1. Capítulo

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Daniela

El día de la competencia se adelantó, sería mañana y como es a primera hora pues viajaría a la hacienda ese mismo día.

—¿Lista Calle?.

—Si, muy lista.

Era mi turno junto a mi amiga Belina, así que sin importar el resultado me lo disfrutaría.

Anunciaron mi entrada y la verdad es que sentí que lo estaba haciendo bien, no tuve muchos errores y cuando terminó me sentí relajada. Además estaba motivada pues iría a mi lugar favorito.

Empezaron a dar el punteo de cada uno y salté de alegría al saber que había ganado el primer lugar.

Marcela quien siempre me acompañaba celebró conmigo el triunfo.

—¿Vamos a celebrar? —preguntó emocionada.

—Gracias pero no puedo, adelanté mi viaje a la hacienda así que me voy hoy.

—Es verdad, me harás mucha falta.

—Dramática, solo son unos días.

—Eso dices ahora. Pero te conozco Daniela Calle y sé que serán más días, tú amas ese lugar.

—Lástima que no viva allá. Mi prima Emiliana es muy afortunada.

—Por cierto ¿Ya le hablaste?.

—No, sabes que ella es especial. Es más creo que vamos a vivir en el mismo lugar y ni nos vamos a ver, mucho menos hablar. Oye ¿Por qué no vienes conmigo?.

—¿Y si le molesta a tu tía?.

—Para nada, mi tía es la mujer mas linda del mundo. Te confieso que en ocasiones desearía que ella fuera mi mamá.

—A mi también me gustaría. Además se parecen mucho y no sé por qué. Tu tío biológico era don Roberto. ¿Y si ellos eran familia? Tienen el mismo apellido.

—Estás loca Marce, obvio no. Mejor vamos a almorzar porque me tengo que ir.

—¿Y cómo vas hacer? Si hasta caballo llevas.

—Mi tía dijo que su mano derecha me iba a ir a recoger.

—Uuy cuidado y te enamoras de un salvaje.

—¿Salvaje?.

—Si, ya sabes. De alguien de campo, dicen que son sumamente salvajes en la cama y que...

—Mejor cállate —nos reímos y nos fuimos a un restaurante. Obviamente en todo el camino no dejó de molestar con su salvaje.

Llegada la hora fui a traer mis maletas. Pensé que mis padres iban a estar para decirles adiós pero nada.

Sin embargo iba feliz, muy feliz.

Marce fue a despedirme y prometió llegar por lo menos unos días de visita.

Fueron al rededor de tres horas de camino y cuando llegamos mi corazón se sintió bien.

—Llegamos señorita —anunció el chofer —Me indica por donde seguir.

—Una persona nos está esperando, me bajo y veo si hay alguien.

—No, yo lo hago. No sabemos cómo son las personas de aquí.

—Por eso no te preocupes, aquí no hay mucho peligro —me bajé y vi para todos lados.

No veía a nadie que fuera trabajador de la hacienda. Me giré y justo cuando lo hice resbalé haciendo que casi me fuera al suelo. Y digo casi porque alguien me sujetó de la cintura evitando mi caída vergonzonsa.

Por Amarte a TiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora