Morgan
Seguía en esa habitación horrorosa de la mansión Genovense. Había firmado mi lugar en el infierno y sobre todo, había renunciado a todo por venganza.
¿Estaba bien? No lo sabía.
Daba vueltas sin parar, alrededor de la cama o incluso de mi misma. Quería irme a casa, dormir en mi cama y posiblemente saludar a mi perro.
Oh no, mi perro. Estará muerto de hambre el pobre.
—Ahora entiendo por qué mamá jamás en dejó tener animales.—digo antes de abrir la puerta y encontrarme a uno de los gorilas.
Este me miró atento pero no emitió ninguna palabra.
—Eh...Perdona, ¿podrías avisar a Matteo?—pregunto un poco intimidada por su altura.
Esperemos que Matteo sea comprensivo y me deje ir a por mi perro. Hasta ahora, el único encuentro aterrador que he tenido con él fue cuando tenía la pistola.
Para ser el jefe de la mafia es bastante tranquilo. O me parece a mí.
El hombre se mueve por el pasillo sin responder a mi pregunta, toca la puerta negra del despacho de Matteo y está se abre dejando ver a un Matteo cabreado.
—¿Que carajos quieres?—dice grosero.
Bien, no era buena idea llamarle. Siento el miedo desde aquí. Joder, me he dejado chantajear por la rabia.
¿Se había convertido en una persona amable solo para que firmara ese contrato que horas antes me hizo firmar? ¿Se podía ser tan cabron?
Me había dejado manipular por el gran jefe de la mafia. ¿Donde quedaba mi instrucción de la universidad?
Me metí dentro de la habitación y cerré la puerta. Relamente había firmado un pacto con el diablo.
Mire a mí alrededor y...bueno era una habitación de invitados, simple.
—A ver, piensa Morgan—murmuré bajo.
Mire la colcha y sábanas y la típica idea que se me ocurrió fue bastante simple.
La habitación estaba en el segundo piso, por lo que bajar con las sábanas no me mataría.
Cuando ate el último nudo a la cuerda, fue el peor momento para que me tocaran la puerta.
—¿Quién es?—digo alto mientras tiro la sábana por la ventana.
La puerta se sigue tocando y no responden, algo que me pone realmente nerviosa.
—¿Quién es?—digo más alto.
Me siento en el hueco de la ventana con una pierna colgando en el aire y otra dentro de la habitación.
Todo está locura empezó con venganza y me dije a mí misma que pensaría en Niccolò, pero ahora pienso en mi mal estar y en mi perro.
—Soy yo.—dice una voz masculina y grave, sin ningún rastro de amabilidad.
—Pues vete, no me interesa verte.—digo molesta y asustada.
He estado en millones de casos con criminales horribles, pero este nivel es diferente. Matteo Genovense es el rey de Italia, no le costará nada encontrarme.
Los otros criminales solamente tenían un problema con las agresiones y eso, pero no es lo mismo. No para mí.
La puerta se intenta abrir pero he sido astuta y he puesto la silla del escritorio para evitar que se abra.
Me armó de valor y me agarro a las mantas y bajo lentamente. Me siento Rapunzel cuando baja por su torre con su pelo, solo que yo no soy rubia.
La libertad está en mis manos, pero la esperanza no siempre es real.
Espero bajar hasta el pequeño jardín de los Genovense y cuando tocó el suelo, algo se asoma a la ventana de la habitación.
—¡Me cago en mis muertos!—grita Matteo, quién me observa desde el segundo piso.
Corro, como nunca lo hice, el miedo se apodera de mí cuando veo a gorilas apuntarme con armas.
Soy consiente de que no me mataran, para lo que sea que quiera Matteo, me necesita viva.
Salgo un pequeño muro ágilmente, y corro por una carretera que no conozco de nada. Estoy perdida y sin móvil.
Genial. Al menos sigo viva.
Es un buen punto.
❄️
No sé cuánto he camidno desde que escape de la casa de Matteo, pero la ciudad cerca no está, eso esta claro.
Ningún miserable coche aha pasod por esta carretera en las dos horas que llevo aquí.
Me resulta extraño que no haya gorilas persiguiéndome con los coches, algo que genera terror en mí.
Nunca he sido asustadiza, lo contrario, mi madre siempre decía que cuando se trataba de algo físico siempre era rápida.
Quizás pero eso me apunto a varios deportes.
Un motor resuena y me hago a un lado para hacer la típica señal de los extranjeros cuando pierden el bus.
La camioneta verde continúa si camino a varios metros de donde me encuentro, no ha pasado delante mío pero tampoco me ha visto.
—Venga, venga.—murmuro con la esperanza de que pare.
Una frenada fuerte me saca de mis pensamientos, cuando el coche se para, no sé si bailar, gritar o besar al hombre.
—Hola, querida.—me dice el hombre, que tendrá aproximadamente setenta años.—¿Estás perdida?
—Si, no sé si le importaría llevarme a Roma, al centro.—digo rápidamente.
—Por supuesto, querida. Sube anda, que te congelaras ahí.—el señor me abre la puerta y me permite subirme.
Agradezco el calor que hace dentro.
—¿Como te llamas jovencita?—me pregunta después de arrancar.
Pienso si decirle mi nombre real y la verdad es que no me aparece una idea buena. Ya no sé si puedo confiar.
—Katherine Gilbert. Me llamó Katherine.
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De La Mano Del Diablo Italiano
RomanceMorgan lo tenía todo y podía tener lo que quisiera, pero el destino era cruel y lo fue con ella. Matteo también lo tenía todo, hasta que en su camino se cruzó una joven pelinegra. El destino los puso juntos por alguna razón, pero... ¿La descubrirán...