Capitulo 9

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Contemplaba el techo de su recamara, como si fuera lo más interesante del mundo ¿Lo era? Obviamente no, ¿Tenía ganas de hacer otra cosa? No, todo su cuerpo pesaba horrores, temblaba de frío, a pesar de estar sudando por la fiebre, sus ojitos llorosos ardían, su garganta raspaba al pasar saliva y ni hablar de su aspecto, trato de abrigarse con una de sus cobijas, sin embargo sus movimientos fueron algo torpes y sin querer, cayeron al suelo, suspiro frustrado, ni de broma se iba a levantar. Desvió su mirada hasta un rincón, el cual era adornado por una bonita mesita blanca de porcelana, un espejo de cuerpo completo y justo a lado, se encontraba un perchero negro con detalles dorados, de el colgaba una camisa blanca, con las iniciales de cierta persona, la cual se convirtió en el dueño de los pensamientos del azabache estos últimos días.

Y de nuevo Sanemi ocupaba sus pensamientos, aunque el oji azul pensara en cosas muy diferentes y poco relacionadas con el albino, este de alguna u otra forma lograba colarse en su mente, sin permiso, sin pudor, típico de el ¿Cierto? Esperaba que Shinazugawa haya llegado con bien a su casa ayer y rogaba el cielo (Cosa que era poco usual en el ) que no haya vuelto a llorar, ¿Por qué? No tenia idea, pero no deseaba ver sufrir a su chico en completa soledad, el conocía ese sentimiento a la perfección, no tener a nadie para darte un abrazo justo en el momento que más lo necesitas, estar solo y que la única compañía sea tu sombra, aunque a veces incluso ella te abandona al estar sumergido en una total y profunda oscuridad.

Sacudió su cabeza, intentando borrar esos pensamientos, retiro su vista de aquel rincón, en un intento por dejar de pensar en el chico de piel canela. Ahora sus orbes zafiro contemplaban la puerta de su habitación con curiosidad, recordando como ayer por esa misma entrada, se asomaba una curiosa cabellera blanca y el momento repentino después de eso, un leve tono carmesí adorno sus mejillas al recordar como durmieron juntos, le gusto la sensación protectora que emitía Sanemi y estar entre los musculosos brazos. Sin embargo pensar tantas cosas aumento su dolor de cabeza, cada vez era mas insoportable, presiono un poco su frente, con la esperanza que el dolor disminuyera, pero no fue el resultado.

Con las pocas fuerzas que tenia, se levanto de su cama y a pasos lentos salió de su recamara, podía pedir a alguno de sus empleados que le trajeran el desayuno y unas pastillas ¿Por qué no lo hizo? Buena pregunta, ni el sabía el motivo exacto, simplemente no deseaba quedarse en cama y sentirse un inútil, también quería desayunar junto a sus padres y no solo, como casi siempre.

Llego hasta el comedor, grande fue su sorpresa al no ver a ninguno de sus progenitores, ni siquiera estaban servidos los platos, a excepción de uno solo, lo que significaba comer a solas, su estado de animo decayó más, sintiéndose fatal.

— Joven Giyuu, buenos días, en un momento servirán el desayuno.

— ¿Y mis padres?

— Tuvieron una reunión de emergencia, se disculpan por no estar.

Rodo los ojos, claro unas disculpas arreglaban todo ¿No? Es decir, usualmente servían, pero había días en los que simplemente no bastaban, como hoy.

— No quiero desayunar, bajare al rato, no me molesten.

Todos asintieron. Los ojos azules miraban el piso, rio en sus adentros, tal vez hoy estaba más sensible que otros días, iba caminar al pequeño cuarto donde tenían todos los medicamentos y cosas para primeros auxilios, pero su acción se vio interrumpida.

— Joven Giyuu.

— ¿Qué quieres? Dije claramente que no quería que me molestaran.

— Veo que te levantaste con el pie izquierdo, príncipe.

Ni lento ni perezoso, volteo rápidamente y busco con la mirada al dueño de aquella voz, lo vio justo donde terminaban las escaleras, cruzado de brazos y una sonrisa burlesca, casi de inmediato su mal humor se esfumo.

Prejuicios [SANEGIYUU]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora