18. La decadencia

7 7 0
                                    

El descenso es lento, casi imperceptible al principio. Como si cada día, una pequeña parte de mí se desvaneciera, se esfumara en el aire sin dejar rastro. Al principio, no quiero admitir lo que está sucediendo. Me aferro a la rutina, a las pequeñas cosas que aún puedo controlar, esperando que de alguna manera, todo vuelva a encajar, que la realidad que he construido se solidifique y deje de tambalearse bajo mis pies. Pero cuanto más lo intento, más rápido parece desmoronarse todo.

Las primeras señales de mi decadencia son sutiles, casi triviales. Noches en las que no puedo dormir, en las que mi mente corre en círculos, repasando una y otra vez las decisiones que tomé, las acciones que me llevaron hasta aquí. Las sombras en la habitación se alargan, y el silencio de la noche se convierte en un enemigo implacable, llenando el espacio con susurros que solo yo puedo escuchar. Me levanto de la cama, incapaz de quedarme quieta, y camino por la casa, sintiéndome como una extraña en mi propio hogar. El frío del suelo bajo mis pies es lo único que me recuerda que estoy viva, que aún existo.

Mark, en esos primeros días, intenta mantenerse cerca. Lo veo observándome cuando cree que no me doy cuenta, su mirada está llena de preocupación, pero también de impotencia. Sabe que estoy luchando, que estoy perdiendo esa batalla interna que me consume poco a poco, pero no sabe cómo ayudarme. Y yo, en mi desesperación, no sé cómo dejarlo entrar. Las palabras que solían fluir entre nosotros ahora se quedan atrapadas en mi garganta, y cada intento de hablar se convierte en un ejercicio de futilidad, en un recordatorio de la distancia que se ha instalado entre nosotros.

Empiezo a evitar a Mark, no por falta de amor, sino por miedo. Miedo a que vea lo que realmente estoy experimentando, a que descubra que todo lo que he hecho, todo lo que he sacrificado, no ha valido la pena. Me asusta la posibilidad de que él se dé cuenta de lo rota que estoy, de que vea que la persona que intenté salvar ya no existe, que ha sido reemplazada por alguien que no sabe cómo vivir en esta nueva realidad. Cada vez que él intenta acercarse, encuentro una excusa para alejarme, para encerrarme en mi propio mundo, donde las sombras y el silencio son mis únicos compañeros.

Las horas se convierten en días, y los días en semanas. Y con cada amanecer, siento que me desmorono un poco más. Mis pensamientos se vuelven oscuros, confusos, y la paranoia comienza a instalarse en mi mente como una mala hierba que se extiende sin control. Empiezo a dudar de todo, de todos. Me pregunto si esta realidad que he creado es siquiera real, o si es solo una ilusión, una fantasía en la que me he perdido.

Mis comportamientos comienzan a reflejar este caos interno. Empiezo a evitar no solo a Mark, sino a todas las personas que alguna vez formaron parte de mi vida. Las llamadas de mis amigos y familiares quedan sin respuesta, los mensajes se acumulan en mi teléfono sin que me atreva a leerlos. El simple hecho de interactuar con alguien se convierte en un esfuerzo que no puedo soportar. Siento que cada palabra que pronuncio es una mentira, una falsedad que me aleja más y más de la realidad.

Las noches, que antes eran un refugio de silencio, se convierten en un campo de batalla. No puedo dormir, y cuando finalmente lo consigo, mis sueños son un caos de imágenes distorsionadas, de recuerdos que se mezclan con pesadillas. Despierto jadeando, con el corazón latiendo con fuerza, y la sensación de que algo terrible está a punto de suceder. Pero lo peor de todo es la certeza, creciente y abrumadora, de que ya no puedo confiar en mi propia mente.

Las alucinaciones comienzan de manera sutil. Primero, es solo un susurro en la oscuridad, un sonido apenas perceptible que se desliza por mi oído y me hace girar la cabeza, buscando algo que no está allí. Luego, las sombras en la casa parecen moverse por sí solas, adoptando formas que no deberían existir. Siento que estoy siendo observada, que algo o alguien me sigue, pero cada vez que me giro, no hay nada. Esta paranoia me consume, me carcome desde adentro, y me doy cuenta de que ya no sé qué es real y qué no.

EFECTO MARIPOSA | [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora