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La cafetería era probablemente el peor lugar de la escuela. Rodrigo había entrado con un gesto de horror al ver la gran cantidad de personas ordenando su comida, otros inclusive arriba de las mesas como si no fueran para comer y ni hablar del menú del día, nada parecía apetitoso para su gusto. Con una charola en sus manos, miró con horror la diversidad de comida como las banderillas, fideos que parecían estar demasiados secos para su gusto y mal cocidos, entre bocadillos que dudaba que siguieran vigentes.

—¿No tendrán verduras orgánicas?—Cuestionó con una sonrisa que parecía más a una mueca, siendo recibido con una cucharada de verduras de un aspecto cuestionable.

Fue despedido por la cocinera, haciendo que la fila siguiera avanzando. Observó como todas las mesas eran ocupadas por diversos grupos de personas, sintiendo que no encajaba en ninguno. Estaba aún mirando sobre las mesas hasta que tres chicos subieron a una mesa, captando la atención de toda la cafetería.

—¡Oigan, ustedes! Tenemos algo nuevo por presentarles- murmuró uno de gorro negro, cubriendo parte de su rostro.

—No se olviden que después de clases empiezan las audiciones, tenemos un nuevo año por delante y estamos en busca de nuevos talentos- el más bajo de ellos anunció, logrando que la cafetería aplaudiera ante lo dicho.

—Esperamos que todos se puedan echar una vuelta y disfrutar del espectáculo, ustedes siempre son encantadores y nos gustaría ver sus reacciones. El club de animación es posible por la unión de todos, así que no falten- el último chico habló, de gran complexión y el más risueño con sus hoyuelos.

Bajaron de la mesa de un salto tan sofisticado que Rodrigo maquinó su mente en pocos minutos. ¿Club de porrismo? Sabía que había uno, pero no sabía que precisamente un grupo de chicos estaría corriendo la voz, además de por su forma de caminar y ambientar... Sí, ellos tenían ciertas características que no podría pasar por alto.

—¿Disfrutando del espectáculo, barbie?- cuando una presencia se instaló detrás suyo, se giró rápidamente.

—Carajo- casi soltó la charola, pero la sostuvo rápido. Miró con molestia al mismo chico de la clase, sin entender lo que quería.

—No sabía que los chicos estarían liderando las audiciones de animación- confesó, mirando como los tres chicos se acercaban a ellos.

—¿No es común en Bahía acaso?

—Por supuesto que lo es, yo era el capitán del equipo de animación- presumió con una sonrisa, moviendo ligeramente su cabello con gracia.

—Oh, chico. Bahía no es especial por tener un chico como capitán, aquí también exist...- Edward fue interrumpido por un pisotón por parte de Iván, simulando acomodar su sudadera.

—Como sea, eras capitán en tu otra escuela, ahora ya no existe tal récord porque ya no estás- sentenció con una sonrisa burlona, haciendo desaparecer la sonrisa del contrario—Así que aquí, no tienes ningún récord del cual presumir, aquí eres nadie.

Rodrigo los miró marcharse con un mal gesto, apretando la mandíbula mientras los veía salir de la cafetería. La tensión que había dejado en el lugar era evidente, no entendía porqué lo molestaba, ni siquiera habían tenido una digna presentación como para tener una mala impresión del otro. Maldición, todo era nuevo para él como para iniciar con problemas con quienes serían sus compañeros el resto del ciclo escolar, suficiente tenía con dejar sus pasatiempos a un lado.

Antes de poder seguir quejándose a mitad de la cafetería, su celular sonó en el bolsillo trasero y lo sacó, viendo como su grupo de amigos habían mandado un vídeo a su chat. Perdiendo el apetito, dejó la charola en la basura y salió del lugar, necesitando salir de su realidad por un momento.

Pensó que saber de sus amigos le podía alegrar el resto del día, pero contrario de lo esperado, sintió la necesidad de echarse a llorar y cuestionarse si había hecho algo mal en la vida pasada como para que le ocurrieran tantas cosas malas en tan poco tiempo. Extrañaba a sus amigos, extrañaba animar y sentir la euforia de las personas que alababan las rutinas con las que se esforzaba para presentar con su equipo, sentía que todo lo que le importaba le iba siendo retirado.

Después de desahogarse en los baños de la escuela, pasó el dorso de sus manos sobre su rostro y salió de ahí. La campana había sonado desde hace rato, debía de regresar a clases, si es que aún no terminaba, y ni siquiera sabía dónde se encontraba el salón, por lo que se distrajo buscando el papel de su horario entre las cosas de su mochila sin percatarse del casillero abierto, haciendo que chocara directamente contra el frío metal y perdiera el equilibrio, cayendo sobre su trasero con un ruido estruendoso.

Iván cerró el casillero y miró hacía abajo, sorprendiéndose de ver al chico tirado mientras frotaba su frente con dolor. Considerando el descuido de ambos, alzó su brazo en su dirección, tratando de alcanzarlo pero el chico le dió un manotazo para alejarlo.

—¡No me toques!—Exclamó molesto, permaneciendo en el suelo.

—¿Vas a quedarte ahí tirado?—arqueó una ceja, mirándolo desde su posición con un gesto de confusión.

—Sí, no es como si mi primer día pudiera empeorar de todas maneras—sujetó su propio rostro entre sus manos, cerrando los ojos.

—Oh, ¿Día difícil para el muñequito?— se acuclilló para estar a su altura. Rodrigo lo miró con un gesto de horror sin contestarle—De hecho, te comprendo.

—¿Acaso eres nuevo aquí?

Negó, colocando una expresión seria—Llegué para la mitad del segundo año, así que fue aún más difícil adaptarme.

—¿Cuándo mejoró?—Cuestionó con una pizca de esperanza, viendo como Iván meditaba su respuesta.

—Mejoró justo el día de hoy, miércoles— sonrió con gesto burlón, provocando que el contrario rodara los ojos.

Antes de que cualquiera de los dos pudiera decir más, las puertas de cada salón fueron abiertas, el pasillo se llenó poco a poco por la marea de estudiantes por el cambio de hora. Iván se volvió a incorporar sobre sus pies, mirándolo con una ceja arqueada.

—A menos que quieras ser pisado por los estudiantes, te aconsejo que te levantes ahora— sin pensarlo mucho, volvió a tender su mano en su dirección, siendo ahora aceptada por Rodrigo y volviendo a incorporarse.

—Gracias- murmuró mientras sacudía la suciedad en su ropa, tratando de acomodar sus cosas en su lugar.

Sin esperar una respuesta, se alejó del lugar para seguir en busca de su salón, dejando atrás a Iván mirándolo con cierta curiosidad en su rostro. Sin duda alguna ese chico era todo un reto por tratar.

Cheerleader- adap RODRIVAN!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora