Nuestra realidad

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A nadie le pasó por alto aquel encuentro y los ojos indiscretos estaban clavados en ellos. Ángelo adivinando lo que querría Alessandra ya había enviado a Gabriela a solicitar un salón discreto. Mientras tanto se acercó a Sebastián quien estaba junto a Francesco y los D'ambrosio.

-¿Sabes si tiene algún arma? -le preguntó discretamente a Sebastián a sabiendas de que los demás estaban escuchando-.

- ¿Crees que hará algo? -le preguntó Sebastián-.

- ¿En serio Sebastián?, olvidaste como es ella -le respondió con un bufido-. Hay que estar preparados para todo.
¿Gabriel?, alguna idea.

- Hace años le regale una pistola pequeña, capaz de ocultarla en su muslo o hasta en el escote si tiene espacio.

- O sea estamos fritos -respondió con resignación-.

- Si la conserva... probablemente -le respondió Gabriel riendo-.

- Pero tengamos un poco de fe en ella Ángelo. Alessandra a madurado y dudo que se atreva a hacer algo que haga enojar a Tatiana -intervino Francesco-.

- La evidencia me hace dudar de Alessandra y sus ataques de ira. Olvidaste que hace poco se lanzó como una kamikaze contra los Napoli.

- Ángelo... Alessandro la dejó a cargo de la familia y hay que respetar su decisión. Debes dejar que maneje esto a su manera -intervino Gabriel-.

Mientras tanto Luciano observaba con una sonrisa esta situación. Amaba a Alessandra y sus ataques de ira, amaba su intensidad y su determinación.
La amaba desde que tenía uso de razón y siempre la admiró por su determinación y su resiliencia. Cuando era niño quería ser como ella, seguro, decidido y con la habilidad de enfrentarse a cualquiera sin temor. Por eso la seguía donde fuera, siempre fue su sombra hasta que lo dejó por su nueva vida en Londres.
Fue capaz de dejarla ir con tal que fuera feliz con su nueva vida lejos de esta miseria, pero siempre tuvo la esperanza de algún día recuperarla y ahora que había vuelto no perdería esta segunda oportunidad.
Debía deshacerse de Massimo y fuera quien fuese el que hubiera invitado a su ex, le estaba haciendo un favor muy grande.

Alessandra estaba furiosa, quería deshacerse luego de la sombra de Laura y abrir de una vez por todas esos ojos mojigatos. Dentro de todo, esta era la mejor oportunidad para poder escupir todo lo que pensaba.
Se encontró con Gabriela por el camino y su amiga le indicó un lugar privado para conversar. De reojo miró a su familia y podía ver como todos estaban atentos a lo que sucedería. Era evidente que temían que hiciera algo descabellado, pero no arruinaría la ceremonia de su tía... o al menos es lo que pretendía.

Laura no estaba de acuerdo en ir a esta supuesta reunión. Desde el principio pensó que era un error asistir y la mentira de Nacho lo empeoró todo.
Sabía que era mentira eso de la conversación civilizada, con Massimo eso no existía y esa mujer, la ex novia, tenía un aura intimidante que le daba miedo. Parecía más peligrosa que Massimo y él la seguía como perro faldero, y ni hablar de Nacho que estaba igual.
Los celos afloraron, ¿Por qué esa mujer ejercía ese poder sobre ellos? Esa perra tiene bajo su poder a los dos hombres más importantes de su vida y la había anulado al nivel que ninguno notaba su presencia.
Intentó zafarse negándose a participar en esta estupidez, pero el agarre de Nacho era fuerte y su mirada le dijo que era mejor que no intentara resistirse.

Llegaron a un salón alejado de todo y eso la atemorizó más. Podía suceder cualquier cosa y nadie lo notaría. Se sentía un poco más tranquila con Nacho a su lado, pero la realidad era que ambos estaban yendo directamente a la madriguera del lobo y ni Nacho podría evitar que terminaran como la cena.
Cuando entraron todos fueron directamente al bar a beber algo que los ayudara a poder soportar la situación. Se sentaron, pero Alessandra continuó de pie paseándose por el salón como un tigre enjaulado. 

365 días juntosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora