10. La rebelión interna

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El vacío que me rodea es implacable, pero en el fondo de mi mente, una verdad amarga comienza a asentarse: no puedo regresar al pasado que más importa. No puedo deshacer el momento que marcó el comienzo de nuestra separación definitiva, ese encuentro que nunca ocurrió porque lo arruiné con mis propias manos. Es un golpe devastador, uno que me obliga a confrontar la realidad de que ya no tengo acceso a ese punto crucial en el tiempo. No puedo volver a ese instante, y con ello, he perdido la oportunidad de corregir lo que salió tan terriblemente mal.

Pero mientras el dolor de esa realización me golpea, una idea comienza a tomar forma, una chispa de esperanza en medio de la desesperación. Si no puedo regresar a ese momento, tal vez aún pueda retroceder un poco más, a un punto en el tiempo donde las cosas no estaban completamente rotas, donde aún había amor, donde aún había una posibilidad de salvación.

Respiro hondo, permitiendo que ese pensamiento se asiente en mi mente. Me doy cuenta de que, aunque no puedo cambiar el hecho de que ese encuentro nunca sucedió, puedo intentar alterar lo que ocurrió antes, en los días y semanas que llevaron a nuestra ruptura. Tal vez, si regreso a ese pasado, a cuando las grietas apenas comenzaban a formarse, aún pueda salvar algo de lo que una vez tuvimos.

Con esa decisión, cierro los ojos y me preparo para el viaje. Esta vez, no estoy impulsada por el orgullo ni por la desesperación. Esta vez, lo hago porque necesito recordar lo que fuimos, necesito reconectar con el amor que compartimos, con la belleza que una vez definió nuestra relación.

Cuando el tirón en mi estómago regresa, lo recibo con una mezcla de miedo y esperanza, dejando que me arrastre hacia un tiempo más simple, más puro. Y cuando abro los ojos, me encuentro de nuevo en nuestro antiguo apartamento, pero todo se siente diferente. El aire es más ligero, más cálido, lleno de la promesa de lo que alguna vez fuimos.

Mark está en la cocina, preparándose un café. Lo observo en silencio desde la entrada, sin atreverme a moverme, a hacer ruido. Quiero grabar este momento en mi memoria, quiero absorber cada detalle, porque sé que este fue uno de los últimos días antes de que todo comenzara a derrumbarse.

Miro cómo mueve la cuchara en la taza, el sonido metálico resuena en el aire mientras el aroma del café fresco llena la habitación. Su cabello está ligeramente desordenado, y lleva esa camiseta vieja que tanto me gustaba, la que solía ponerme cuando quería sentirme cerca de él. Es un momento sencillo, mundano, pero es perfecto en su simplicidad.

Siento que mi corazón se aprieta en el pecho, una mezcla de nostalgia y tristeza que me invade, pero también una ternura que no puedo ignorar. Nos amábamos tanto, con una intensidad que a veces me asustaba. Nuestra relación era hermosa, llena de risas y complicidad, de momentos robados en medio del caos cotidiano.

Me acerco a él, mis pasos son suaves, apenas audibles. No quiero interrumpirlo, no quiero romper el hechizo de este momento. Pero cuando llego a su lado, él me siente y levanta la vista, sus ojos se encuentran con los míos, y veo en ellos todo el amor que solía ser tan natural entre nosotros.

—Maine, no te escuché llegar —su voz es suave, llena de afecto, y una sonrisa aparece en su rostro, esa sonrisa que siempre fue mi ancla, mi refugio.

No puedo evitar sonreír también, aunque las lágrimas amenazan con desbordarse. Me acerco más, envolviendo mis brazos alrededor de su cintura, apoyando mi cabeza en su pecho. Su calor, su olor, todo es tan familiar, tan reconfortante, que por un momento, puedo olvidar todo el dolor que vino después, todo lo que hemos perdido.

—Estaba pensando en lo afortunada que soy de tenerte —susurro, permitiendo que la verdad salga, sin pensar en lo que podría desencadenar.

Mark me rodea con sus brazos, su abrazo es firme, protector, y siento cómo su cuerpo se relaja contra el mío. Es un sentimiento tan abrumador, tan completo, que casi me ahoga. Pero no me aparto. Quiero quedarme aquí, quiero recordar este amor, esta paz, que alguna vez fue todo lo que conocía.

EFECTO MARIPOSA | [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora