11. Capítulo

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Lorena

Estaba muy nerviosa por lo que estaba pasando. No podía creer que esto estuviera pasando.

—Maldita sea Mafe tenía razón. Germán debemos hacer algo.

—No hay mucho que hacer, Calle se ve muy decidida a lo que quiere.

—Pero no puede ser Germán, recuérdalo.

—Al menos no podrá salir por ahora.

—¿Encontraste a la enfermera?.

—No, no pude hacerlo.

—Eres un bueno para nada.

—Lorena la verdad se acerca, no hay marcha atrás.

—Jamás Germán, me escuchaste.

Salí de la casa y fui al lugar de siempre, necesitaba relajarme.

—Hazme olvidar...

Poché

Hoy no era un buen día. La ausencia de Calle me estaba pesando y mucho.

—Ya deja esa cara, la señorita Calle volverá pronto.

—Lo sé, pero la extraño mucho. 

—Te pegó duro el enamoramiento.

—A ti también —dije y sonrió.

—Si, no lo voy a negar, además hay algo que quiero comentarte.

—Dime amigo.

—¿Qué piensas si le pido matrimonio a Tere? —me sorprendió su pregunta.

—¿Pensé que no querías casarte?.

—Después de aquel día ella ya no ha dicho nada, porque entendió que yo la amo con toda mi alma, pero no sé me puse a pensar en que si vamos a estar juntos para siempre ¿Por qué no hacerlo? Los dos estamos comprometidos con la relación, sería por una celebración para que todos disfruten con nosotros nuestro amor.

—Hermano si tu quieres casarte hazlo, tienes todo mi apoyo. Eso si, tengo que ser la madrina —se rió y me abrazó.

—Gracias Poché te amo hermanita. Y ánimo, que la señorita Calle ya vendrá.

Asentí y sonreí.

Seguí con el trabajo hasta que se llegó la hora de salida.

Mañana iría a ver a mi papá lo cual me emocionaba mucho. Me fui para el río porque necesitaba sentir a Calle cerca y de alguna manera estar aquí me hacía sintirlo.

Nadé por un buen rato hasta que vi que la noche se empezaba a notar. Estaba por abrochar mi pantalón pero la voz de alguien lo impidió.

—¿Ya te vas? —no esperaba verla aquí.

—Eee si, ya se está oscureciendo y...

—¿Le tienes miedo a la oscuridad? —se acercó.

—No, pero... pues ya debo irme.

—Que lástima y yo que venía a nadar. ¿Y si me haces compañía?.

Pasó su mano por mis brazos, tragué grueso.

—¿Te pongo nerviosa María José?.

—Señorita Emiliana ¿Qué está haciendo? —dije muy nerviosa.

—Nada, bueno te estoy invitando a nadar conmigo.

—No puedo, ya tengo que irme.

Intenté nuevamente abrochar mi pantalón pero no pude, sus manos no me dejaron.

Por Amarte a TiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora