Dentro del helicóptero, el viento aullaba con fuerza mientras Sam maniobraba con destreza la palanca. Wilkel miraba nervioso por la ventana, y Dan revisaba bolsos repletos de munición y granadas.
Sam, con una sonrisa dijo:
—En unos minutos estaremos en Miraflores. ¿Cuál es el plan para rescatar a Chad?
—¿Plan? —respondió el Wilkel—. Velga, mami. No moril tan rápido.
Dan, miró a Wilkel.
—Coño, Walkel. Si nos ponemos pesimistas no lograremos nada, mamawebo. Solo necesitamos entrar rápido, y encontrar a Chad... Eso es todo.
—No pues, rolo e' plan, care' bola.
—Exacto —agregó Sam—. Yo puedo aterrizar en el techo. Desde ahí, podemos bajar y buscarlo.
—Bulde e' fácil, ¿velda?
—Entonces te quedas arriba cuidando el helicóptero si sigues con tu maricoteo, chamo. Josefina, y yo nos encargaremos.
—Sobre eso... —respondió Sam—. Ese no es mi verdadero nombre... En realidad me llamó Samantha.
—¿Qué...?
De repente, un estruendo sacudió el helicóptero. Al parecer, un cohete había impactado en la cola destrozandola por completo.
—¡Sujétense! —exclamó Sam—, ¡Estoy perdiendo control!
El helicóptero comenzó a caer en picada hacia Miraflores. Las luces de emergencia empezaron a parpadear y el sonido del motor se empezó a volver cada vez más errático.
—¡Ahhh! —gritó el Walkel—. ¡Mieldaaa!
Las alarmas sonaban mientras qué el helicóptero se inclinaba peligrosamente hacia un lado. El viento aullaba burda, y los gritos de los muchachos eran cada vez más audibles por sobre el sonido del motor.
—¡Josefi... Digo, Samantha! —exclamó Dan, cagado... pero decidido—. Concéntrate. Usa los controles. Tienes que estabilizarlo.
Sam luchaba con los mandos, sus manos sudorosas se resbalaban mientras intentaba recuperar el control.
—¡No puedo...! —dijo con voz temblorosa—. ¡Está fuera de control!
El suelo se acercaba cada vez más y más; las calles de Miraflores se volvieron más nítidas y aterradoras con cada milisegundo que pasaba.
—¡Voy a moril, mano! —gritaba Wilkel—. ¡Voy a moril sin ver a mi hija!
Con un último esfuerzo, Sam gritó:
—¡Aguanten!
Ella tiró de la palanca con todas sus fuerzas, su rostro se contraía en una mezcla de concentración y terror. El helicóptero seguía cayendo, pero ella no se rendiria tan fácilmente. No, señor.
—¡Tú puedes, Samantha! —gritaba Dan sobre el ruido—. ¡Solo respira!
El helicóptero se sacudió violentamente, y el sonido del metal chirriando llenaba el aire de una manera muy tetrica. Las luces seguían parpadeando y la cabina se oscurecia momentáneamente una y otra vez.
—¡Mamawebo! —gritó Wilkel con lágrimas en los ojos—. ¡Por favol, Sam, haz algo!
—¡Eso intento! —dijo Sam con voz entrecortada—. ¡Sujétense!
Con un giro brusco, logró enderezar el helicóptero justo antes de que impactará contra el suelo, haciendo que aterrizará bruscamente dejando una estela de humo.
Un silencio tenso llenó la cabina mientras todos procesaban lo que acababa de suceder. Mientras qué el motor aún seguía rugiendo.
—¿Estamos... estamos bien? —preguntó Wilkel, con una respiración pesada.
—No lo sé —respondió Dan, mirando por la ventana—. pero tenemos que salir ya.
Sam asintió, aún temblando por la adrenalina.
Se miraron entre ellos, sabiendo que habían sobrevivido a lo peor, pero también, que ahora debían enfrentarse a lo que les esperaba afuera. La situación estaba completamente pelua.
Dan, con la voz firme, gritó:
—¡Tomen las armas! —apenas terminó de hablar, una lluvia de balas comenzó a silbar a su alrededor.
Los soldados de la PATRIA no andaban con rodeos. Claro que no, papá.
—¡Cúbranse! —ordenó Dan, mientras se lanzaba detrás de un viejo barril de metal.
Sam, con los ojos fijos en los soldados, no dudó ni un segundo. Con su rifle en mano, empezó a disparar, cubriendo a Dan y Wilkel.
—¡Tomaré este bolso! —gritó el Walkel, llevándose consigo una mochila con munición.
Las balas zumbaban como avispas furiosas. Sam apretaba el gatillo con determinación, cada disparo resonaba con eco a la par de los gritos de los soldados que caían al piso.
Pero entonces, un estruendo sacudió el suelo; las explosiones comenzaron a desgarrar los muros a su alrededor.
—¡¿Qué mielda está pasando?! —exclamó Dan, mientras una nube de polvo y escombros caían sobre ellos.
De entre la neblina surgió una figura imponente: un hombre con una máscara que recordaba al supremo comandante. Con un megáfono en mano, su voz sobresalió por encima del caos:
—¡Cabello, tú maldito gringo mató a mi gente! ¡Teníamos un trato...! ¡Ahora vengo a cobrar lo que me pertenece!
El rostro de Dan palideció al reconocer esa voz.
—¿¡Care' Chiabes!? —exclamó Wilkel.
—No me lo creo... —pensó Sam, mientras que sus manos empezaron a temblar aún más—. Supongo que tendremos que acabar con esto.
•••
Maduro, era incapaz de apartar la vista de aquella aberración...
...pero cuando volvió para compartir su repulsión con Chigüire, se encontró solo, y la puerta se cerró de golpe tras él.
—¡Jorge! ¡Abre la puerta! —gritó Maduro, su voz estaba llena de desesperación mientras golpeaba la superficie metálica—. ¡Déjame salir!
Mientras que desde el otro lado, Chigüire comenzó a reírse con desprecio.
Maduro sintió cómo el terror lo invadía mientras escuchaba el sonido del cristal quebrándose detrás de él. Se giró lentamente, su corazón latía con fuerza. Lo que vió le heló la sangre: aquélla cosa en el tubo había despertado, y su forma era grotesca. Una figura que alguna vez había sido mundialmente conocida, ahora se presentaba con un cuerpo mutado, garras afiladas como cuchillas, y un ojo sobresaliendo de su pecho.
—¡Chigüire! —exclamó Maduro con voz temblorosa—. ¿¡Qué has hecho!? ¡No puedes dejarme aquí!
—Pero claro que puedo —respondió Chigüire con una sonrisa fría—. Tú nunca fuiste parte de ese futuro del que hablamos.
—¡Pero teníamos planes! ¡Éramos aliados! —gritó Maduro desesperado—. ¿¡Por qué traicionarme así!?
—Aliados, sí... Hasta que descubrimos que tu incompetencia era un lastre. Lo siento, pero no sirves ni como marioneta, presidente. Ya no existirá gente a la que engañar, por lo cual, tú servicios ya no son requeridos.
—¡Perdón, no es mi culpa ser tan bruto! ¡Ábreme la puerta! ¡te lo suplico!
Un rugido ensordecedor sonó detrás de él.
—¡Por favor! ¡Puedo cambiar! ¡Puedo ser útil!
—Ya es demasiado tarde para eso. El Comandante tiene hambre. Al menos, sirve para algo.
Con una última mirada llena de gozo, Chigüire se alejó riendo, dejando atras el eco de gritos suplicas desesperadas.
El Comandante Supremo Intergaláctico con una voz profunda y distorsionada, sus ojos brillando llenos de sangre y con una ferocidad inhumana, dijo:
—¡Expropiese!
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The Walking Dead (Versión Venezolana) (EDITANDO)
Science FictionDaniel Barrios, es un joven estudiante de la ciudad de Maracay. Que tras golpear a un tuki en las bolas e ir a su casa y ver una mamaweba cadena del presidente, se da cuenta que un supuesto virus mandado por un tal Donal Trun (según el presidente)...