Arepa II: Un viejo convive

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—Ay, papí —dijo Amigail adolorida—, así tan duro no.

El joven se sintió decepcionado al ver que aun seguía viva. ¿Y quién no? Cerró la puerta y empezó a preparar las cosas que llevaría en su zombitastico viaje. No podía negarlo, él se sentía emocionado.

Tomó un viejo bolso y lo lleno con algunas latas de mondongo, una navaja oxidada, unas gasas marrones, un blíster de paracetamol con dos pastillas nada más, un porrito por si acaso y unos binoculares con un ojo jodido. De echo no era mucho pero tampoco quería ir tan pesado, después se encargaría de conseguir más cosas en el camino... o eso pensaba él.

Mientras metía las cosas se le ocurrió algo. Tomó el palo de una escoba, unos cuchillos y una cinta. Y con una sonrisa en su rostro empezó a unir todo. El joven con su ingenio creo una especie de trinche mata zombis de bajo presupuesto. Vaya, eso ni a mí se me hubiese ocurrido.

Dan se puso el bolso, tomó su bate y lo colgó en su espalda. Luego tomó su trinche improvisada y su gorra snapback negra de la suerte para luego salir de su apartamento. Por fortuna Amigail no estaba, de seguro algún zombi se la había comido. Pobre, vaya dolor de barriga que le dará al muerto.

El joven empezó a bajar las escaleras hasta dar con el primer piso, miró a su alrededor, su viejo arrendador se le acercaba pero no por los cuatro meses de renta que debía, sino, porque el viejo quería un pesado de carne. El joven con su trinche atravesó el corazón del hombre, y luego la sacó de él. De la herida empezó a emanar sangre, una sangre casi negra y espesa. El viejo miró su herida y luego volvió a ver a Dan a los ojos. Su mirada sin duda era aterradora, unos ojos grises y sin vida. Mientras que la mirada del zombi daba risa porque era birolo.

El joven volvió a tomar impulso, y con su trinche súper criminal atravesó el cráneo de aquel sujeto tan molesto. A Dan le agrado hacer eso. Si, así es. La mente de aquel chico era siniestra. Tuvo malas experiencias con personas en su infancia y juventud, haciendo que odiase a casi todas las personas, para él, el apocalipsis zombi es lo mejor que le pudo haber pasado a la humanidad. El bicho estaba loco, mano.

Después de eso salió a la calle, las personas aun corrían despavoridas por la muchedumbre de muertos vivientes. Dan sin duda aprovecharía a las demás personas como distracción, tal vez sería algo cruel, pero de cualquier formas todos ya estaban muertos.

Empezó a correr por la acera en dirección a un estacionamiento cercano, si tenia suerte podía dar con un auto, y no sería difícil para él arrancarlo ya que mucho tiempo paso con su padre arreglando autos y sabia más de un truco. Sí, es muy conveniente.

De repente Amigail lo detuvo otra vez, pero sorpresivamente estaba calma a pesar del alboroto que los rodeaba. ¿Acaso al fin era una zombie? Pues no.

—Papí, llevame contigo —pidió Amigail en un aire de chica en apuros.

—No qué, saquese de aquí —replicó Dan—. ¿Cómo es qué puedes estar tan tranquila en un momento así, pana?

—Esos caníbales por alguna razón no me quieren morder —respondió Amigail, apuntando a los no muertos—. No saben la sabrosura que se pierden.

—No los culpo.

—Entonces, papí, ¿me llevaras con...?

La mujer no alcanzó a decir cuando un auto militar se la llevó por medio, haciéndola volar por los aire para luego caer como un costal de papas al piso.

—¡Mielda! —exclamó el muchacho al presenciar tal escena simpática.

Del auto militar salió un tipo con vestimenta verde, tenia una herida grave en su cuello y una pistola en su mano. Del lado del copiloto había otro hombre vestido igual que él, solo que ya estaba muerto con un agujero en la cabeza. Dan pudo deducir enseguida que el conductor fue mordido por su copiloto y este le disparó en el coco. Pero ya era tarde.

El tipo caminaba hasta Dan con un rostro serio e inexpresivo. El muchacho tomó su trinche con fuerza por si el militar intentaba martillarlo para el refresco. Pero el joven solo se detuvo unos momentos, miró al muchacho mientras que de sus ojos salían lágrimas de sangre oscura.

—Sé lo que pasa después —dijo, antes de meter la pistola en su boca y jalar del gatillo.

Dan miró como los sesos del militar adornaban la camioneta. La vista de los zombies de repente se posaron en el muchacho. El sonido seco de la Glock había atraído la atención de los caníbales. Mala leche.

El arma, la camioneta, esa era su salvación. Corrió hasta el militar que yacía en piso y tomó la Glock, una con un cargador que sobresalía del arma. Luego subió a la camioneta y cerro la puerta. Seguido de eso, dió marcha atrás llevándose a varios zombies por delante. De inmediato se acomodo en la carretera y dió rumbo a su nuevo destino.

El camino se la hacia difícil, tenia que maniobrar en la pista como Toretto si no quería estamparse con los muchos autos que se atravesaban en su camino. En una contingencia como esta era normal ver como los autos se colapsaban por el pánico que invade a las personas. Pero Dan con una camioneta podía fácilmente salirse de la carretera sin problema alguno.

Pasó un tiempo hasta que éste al fin había salido de la ciudad, estaba en caminos verdes, pensó que por ahí la concentración de vehículos seria menor y tuvo razón. Habían autos pero no tantos.

Cuando vió que ya no había peligro paró la camioneta a un costado. Tenia que deshacerse de algo antes de seguir, algo que estaba a su lado. Bajó del auto y caminó hasta el lado del copiloto, abrió la puerta y miró al inerte pasajero.

«Bueno, pana. Hasta aquí es que te puedo dar la cola

Empujó el cuerpo del militar hasta caer del auto, luego lo reviso en busca de munición y por suerte tenia dos peines y una beretta algo golpeada pero vendría bien de igual forma.

Caminó de nuevo a la camioneta y entró, de inmediato, empezó a requisar y dio con un hallazgo valioso.

«Hoy es mi día.»

Había una AK-74 pintada de negro en la parte de atrás. Sin duda le vendría bien.

El joven puso marcha de nuevo. Lo siguiente en su lista era conseguir mas comida. Ahora que tenia auto podía llevar más cantidad consigo. Todo marchaba de lujo para él.

En el camino divisó una vieja gasolinera, allí podría llenar el tanque, y por qué no, tomar algunas cosillas de la tienda.

El joven se estacionó. Cuando bajo del auto noto una moto «BERA SBR» con unos colores chillones. No le prestó mucha importancia y dejó llenando el tanque de la camioneta mientras iba de compras.

No había ni un alma dentro de la tienda, apenas se escuchaba el viento golpear las ventanas. El muchacho caminó sigiloso por el lugar, vió una caja CLAP y se asomó a ver el contenido, pero...

...no había nada.

—¡Quieto ahí, becerro! —exclamó un tipo con acento agropecuario detrás de él—. Caíste en mi trampa.

—Mamawebo —dijo el joven levantando sus manos al aire—. No te saldrás con la tuya.

—Nada, menol —replicó alzado, pero con algo de miedo—. Ya tengo suficiente con que esos causas quieran moldelme, pues. No sí bulde' loco. Tú solo te callas y me das todo lo que tengas, y nada de quital memoria del teléfono polque esa mielda también vale real. Yayajú, mamawevo. Yayajú.

De la nada un zombie salió del baño y distrajo al asustado tuki. Dan aprovechó la oportunidad y se dió la vuelta, lo tomó y se tiró con él al piso. Los dos chicos se vieron a la cara y después una expresión de odio lleno sus rostros.

—¡Tú! —gritaron al unísono.

The Walking Dead (Versión Venezolana) (EDITANDO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora