El lamento de Aegon

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Capítulo 50: El lamento de Aegon

"Hermano..."

El rostro de Helaena se iluminó cuando vio a Rhaegar, su voz estaba teñida de miseria mientras llamaba.

Rhaegar la miró, su tono no era ni feliz ni enojado cuando preguntó: "¿Te están acosando de nuevo?"

"Aegon quiere mi pulsera..."

Las lágrimas corrieron por las mejillas de Helaena mientras contaba su terrible experiencia; Su joven voz temblaba de angustia.

"Veo."

Rhaegar ascendió y se arremangó la manga para revelar su propio brazalete.

Sin inmutarse, Aegon le dio una palmada en la cabeza a Helaena y la reprendió: "Soy tu hermano, no él. Deja de llamarlo hermano".

Helaena se estremeció ante el golpe, pero su mirada permaneció desafiante mientras se mordía el labio, negándose a acobardarse ante Aegon.

Sin inmutarse, Aegon continuó: "Deja de mirarme. Te daré una lección más tarde".

Se volvió hacia Rhaegar, tomó su pulsera y sugirió: "Dame tu pulsera. Así Helaena y yo podremos tener una cada uno, y yo ya no aceptaré la de ella".

Al ver la regordeta mano de Aegon extenderse, Rhaegar sonriendo con complicidad.

Pero antes de que los dedos de Aegon pudieran tocar el brazalete, otra mano interceptó los suyos.

¿Qué estás haciendo?

La expresión de Aegon cambió, su voz se tiñó de vergüenza mientras cuestionaba la arrepentida interrupción.

Con una suave sonrisa, Rhaegar respondió: "Ya que te gustan tanto las pulseras, te daré una".

Con un movimiento rápido, Rhaegar retiró su brazo, provocando que Aegon perdiera el equilibrio y se alejara tropezándose de Helaena.

Cuando Aegon cayó al suelo con un suave grito, intentó recuperar el equilibrio, pero sus esfuerzos fueron en vano.

Ruido sordo

La espalda de Aegon fue aplastada bajo el peso de un pie, lo que le hizo gritar de dolor.

—¡Ah! ¿Qué estás haciendo? Suéltame o llamaré a mamá...

Tratando desesperadamente de liberarse, Aegon intentó moverse, pero sus esfuerzos se encontraron con una feroz resistencia.

Rhaegar rápidamente se dio la vuelta y se sentó a horcajadas sobre él, sujetándole el brazo con fuerza y ​​dándole un ultimátum severo: "Le rompiste los dedos a tu propia hermana. Voy a romperle el brazo a mi propio hermano. ¿Te parece? ¿bien?"

-¡No, por favor, me equivoqué! ¡Suéltame!

Los gritos de Aegon resonaron en el pasillo mientras Rhaegar continuaba aplicando presión.

Incapaz de tolerar los incesantes lamentos de Aegon, Rhaegar se quitó los zapatos de piel de ciervo, se sacó dos calcetines amarillentos y los metió en la boca de Aegon.

"¡Tus propios calcetines, no importa!"

Rhaegar rió suavemente antes de agarrar a Aegon por el cabello y arrastrarlo afuera.

Habiéndole dado ya a Helaena un brazalete de reemplazo, Rhaegar tenía otro preparado en su cabina, especialmente para Aegon.

Mientras Helaena observaba a Rhaegar arrastrar a Aegon como si fuera un saco de patatas, se quedó congelada en el lugar, dividida entre querer seguirlos y ser atormentada por recuerdos fragmentados de un terrible incidente.

Juego de Tronos: Soy el heredero por un díaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora