2| Un tarado guapo

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Morgan

Salí de casa de Andrea muy emocionada y mucho mejor pero de nuevo sentí esa sensación de vigilancia sobre mí.

Miré todas las direcciones y no vi nada fuera de lo normal, solo gente caminando por la avenida de esta calle.

—Taxi.—hice una seña con la mano y paró un taxi, afortunadamente.

Me subí no sin antes mirar atrás y contemplar mi alrededor, esa sensación me asfixiaba

Algo andaba raro.

—¿A donde quieres que la lleve, señorita?—me preguntó el joven de pelo claro y acento marcado.

—Via della Conciliazione, por favor.—dije la calle de mi casa y me acomode en el taxi.

Era un taxi diferente, más lujoso. Tenía las típicas ventanillas que suben y bajan para dar más intimidad a los clientes. Como dije antes, algo anda mal.

El taxista subió la ventanilla mientras me miraba por el retrovisor. Se suponía que estás ventanillas eran cerradas cuando el cliente lo pedía o cuando el taxista estaba molesto.

¿O eso es en las pelis?

—Perdone...—empecé cuando la ventanilla alcanzo la mitad.

No pude continuar cuando unos gases empezaron a salir de debajo de los asientos. Mierda, iba a morir en un simple taxi.

La ventanilla se cerró al completo. Cogí un pañuelo de mi bolso y me lo puse en la cara, bien.

Mire a mi alrededor buscando algo con lo que apagar el gas pero no había nada, estaba todo limpio.

Empecé a toser cuando el pañuelo ya no fue de ayuda.

—Mierda.—fue mi última palabra antes de que me durmiera en aquel taxi.

❄️

Me dolía la cabeza y sentía que no podía respirar. ¿Qué coño ha pasado?

Reparé mi alrededor y me fijé en la ventana que adornaba la habitación, la luz que refleja me daba a entender que ya habían pasado muchas horas.

¿Dónde estaba?

—Veo que nuestra bella durmiente ya se ha despertado.—avisa una voz entre las sombras.

Todo está oscuro, excepto por un mini bombilla situado en el techo, pero en fin, no daba mucha luz.

—¿Quién mierdas eres?—pregunté, tocando las cuerdas que adornaban mis manos.

—Sembra che il grande criminologa alla fine non sia poi così bravo.—dice en italiano.

«Parece que la gran criminóloga no es tan buena después de todo»

—Ha parlato il codardo che fugge nell'ombra—menciono con asco.

«El cobarde que huye hacia las sombras ha hablado»

Con esa frase logro hacer que se separe de la pared y acerque a la luz.

Al ver su rostro, mierda.

Matteo Genovense. El puto mafioso de Italia, el rey del país entero.

Las imágenes que le han sacado mienten al revelar su rostro. Ese rostro perfectamente tallado por los dioses.

Un rubio de ojos verdes , con gran cuerpo.

Dios, apiádate de mi por jugar con el diablo. Como siempre dicen, la maldad está disfrazada de belleza, vive camuflado.

Ese era el vivo ejemplo.

—Tienes agallas para intentar hundirme, pero sigues siendo cobarde.—dice mientras se dirige a una mesa.

Si me va a torturar la lleva clara, no dejaré de intentarlo hundirlo. Para ello tendrá que matarme.

—Me importa una mierda tú triste opinión. ¿Vas a matarme? Porque si es así, te perseguiré en sueños hasta matarte yo.

Me miró expectante y por un momento creí que se contenía la risa, a ver, mi comentario era una mierda, era entendible.

—No tengo intenciones de matarte, al menos no aún.—dice mientras mira un papel en la mesa.

—Pues si no vas a matarme, ¿para que secuestrarme? ¿Es que te va el rollo siniestro?

Deja el papel y se acerca a mí. Se arrodilla delante mío y me toma del mentón.

—Te seré claro y breve, Morgan.—dijo mi nombre con su voz demasiado suave.

»—Si te hubiera querido muerta, no hubieras llegado ni casa de tu amiga. Quieres destruirme pero ambos sabemos que lo único que quieres es matar a dos pájaros de un tiro.

Mierda. ¿Podía saberlo...?

—¿Qué sabes tú? Eres un tipo que se esconde en las sombras para tener un imperio, que si no es poco, es una mierda de imperio.

—Morgan Miller Johnson, eres lista, hazme creer que matarme no será una buena idea.—murmuró más para si mismo.—Mira, te voy a hacer las cosas fáciles, ¿bien?

Me suelta en mentón con más brusquedad y se levanta. Va hacía la mesa y revisa el papel de nuevo, esto no tiene buena pinta.

En los cinco minutos que tarda en volver reparó mi vida entera. En la primera vez que visite Italia con mi tía Elena, la primera vez que monte en bicicleta y me caí por culpa de Ethan, la primera vez que hice un dibujo perfecto a los ojos de papá...

Momentos que ojalá se repitan, pero si estoy muerta o atrapada en la mafia no funcionarán.

—Te puedo ayudar.—dice de pronto.

Me sorprende su voz calmada y su reacción. Es sorprendente neutra. ¿Ayudarme? Venga ya, la gente delincuente solo piensa en su ego y beneficencia.

—Déjame dudar de tu sorprendente humanidad. ¿Para que me quieres ayudar? Lo tienes todo, bueno menos mi cadáver con sangre, claro.

—Alessandro Gambino, mi rival más fuerte, jefe de comando y dueño de una pequeña porción de Italia y por supuesto un asesino.

La palabra Gambino es una de las peores que he oído en mi vida, y por lo que veo un grano en el culo para Matteo.

—No me suena.—miento. Mi mente está en otra cosa.

—Te refrescaré la mente,  Niccolò Zanoli.

Hijo de...

Quito mis cuerdas y  cuando lo veo acercarse le doy un puñetazo en toda la nariz. Escaparé de aquí viva o con un rasguño. Pero lo haré.

Antes de que pueda reaccionar, le doy una patada en los huevos dejándolo doblado en el suelo. Bien. Ahí estará poco tiempo.

—Jamás repitas ese nombre, cabron.—digo antes de salir por la puerta y correr lo más lejos.

Estoy en una buena, y dios, como no salga de aquí, mi madre no me dejará descansar en paz hasta que entienda que era peligroso.

De La Mano Del Diablo Italiano Donde viven las historias. Descúbrelo ahora