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— Buenas tardes, desaparecida.

— Estoy a punto de considerar esto como acoso, prima.

— Son las cinco, quedamos a esta hora ¿no?

— Sí, pero las catorce llamadas perdidas me han dado miedo.

— Me preocupo por ti. No quería que te rajaras.

— Ya...

— ¿Y qué? ¿Hoy tampoco?

— No, hoy tampoco, María. Déjame terminar de trabajar, por favor.

— Pero si no hay nadie en el bar. – Soltó una carcajada.

— Tengo que limpiar esto. – Dije mientras pasaba con desgana un trapo por la barra.

— Creo que podrás ser capaz de hablar mientras limpias, confío en ti.

— ¿Qué quieres?

— ¿En serio llevas una semana sin hablar con ella? Es que no me lo creo.

— Pues créetelo. Es algo muy común en las relaciones poliamorosas ¿No lo sabías? Pues yo te lo explico. – Solté el trapo con toda la mala leche que tenía en el cuerpo y puse mis brazos en jarra. – Resulta que cuando uno de los vértices de la relación se encuentra con una relación de fuera del triangulo puede desconectar de los otros vértices durante el tiempo que crea necesario para así mostrar interés por el vínculo. O algo así era... ¿Pero sabes qué? Que yo soy ese vínculo con el que nunca desconecta y al que nunca le muestra interés. No debo de tener cara de vértice. Igual soy más el radio de un círculo, por aquello de que llevo diez años en bucle con lo mismo y no consigo salir. 

Mi prima soltó una carcajada, una más de las suyas.

— Perdona que me ría, prima. No me gusta verte así, pero es que eres muy graciosa.

— Ya, pues a mi me hace muy poca gracia todo esto. Es que, de verdad, María ¿En qué momento acepté esto de abrir la relación? Yo creía que se iba a tratar de follar con otra gente de vez en cuando y ya, no de tener una relación múltiple, geométrica y vinculante con personas que ni conozco. Es que fíjate si soy pringada que cuando acepté creía que ella ni siquiera iba a ser capaz.

— Pues si ha sido capaz, sí. Pero tú no, y ese es el problema según ella ¿me equivoco?

— Pues no, no te equivocas. Porque yo todo esto lo respeto mucho, María, de verdad. Si a las parejas les funciona, estupendo. Pero conmigo no va. - Suspiré e hice una pausa dramática. - Según Esther, para que esto funcione, tendría que haber cedido a tener algún tipo de relación con alguno de sus vínculos para que todo quedara en familia y fuera más fácil, o generar yo otros vínculos por mi cuenta, pero como no lo he hecho, resulta que yo sola me he excluido de la ecuación. – Suspiré de nuevo. – Si es que a mí las matemáticas nunca se me dieron bien, y yo aquí veo muchos números y muy pocas letras.

— Tienes que acabar la relación de una vez, Fina. Yo no veo otra solución.

— Sí, si estoy deseando verla y hablar con ella. Necesito terminar con todo esto de una vez.

— Bueno, pues ahora intenta tomarte una tila, recogerte ese moño que te haces tú y que te queda de muerte, pintarte los morros y vamos de camino al casting que te ha acompaño hasta la puerta al menos antes de entrar a currar - Miró su reloj. - Y venga que ya voy tarde. Y con alegría ¿eh? Que esto te va a cambiar la vida, primita, tengo un pálpito. – Dijo acariciándome el brazo.

— ¿Te quedas en la barra mientras? Aún no ha llegado mi compañera.

— Claro, dame ese trapo y preséntame a los fantasmas de las mesas, que yo los atiendo con todo mi encanto.

Rosas en el marDonde viven las historias. Descúbrelo ahora