Arepa XII: Un nepe en la cara

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De repente un mamaguevo... digo, una voz familiar sonó en la radio dando un mensaje.

—Para todos esos supervivientos y supervivientas. Aquí hay un refugio, con cajas CLAP para todos cada semana y sin falta, esta vez si lo digo enserio. Pero solo para los que tengan el carnet de la patria, sino, no pueden entrar. Así que vengan cuerda e jalabolas... digo, pueblo soberano y patrioto. ¡Vengan! Aquí yo los mantengo siempre que me tengan como el presidente, pues, aunque de cualquier forma siempre lo seré, pero no soy dictador, claro que no. ¡Vengan! ¡Por qué todo somos un pueblo!

Dan y los chicos prestaron con atención lo que había dicho ese hombre. Al parecer incluso después de un apocalipsis zombie seguía jodiendo.

—Maduro. Después del apocalipsis, su gobierno fue lo peor que le pasó a Venezuela —dijo el gringo.

—El pendejo ni siquiera dijo donde quedaba —carcajeó Dan.

La radio volvió a sonar.

—Asi verdad. Se me olvido decir donde era. Puej es que soy loco ve. Es que capriles me tiene así. Ay, sonó raro. Preso es que deberia ese majunche... pero no nos cambiemos de tematicamente. El lugar queda en Caracas. Pueblo bonito. Como capriles... digo... ¿Cómo apago esto? ¡Apagate! Dios esto no se apaga. Comandante chiabes Perdóname.

—Se le olvidó decirlo otra vez. Mielda, ese pana es marico —dijo Wilkel, y empezó a reírse y Dan lo acompañó sorpresivamente.

El gringo seguía pensante. Aun le atormentaba el hecho de haber tirado así el cuerpo de su mejor amigo y no haberle dado santa sepultura.

El cielo empezaba a teñirse de un naranja claro con tonalidades de rosa, que junto con las nubes hacia una hermosa obra de arte. Quien hubiese creído que aun estando en el infierno verían tan bella obra de Dios.

—¿A dónde van? —preguntó el gringo sin dejar de ver la carretera.

—Yo pienso ir a... —dijo Dan, pero se detuvo. Pensó en lo que le había dicho a Wilkel y aunque no pensaba hacerlo, igual no tenia otra cosa que hacer—. A Caracas. Wilkel buscara a su familia y pienso ayudarlo.

Wilkel miró con sorpresa a ese joven antipático. Nunca hubiese imaginado que eso saldría de su boca. Al parecer si lo ayudaría. A pues, ¿en serio?

—Gracias, manao —dijo Wilkel—. No puedo esperar y ver si mi familia está bien.

El gringo soltó un suspiro, y luego volvió a tomar aire para hablar.

—Yo me llamo Chad Blake.

Dan miro extrañado al gringo, ¿por que de repente se presentaría?

—Yo me llamó Wilkelson Leal, brodel —agregó el Wilkel—. Es un placel.

Dan suspiró y se acomodó más en su asiento, después miró por la ventanilla del auto. El chico odiaba las presentaciones, pero era muy tarde para sentír pena.

—Daniel Barrios —finalmente soltó.

—Tengo algo que hacer allá —dijo el gringo—. Puedo llevarlos. Claro, si quieren.

—¡De bolas! —vociferó el Wilkel—. ¿Cómo no vamos a querel? ¿Eres marico?

Chad aún tenía cosas que hacer. Su misión aún no había acabado, y además, debía dar con alguien. Alguien importante. Pero les agradaba los chicos, y podría ayudarlos un poco. Nunca había visto un duo tan raro, pero por alguna razón, sentían un buena vibra con ellos.

—Necesitaremos un lugar donde dormir —sugirió Dan—. Por cierto, Walkel. Ya te puedes quitar la bolsa del Mercal de la cabeza.

•••

Mientras andaban en busca de un lugar seguro, se toparon con un gran centro comercial. Pero no era uno cualquiera, pues, estaba completamente abarrotado, lleno de púas. En la puerta había una pequeña hoja con un mensaje. Dan y los demás se bajaron, y se acercaron lo suficiente para ver qué decía la nota.

—Solo fío si me maman el güevo bien mamao —leyó Wilkel en voz alta.

—Eso no —bufó Dan—. La otra nota.

—El G.A.Z Boleta: El Grupo Anti-zombies Boleta.

»Aquí hay un grupo de supelvivientes. Si quieres sel palte del selecto grupo, pueden tocal la puelta, y si no, no estén jodiendo polque no dejan cocinal. Posdata, no se aceptan chavistas. –El Güevo Enmascarado.


—Creo que ya tenemos donde quedarnos —dijo el Chad.

Dan tocó la puerta. Se escuchó un tipo decir «mierda» y después un fuerte golpe. Segundos después, un tipo abrió una pequeña escotilla y asomó un ojo de iris marron.

—¿Ke lo ke, causa? —saludo Wilkel—. Somos unos supervivientos. Dejanos entrar ahí, ¿sisa?

—¡Mielda! —exclamó el hombre—. ¿Pero qué tenemos aquí? ¡Supervivientos!

—Eso dije, causa.

El hombre abrió la puerta de inmediato y los dejo pasar.

—¡Bienvenidos!

Ahora se podía apreciar mejor. Tenia una gorra con la bandera de Venezuela, una camisa blanca, unos shorts color caqui, unos zapatos deportivos que hacía juego, un barba de chivo y un pene realista tatuado en la cara.

—Yo soy el Gobernador de este pequeño centro comercial —afirmó—. Me llamo Rafael pero mis amigos me dicen Rafaelito. Un placer.

Los muchachos no prestaron mucha atención a lo que dijo. Estaban algo... extrañados con la apariencia del tipo. Osea, tenia un pene en la cara.

—¿Se lo dirás tú o se lo diré yo? —preguntó Wilkel a Dan.

—No quiero saber la verdad —respondió Dan.

—Bien —dijo Wilkel, y luego se dirigió al gobernador—. Mano, ¿por qué tienes un güevo en la cara?

—Vaya, ¿lo notaron? Pues, es que perdí una apuesta y me toco tatuarme el pene de mi amigo. Qué loco, ¿no?

—Lol —murmuró el gringo.

—Sí, la verdad es que me dolió bastante, y tuvieron como dos horas usando su pene de plantilla en mi cara. Pero oye. Es una buena anécdota para reír y contar a los nietos —dijo Rafaelito—. Bueno, no perdamos tiempo. Vengan, les daré un recorrido por el lugar.

El lugar estaba lleno de mucha gente, y algunos locales los usaban como dormitorios y otros como... burdeles. Si, así era. El Gobernador llevó a los muchachos a un lugar peculiar y fuera de cualquier moral humana.

—Bienvenidos a «Gargajo e' Loro» —vociferó el Gobernador al entrar extendiendo levemente sus brazos al aire.

Adentro habían mesas clavadas al piso con mujeres y hombres zombies desnudos. Carecían de brazos y dientes, amarrados por cadenas desde el techo. En su mayoría hombres se sentaban alrededor para tomar tragos, mientras que mujeres humanas con poca ropa atendían como camareras. Y extrañamente, una de ellas miró fijamente hacia ellos. Dan pudo jurar que era a él quien veía.

The Walking Dead (Versión Venezolana) (EDITANDO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora