, sonriendo mientras intentaba relajarme.

Duki y Emilia nos mostraron el área de la pileta, que estaba rodeada de sillas y mesas decoradas con luces suaves. El lugar estaba lleno de música, risas y conversaciones, pero la sensación de estar en el centro de atención era innegable. Kara y Cazzu estaban en una esquina con su bebé, y la presencia de la pequeña añadía un toque de ternura al ambiente.

—Che, Mía, ¿te vas a meter a la pileta? —me preguntó Mateo, con su característico tono juguetón. El entusiasmo en su voz me hizo sonreír.

—Sí, claro —le respondí, mientras me dirigía hacia la pileta. Sabía que, aunque la situación era algo incómoda, un chapuzón podría ser justo lo que necesitábamos para despejarnos.

Nos lanzamos a la pileta y, mientras nadábamos, trataba de concentrarme en disfrutar el momento. La frescura del agua era un alivio, y las risas y conversaciones de los demás empezaron a desdibujarse un poco. Pero a medida que nadábamos, sentía que las miradas de algunos amigos se dirigían a nosotros. Había un aire de misterio en torno a nuestra relación, y aunque intentábamos mantenerlo en secreto, la curiosidad de los demás era difícil de ignorar.

—¿Todo bien? —me preguntó Mateo, notando mi incomodidad.

—Sí, solo que parece que todos están un poco más atentos a nosotros de lo que pensaba —le respondí, mientras nadábamos hacia el borde de la pileta.

Mateo asintió con comprensión. Sabía que no era fácil mantener nuestra relación en secreto, especialmente en un entorno tan social. Mientras salíamos del agua, envolvimos nuestras toallas y buscamos un lugar más tranquilo en el jardín.

Una segunda oportunidad || TruenoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora