Capítulo XVII. Comienzo

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Salir de casa, ir corriendo a toda prisa con su "desayuno" en mano le era un poco divertido, pero ahí iba, con su termo lleno, las ganas puestas y su mochila al hombro, no lleva libros ni va a la escuela pero iba a su trabajo.

Era el comienzo.

Lleva casi dos semanas en esa cafetería y era lo nuevo en su vida, jamás había tenido un empleo pero jura, que se estaba divirtiendo. Era una cafetería algo pequeña, estaba casi en el centro así que tomar solo un autobús de ida y otro de venida, le hacía gastar menos en su presupuesto, lo tenía todo planeado, la cantidad a ahorrar, lo que iba a gastar en transportes y su pequeña recompensa para comprarse "una paleta". Pero tenía que hacerlo, pagarle a su amigo y después el semestre.

Está en la parada del autobús, le da un sorbo a su desayuno y sonríe al sentir ese sabor, solo su madre hacía esos licuados y se lo había preparado solo a él.

Hace casi un mes que han salido de clases y no sabe nada de Tin, y ni como saberlo, no tenía teléfono, su computador apenas y lo encendía pero cada que tenía el tiempo, se la pasaba por ahí, esperando quizás un mensaje por alguna red social pero no había nada. Aunque tampoco era como si lo esperase.

Había considerado hacerlo, hablarle pero...
¿A quien engañaba? Le había "dicho" a Tin, que no iba a esperarle, que se fuera y no hablaran más, al menos eso quiso decirle pero no se atrevió, debía de ser sincero con él mismo, Tin era un cosa aparte que no cabía en su mundo, ni el en el suyo. Tal parecía que si había entendido el mensaje.

Baja la vista, niega al mismo tiempo y mejor hecha un vistazo a la calle, el autobús viene. Cuando se sube, se sienta como siempre a un lado de la ventana y mira el paisaje. ¿Tin estará bien en Corea? ¿Tin sabía hablar ese idioma? ¿El nunca iba a volver?

Suspira de nuevo y hace una mueca. ¡Basta!

Mejor se concentra en todo lo que ve para distraerse, al llegar a su empleo entra como desde hace unos días y se sentía increíble, saluda a sus compañeros, entra a la cocina y comienza su día. Unos postres que tuvo que aprender a hacer, unas ensaladas que eran pan comido y también, unas galletas que por poco y se le queman pero las sacó justo a tiempo.

A media tarde, estaba a una hora de salir cuando Nene la mesera, se asomó por la ventanilla y le sonrió.

-- ¿Ya acabaste? -- dice animada

-- Ya... solo espero mi salida o que alguien pida comida. ¿Tu ya te vas?

-- También -- sonríe -- pero ven. -- le dice discreto -- te buscan afuera. Una chico bastante agraciado.

-- ¿A mi? -- alzo una ceja

-- Hum.. -- asiente -- alto, guapo...

Can le miró unos segundos, hizo una mueca pero no quería salir corriendo y gritar de la alegría, ¿Era quién creía?.

Salió de la cocina, miró de un lado a otro esperanzado y quitó su buena cara cuando miró a ese chico, con una bolsa en su mano colgante de papel, le miró también con cierta curiosidad y Can cruzó los brazos. ¿Era de verdad? De todos, Pete era el último que quería ver.

-- ¿Tu qué? -- le mira -- ¿Vienes a reclamarme algo? En dado caso no es a mi a quien deberías.

-- Como siempre... -- niega -- Odioso.

-- ¿Qué haces aquí?

-- Hum.. -- le da la bolsa -- Me pidieron que te lo diera.

-- ¿Eh?

Ve lo que tiene dentro, niega mil veces y le devuelve esa bolsa.

-- Estas loco. -- se enoja -- no lo quiero.

A QUE NO ME DEJAS Donde viven las historias. Descúbrelo ahora