13. La ruptura de la realidad

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El tiempo, ese enemigo silencioso y cruel, comienza a desdibujarse a mi alrededor. Siento que cada paso que doy me adentra más en un laberinto de sombras y espejos, donde nada es lo que parece, y cada reflejo es una distorsión de lo que una vez conocí. Mis recuerdos, esos fragmentos de lo que creía inquebrantable, se mezclan y fragmentan hasta convertirse en un mosaico caótico de imágenes y sonidos que no logro descifrar. La realidad, que alguna vez fue sólida, ahora se rompe como vidrio bajo presión, dejando solo esquirlas afiladas que amenazan con cortarme.

Camino por mi casa, o al menos por lo que queda de ella, y cada objeto parece estar impregnado de una extraña irrealidad, como si las cosas mismas estuvieran perdiendo su forma, su sustancia. Paso la mano por el respaldo de una silla, y por un instante, la sensación de su textura es normal, familiar. Pero al siguiente, la silla parece desvanecerse bajo mi toque, como si solo fuera una ilusión, una imagen proyectada por mi mente que ya no puede distinguir lo real de lo imaginado.

Mis pensamientos son un torbellino de confusión, y me siento como una náufraga atrapada en una tormenta sin fin. Trato de recordar cómo llegué hasta aquí, cómo empezó todo, pero mis recuerdos se entrelazan, se desvanecen, y cada intento de agarrarme a un pensamiento claro se disuelve en el vacío. Las personas en mi vida, aquellas que fueron mis anclas en el mundo, ahora parecen fantasmas, sombras de lo que eran, y no puedo confiar en lo que veo, en lo que siento.

Me detengo frente a la puerta de la cocina, el lugar donde solía preparar las comidas con Mark, donde compartimos tantas conversaciones y risas. Pero al abrir la puerta, la habitación que me recibe no es la que debería estar allí. Es diferente, extraña, como si hubiera entrado en otro mundo, en una versión alterna de mi propia vida. Las paredes son de un color que no recuerdo haber elegido, y los muebles son desconocidos, fríos, desprovistos de los recuerdos que solían llenarlos.

El sonido de una risa me hace girar la cabeza bruscamente, mi corazón salta en mi pecho. Mark. Por un instante, creo que lo he escuchado, que está aquí, pero la realidad me golpea con fuerza. No es él. La risa se desvanece en el aire, y lo que queda es un vacío que se siente como una burla cruel. Miro alrededor, mis ojos buscan desesperadamente algo que me ancle, algo que me devuelva la certeza de quién soy, de dónde estoy. Pero no encuentro nada.

Me recuesto contra la pared, sintiendo cómo mis piernas tiemblan bajo mi peso, y cierro los ojos con fuerza, intentando enfocar mi mente, intentando recordar cómo era todo antes de que comenzara a jugar con el tiempo. Pero cada intento es en vano. Las imágenes se mezclan, los rostros cambian, y mi propio reflejo se convierte en un extraño que no reconozco. ¿Qué he hecho? ¿Cómo llegué hasta aquí?

El sonido de un teléfono rompe el silencio, el timbre es agudo, insistente, y me arrastra de vuelta a la realidad, o al menos a lo que queda de ella. Me muevo con lentitud, como si estuviera caminando bajo el agua, y recojo el auricular con manos temblorosas.

—¿Hola? —Mi voz es débil, vacilante, y me sorprende lo frágil que suena.

—Maine, ¿dónde has estado? —La voz al otro lado es familiar, pero hay algo en ella que me pone los pelos de punta, una ligera disonancia que no debería estar ahí.

—¿Rachel? —pregunto, aunque el reconocimiento en su voz me dice que debería estar segura. Pero no lo estoy. Nada es seguro ahora.

—¿Estás bien? —insiste ella, su tono está cargado de preocupación, pero suena... diferente. Como si estuviera hablando con otra persona, como si no me reconociera del todo.

Cierro los ojos, intentando concentrarme, tratando de separar lo real de lo imaginado, pero cada palabra que escucho parece distorsionarse, transformarse en algo que no debería ser. Rachel, mi hermana, mi confidente, ahora suena como un eco lejano, como si estuviera hablando desde un lugar que no existe.

EFECTO MARIPOSA | [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora