No hay vuelo sin duelo
Ni alas sin balas
La pluma es al plomo
Lo que el ala a la bala.
Vivir es, tal vez, volar
Entre alas en vuelo y balas en duelo
Morir es, tal vez, volar
Entre alas en duelo y balas en vuelo.
L.E. Aute.
El día que yo también quise que todo se acabara.
— Jaime... menos mal. – Solté tiritando.
Estaba sentada en los primeros escalones de mi portal, justo en frente del ascensor, pero no me sentía capaz de levantarme. El cuerpo me dolía de temblar tan fuerte. Intentaba abrazarme a mí misma sin éxito. Acurrucarme en mis propias piernas para combatir el frío y el miedo, pero las fuerzas me flaqueaban y las manos me fallaban al intentar hacer fuerza y enlazar la una con la otra.
No era capaz de entender las respuestas de mi cuerpo, solo sabía que no era dueña de él y eso me aterraba. No podía más, aquella noche solo quise que alguien, cualquiera de todos esos que tanto me odiaban, cumpliera sus amenazas y me mandara con mi madre de una vez. Creía que era la única capaz de aliviar con un abrazo tanto miedo, tanto dolor, tanta incertidumbre y, sobre todo, tanta soledad. Yo siempre le encontré el lado bueno a la vida, pero aquella noche dejé de querer buscarlo. Solo quería irme y no enterarme de nada más. Dejar de preguntarme como podía escapar de algo que yo no había hecho. Dejar de existir.
Pero es cierto que, después de pensar mucho que pasaría la noche sola en aquellas escaleras, ver a Jaime aparecer por el portal me permitió respirar un poco.
— Marta, por dios. ¿Qué ha pasado? ¿Otra vez esos miserables?
— Sí – Dije en un sollozo. – ¿Qué haces aquí? ¿Cómo sabías...?
— Estaba tomándome algo aquí en un bar de al lado. He visto a tres tipos muy raros cruzando la plaza y venían de aquí, de tu calle. Se estaban atusando el pelo dos de ellos, como si se acabaran de quitar un gorro o algo, e iban de negro, he tenido un pálpito porque la descripción que me diste de ellos el otro día se asemejaba mucho. Uno bajito y los otros dos más altos y de complexión atlética.
— Si, si... ¿Les has visto la cara?
— Sí, pero me he puesto muy nervioso y no sé si me acuerdo bien.
— Pero si te los enseñan ¿podrías reconocerlos?
— Eh... diría que sí.
— Pues tienes que ir a denunciar, Jaime. Por favor, tienes que hacer eso por mí.
— No te preocupes, lo haré. Pero ya mañana ¿Vale? Tú intenta estar bien y tranquila, yo voy a llamar a mis abogados y me voy a ocupar de todo esto. Vamos a encontrarlos y lo van a pagar, te lo aseguro.
— Gracias – Susurré.
— ¿Tú estás bien? – Acarició mi hombro. - ¿Te han hecho algo?
— Cuando vinieron la primera vez casi ni me tocaron, pero esta vez el bajito se ha puesto muy nervioso, me ha quitado el bolso para llevarse el móvil y me ha cogido del cuello y me ha sobado por debajo del vestido todo lo que ha podido y más, me doy mucho asco ahora mismo, Jaime. – Rompí a llorar.
— Hijo de puta. Escucha, vamos a subir a casa. Me quedo contigo esta noche a ver si puedes dormir algo y mañana me ocupo de todo ¿Vale?
— Vale. Gracias.
La presencia de Jaime me tranquilizaba y, a pesar de todo, aquella noche pude dormir algo gracias a él.
Hacía cuatro noches que esos tres tipos con la cara tapada y vestidos de negro habían hecho su primera aparición en mi portal después de mandarme notas anónimas con amenazas muy desagradables durante días.
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Rosas en el mar
Fanfiction"La vida empieza cuando entiendes que mereces a una persona que resalte tu ternura y no tu instinto de supervivencia"