Por la mañana, Melissa es acariciada por los rayos de sol que surgen de la ventana. El canto de los pájaros la lleva a una refrescante sensación de paz.
En seguida busca a su amado ángel. La cama se encuentra vacía, sus ojos grises inspeccionan la habitación, hasta que finalmente lo localiza frente a la cocina.
Su piel pálida brilla como el rocío en las flores que crecen en primavera. Su espalda posee rasguños que ella misma trazó con sus propias manos, como prueba del exquisito placer que Asher le regaló a su cuerpo la noche anterior.
Una satisfactoria sonrisa se dibuja en sus labios, naturalmente la pelinegra los mordía, al tener en mente flashbacks de la unión de sus ardientes cuerpos.
Asher se dirige a la cama con una bandeja de madera que contiene su desayuno preferido de Melissa, junto con una pastilla anticonceptiva.
Antes del esperado evento, Dylan había encontrado el momento perfecto para hablar con el pelirrojo sobre educación sexual. Era un nuevo mundo para él, pero Asher comprendió perfectamente el tema.
Al ángel le hacía feliz la idea de ser padre. En diversas ocasiones había visto a distintos padres cuidar de sus hijos. Gracias a internet pudo comprender el importante papel que desempeña un padre para su hijo. Formar una familia le pareció lo más maravilloso que alguien podría vivir. Pero el cuerpo de Melissa era más importante y sagrado que sus propios deseos. La decisión estaba totalmente en manos de ella, algo que siempre respetaría y aceptaría sin importar qué.
—Buenos días, mi amor.
Asher deja la bandeja en la mesa que se encuentra a lado de la cama. Sin más, se inclina hacia Melissa para deleitarse con el sabor de sus labios.
—Buenos días, mi dulce ángel.
Antes de que Asher llegara a su vida, Melissa se consideraba una mujer vacía, un simple saco de polvo sin valor. Un conjunto de piezas rotas imposibles de pegar o reconstruir. Hasta que su amado Asher le mostró que no era un insignificante polvo, sino un conjunto de deslumbrantes piedras preciosas. Como Lavoisier decía: “La materia no se crea ni se destruye, solo se transforma”, eso era exactamente lo que hacía Melissa por sí misma, acompañada de su ángel, quien la alentaba a hacerlo.
El pelirrojo la salvó de todas las maneras posibles, pero sobre todo la amaba, sin poseerla, sin usarla, solo la amaba por su mera existencia. Para una mujer sin encontrarle valor a su propia vida, lo era todo.
—¿Qué tal dormiste, piedra preciosa?
Asher acaricia lentamente sus mejillas, hasta atrapar entre sus dedos su barbilla.
—Mejor que nunca mi vida. Tus brazos eran tan cálidos que me quedé profundamente dormida. — Sus ojos se iluminan de amor —. Hay que dormir otro rato mi vida.
La sonrisa de Asher se extiende de oreja a oreja, haciendo evidente la inmensa felicidad que le embarga el corazón.
—Ven aquí, preciosa.
Asher toma con firmeza las piernas de la pelinegra, y las entrelaza con las suyas. Envuelve su delgado cuerpo con sus tonificados brazos, disfrutando de la deliciosa suavidad de su piel desnuda.
—Te amo…
Dos palabras que salieron con fuerza del pecho de Melissa.
— Y no me importa que seas un ángel, y que tal vez no pertenezcas a este mundo. — Duda por un segundo en expresar sus más profundos deseos, pero Melissa ya no estaba dispuesta a silenciarse a sí misma —. Asher, yo solo quiero vivir a tu lado. Para ser honesta en lo más profundo de mi alma, deseo tener un hijo tuyo… Quiero formar una familia contigo, quiero compartir el resto de mis días contigo.
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Mi Dulce Ángel Guardián
Storie d'amoreMelissa una joven millonaria que tras tres intentos de suicidio, su madre contrata a un joven guardaespaldas con el fin de proteger su vida. Lo que no saben es que su verdadera identidad es la de un ángel guardián, el cual tiene una misión con respe...