Prólogo

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Rodrigo miró desde su asiento como finalizaban la rutina con una sonrisa, totalmente satisfecho con el resultado. Se había pasado todo el verano practicando las próximas rutinas con las que estarían participando hasta clasificar para las estatales, y con algo de suerte, inclusive irse a las nacionales. Ser el capitán no era una tarea sencilla, pero se había esmerado para conseguir y ser merecedor de ese puesto aunque hubieran personas que no lo aprobaran por el simple hecho de ser hombre.

¿Quién había dicho que por ser hombre no podría liderar a su escuadra de porristas? El equipo se conformaba de todos, sin excepción. Fuera lo que sea que dijeran a sus espaldas, en él constaba todo el esfuerzo puesto para tener ese lugar y como desde entonces ha liderado por buen camino a su equipo.

—Muy bien, chicos. Eso lució fenomenal, pueden tomar un descanso de un par de minutos y seguiremos con el ensayo- se levantó de su lugar con una sonrisa, aplaudiéndoles.

Su equipo asintió a sus palabras y se dirigieron a la mesa de las bebidas, buscando algo para hidratarse. Rodrigo caminó hasta su propio grupo de amigos, enlazando su brazo con el de sus mejores amigos, Rubén Doblas y Alexis Maldonado, estando feliz en medio de ellos.

—¿Qué tal su verano, chicos?- cuestionó, capturando la atención de todos.

—Demasiado tedioso, extrañaba poder entrenar con todos ustedes- Rubén habló de primero, recargando su mejilla contra el hombro de Rodrigo.

—Fui de pesca, intenté trabajar pero decidí que eso no es lo mío- Alexis confesó, sacando una carcajada al grupo.

—¿Pescar? Por dios, consíguete una vida más interesante- Abril interfirió con una mueca desagradable en su rostro.

—¿Ah, sí? ¿Y qué hiciste tú, Abril? Cuéntanos- Alexis cuestionó, entrecerrando sus ojos.

—Claramente algo más espectacular que lo que hiciste, me fui de viaje al extranjero con mis padres, alquilamos una cabaña cerca del mar y conseguí este fantástico bronceado- Abril era reconocida por sus extravagantes gustos, siempre queriendo llamar la atención y presumiendo de todo lo que poseía.

Para nadie era desconocido que Abril tenía una envidia poco agradable hacía Rodrigo. Luego de que por medio de la votación no fuera elegida como la próxima capitana como tanto había alardeado por meses, sino que Rodrigo había tomado su lugar y no solo se trataba de haber sido por mayoría de votos, sino que todos sabían del talento innato del castaño, sino que por el hecho de ser hombre y que jamás había sido reconocido a uno como capitán de un equipo de porristas. Había dado de que hablar, aún lo seguía haciendo, por lo que Abril siempre tenía una mala fé hacía el castaño cuando del grupo se trataba.

—¿Y tú, Rodri? Además de crear nuestras próximas rutinas- Rubén sonrió en su dirección, mandando de nueva manera el foco de atención hacía su amigo.

—No mucho, me la pasé muy ocupado pensando en nuevas estrategias y las rutinas, también como pensaremos en clasificar y nuestros posibles contrincantes. Está todo en mis manos, ustedes solo preocúpense de lucir bien como siempre- halagó a su grupo y las personas presentes sonrieron enternecidos por su capitán, recibiendo un par de halagos de vuelta.

—Pues al parecer no todos se preocupan por su apariencia- Abril señaló hacía la mesa donde el resto del equipo se encontraba, haciendo una expresión de asco.

En la mesa se encontraba una de las chicas que formaba parte de su grupo de amigos, Angie, una de las pocas chicas que era un tanto honesta y transparente con su personalidad. No se preocupaba por su físico, pero no a todos les parecía la forma en que no se cuidaba y la forma tan ligera con la que parecía tomar el tema de su cuidado personal, iniciando por Abril. En esa ocasión fue atrapada comiendo una bolsa de frituras, conversando con un par de chicos ajenos a su alrededor.

—Yo que tú, Rodricito, le debería decir algo- lo alentó, tomando su mano y empujándole a salir de ahí.

El castaño se quedó en su lugar con el ceño fruncido—¿Por qué le debería de decir algo? Todos son conscientes de las reglas del equipo, no pasará nada solo por un par de frituras por esta ocasión.

—Luego porqué te faltan el respeto- la chica rodó los ojos y se alejó del grupo en dirección a las gradas.

Rodrigo no se tomaba todos los comentarios muy a pecho, sobre todo si se trataban de personas ajenas a su grupo y al equipo; pero si se trataba de sus propios amigos, sentía que algo estaba haciendo mal para entonces. Sus mejores amigos notaron el cambio de atmósfera, abrazándolo de manera rápida.

—Está bien, Rorro. No te sientas presionado, eres el capitán y siempre nos tienes presente nuestros límites, no te agobies por lo que dice ella- Alexis alentó con una sonrisa.

—Ale tiene razón, no tienes por qué caer en su juego, sabes como es ella sin siquiera poder superar que le ganaste el puesto de capitana- los dos amigos rieron, pero el castaño siguió en silencio.

—Gracias, chicos. Solo tendré más cuidado, eso es todo, no puedo permitir tener un descuido cuando las clasificatorias están tan cerca, así que empecemos a entrenar una vez más- se alejó del agarre de sus amigos, hablándole a todo su equipo.

Mostró una sonrisa, aún y sabiendo que realmente una parte de su buen humor se había evaporado.

[...]

Las clases habían terminado cuando Rodrigo se dirigía a casa. Su buen humor no había sido apagado en absoluto, con la idea en la mente de que irían a las estatales y poder ver a su novio entre clases y en el entrenamiento había mejorado su día. No era de extrañar que estuviera en una relación con el jugador estrella del fútbol americano, Tomás Arbillaga, haciendo el lindo contraste en ambas personalidades y siendo reconocido por toda la institución.

Bajó del automóvil tan pronto como estacionó y corrió dentro de su casa, dejando sus pertenencias en la entrada mientras caminaba descalzo hasta la sala, sorprendiéndose de ver a sus padres con un par de cajas regadas sobre la mesa y el suelo.

—¡Hola!—Saludó con entusiasmo a sus padres, dándoles un beso a la mejilla a los dos.

—¿Cómo te fue en la escuela, bebé?- su madre cuestionó, depositando un beso sobre su frente.

—La escuela es la escuela, nada nuevo la verdad- contestó con una sonrisa, mirando a su padre—¿Por qué están aquí tan temprano? Suelen estar trabajando a esta hora.

Los adultos se miraron con una expresión de incomodidad, la mujer acercándose a los hombros de Rodrigo—Bebé, tu padre está cambiando de trabajo. Lo han cambiado fuera de la ciudad, por lo que los están moviendo a la nueva planta.

Rodrigo pareció no comprender del todo sus palabras, sosteniendo las manos de sus padres—Lo siento mucho, papi. Te extrañaré mucho, me aseguraré de llamarte.

Los adultos se miraron perplejos, la madre interfiriendo—Rodrigo, cariño, no nos entendiste. Nos estamos moviendo para allá, nos vamos a ir.

—¡Eso es peor! Los extrañaré a los dos, asegurénse de llamarme cuando lleguen.

—Rodrigo, no nos entiendes. Nos vamos a ir todos, tu madre, tú y yo nos vamos a mudar de aquí, nos iremos a Buenos Aires.

Rodrigo miró perplejo a sus padres antes de formar un puchero en sus labios, apartándose de ellos—¡No puede ser cierto! Me acaban de nombrar capitán, ¡Y saben que es imposible para un hombre ser capitán! No nos podemos ir, yo no me puedo ir de aquí.

—Bebé, en Buenos Aires puedes volver a animar, sé que te volverán a nombrar capitán tan pronto les demuestres el talento que tienes. Solo nos estaremos cambiando, pero allá encontrarás todo lo que tienes aquí, lo prometo- su madre intentó animarlo, pero Rodrigo se alejó un par de pasos de ahí.

—¡Eso no es tan fácil! Mi novio es el quarterback, soy el capitán del equipo, las estatales están a nada de iniciar y para ello se vienen las nacionales, ¡Demonios, no es tan fácil!- soltó un chillido de indignación.

Como si su día no podría empeorar, claramente aquello lo demostraba que sí.

Cheerleader- adap RODRIVAN!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora