Aboliendo las cadenas

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Capítulo 40: Aboliendo las cadenas

La proclamación de Syrio resonó en todo el recinto de artes marciales, captando la atención de todos los reunidos.

Fue realmente una visión rara presenciar a alguien declarar abiertamente su lealtad al hijo mayor del rey, atrayendo miradas curiosas desde todos los rincones de la arena.

En respuesta a la audaz declaración de Syrio, Viserys escuchó atentamente, su expresión era una mezcla de contemplación y receptividad.

—Espadachín, comprendo tus intenciones —comenzó, con voz cargada de consideración—. Pero si realmente aspiras a servir a mi hijo, tu dedicación debe ser inquebrantable y tus intenciones puras.

Con un gesto solemne, Syrio alzó su espada de hierro, jurando solemnemente su lealtad al joven Rhaegar Targaryen hasta el momento de su ascenso a la edad adulta, jurando salvaguardar su honor y autoridad.

Esta escena se desarrolló bajo la atenta mirada de aquellos ansiosos por discernir la reacción de la Princesa Rhaenyra desde su elevado punto de vista.

Rhaenyra mantuvo su actitud serena, su sonrisa inquebrantable mientras ocupaba su asiento con gracia.

Para los espectadores, parecía como si ella realmente se alegrara por su hermano y no mostrara ningún signo externo de preocupación.

Sin embargo, sin que la multitud lo supiera, Rhaenyra se pellizcó discretamente la raíz del muslo debajo de la manga, una sutil indicación de su conflicto interno.

Mientras tanto, Viserys observó discretamente la respuesta de su hija, reconociendo silenciosamente su compostura con un gesto de aprobación.

Viserys tomó la espada de hierro de Syrio y se la colocó sobre el hombro. Su voz resonó en toda la arena y dijo: "En reconocimiento a tu lealtad, te nombro instructor de danza real y te otorgo el título de Ser. Que cumplas tu juramento con fidelidad inquebrantable".

"La generosidad de Su Majestad no tiene límites", respondió Syrio con profundo respeto.

Con la conclusión de este trascendental evento, llegó a su fin el torneo que conmemora el quinto aniversario del reinado del rey y la reina.

Mientras tanto los nobles como los caballeros comenzaron a salir de la arena, siguieron el ejemplo del rey de regreso a la Fortaleza Roja, donde les esperaba un suntuoso banquete.

Entre la multitud que se alejaba, Rhaenyra se movía con aplomo, su semblante sereno pero delatando un indicio de conflicto interno.

Daemon la siguió, observando a su sobrina de cerca, con un destello de satisfacción bailando en sus ojos ante los sutiles signos de su incomodidad.

...

Mientras las suaves melodías de la música y el suave ritmo de la danza llenaban los pasillos de la Fortaleza Roja, anunciando la llegada de la noche, Rhaenyra se sintió desinteresada en las festividades y optó por retirarse temprano. Sus pasos la llevaron por pasillos familiares hasta que se detuvo frente a la puerta de su hermano.

Al detenerse, se dio cuenta de la rutina habitual de su peregrinación nocturna para ver cómo estaba Rhaegar desde que se había lesionado. El peso de la reciente propuesta de su padre seguía estando muy presente en su mente; La idea de forjar una alianza con su hermano era mucho más atractiva que un matrimonio con una desconocida.

Su mano vaciló al abrir la puerta, pero la risa tintineante de una jovencita la animó a avanzar. Sin pensarlo dos veces, Rhaenyra abrió la puerta.

Al entrar en la habitación, encontró a su hermano y Helaena tirados en la cama con un tablero de ajedrez entre ellos.

Juego de Tronos: Soy el heredero por un díaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora